El exfuncionario que lavó millones y fue asesinado antes de disfrutarlos



Oyeron dos detonaciones huecas, metálicas, y creyeron que eran cuetes como de feria. Se extrañaron porque eran las 3:30 de la tarde, en jueves, en un fraccionamiento lujoso y tranquilo de Temixco, Morelos. Luego vieron entrar a cuatro hombres con pistola en mano y el pánico se desató.
Echando balazos al aire, les ordenaron que se tiraran al piso. En la fiesta familiar había hombres, mujeres y niños. 
—¿Qué es lo que quieren?— gritó aterrorizado uno de los hombres de la familia. Lo despacharon con un cachazo en la nuca.

Para entonces ya habían matado a Isaac Gamboa, un alto exfuncionario de la Secretaría de Hacienda de Enrique Peña Nieto y colaborador de Luis Videgaray desde hacía 13 años. Los asesinos le dieron un disparo en la sien en el estacionamiento de la casona de Morelos donde había ido a pasar una semana de descanso con su familia, lejos de las noticias que ya hablaban con fuerza de la pandemia de COVID-19.
Era un jueves 21 de mayo de 2020. El cadáver de Gamboa, que vestía bermudas y sandalias, quedó tirado bocarriba en un charco de sangre, a unos metros de la alberca. Tenía los ojos abiertos y la cara apuntando al cielo de ese día soleado. Apenas faltaban tres semanas para que cumpliera los 40 años.
En la casa había 22 personas, 13 miembros de la familia extendida y 9 del personal de servicio. En ambos grupos había adultos, adolescentes y niños, incluyendo a dos hijos del exfuncionario de apenas dos y cuatro años.

Cuando escucharon los gritos de los agresores y vieron las pistolas, todos obedecieron y se tiraron al piso. Algunos alcanzaron a abrazar a sus hijos. Otros lograron escabullirse detrás de mesas, sillones y camastros. 
Luego, los gritos. 
Los llantos de los niños. 
El ruido de las cosas cayéndose. 
El caos.
Eliminado Isaac, los homicidas —uno de ellos llevaba el estampado de una calavera en el cubrebocas— caminaron lentamente entre los rehenes agazapados en el suelo.
—Es éste —dijo uno.
—Éste también —repuso otro.
Se referían a Édgar y Ricardo Gamboa, hermanos de Isaac, de 37 y 35 años, que estaban echados boca abajo. A los dos los liquidaron de un disparo en la cabeza.
Luego siguieron abriéndose paso y localizaron a la hermana mayor, Miriam, de 44 años, y a la madre de la familia, Patricia Lozano, de 60. También las eliminaron de un balazo en el cráneo.
Eran alrededor de las 3:30 de la tarde. La matanza estaba completa. 
—¡Se los chingaron, se los chingaron! —gritó desgarrado un familiar una vez que los homicidas huyeron—. ¡Rápido, pidan una ambulancia! —suplicó.
Durante el ataque, los tipos no tomaron nada de valor. Ni alhajas. Ni teléfonos. Ni los dos bolsos Louis Vuitton que estaban sobre las mesas con 193 mil pesos en efectivo. Ni las camionetas de lujo Honda, Jeep, Chevrolet y GMC estacionadas junto al portón. Nada. Así lo relata el expediente del caso revisado por Animal Político
Solo fueron a asesinar a los Gamboa y se marcharon en silencio.
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Una relación amorosa y empresas fantasma
Jazmín, de 37 años, nunca conoció a Isaac Gamboa. Como mucho, había escuchado en las noticias que “era algo de la política” en el gobierno de Peña Nieto. Pero no sabía que era un alto funcionario de la Secretaría de Hacienda. Y mucho menos sabía que había sido señalado como un presunto orquestador clave de la “Operación Zafiro” de Chihuahua; un sonado caso de corrupción por el que se habrían desviado 246 millones de pesos de dinero público a campañas del PRI en la elección del 2016. 
Sin embargo, su vida quedó unida al destino fatal de Gamboa aquel 21 de mayo de 2020: fue acusada por la Fiscalía de Morelos de ir en el vehículo con los cuatro agresores que asesinaron a la familia y de ayudarles a cometer el crimen. 
Jazmin asegura que fue obligada a participar como cómplice. Por eso decidió colaborar con la Fiscalía morelense en calidad de testigo protegido, rindiendo una declaración a la que Animal Político tuvo acceso en la carpeta FEDF-RM/30/2020.
De acuerdo con su testimonio, que es una pieza fundamental en el caso de la Fiscalía de Morelos, todo empezó exactamente un año antes del multihomicidio, el 20 de mayo de 2019. 
Ese día, Jazmín recibió en su casa de Zumpango, Estado de México, la visita de Carlos José ‘N’, un elemento de la Marina al que apodan “El Dientes”; un tipo de complexión atlética, 1.75 de altura, ojos oscuros, barba cerrada, y un ancla tatuada en el brazo derecho, a la Popeye el Marino.
Jazmín y Carlos José habían terminado un año y medio antes su relación de pareja, luego de haberse conocido en Antón Lizardo, Veracruz, y de haber vivido juntos unos meses en Tlalnepantla, Estado de México. “Un día me dijo que no podía seguir conmigo. Que había conocido a otra y ya tenía la vida solucionada”, explicó la mujer, precisando que siguieron manteniendo una buena relación: “Él sólo confiaba en mí para contarme sus cosas”. 
Pero en ese 20 de mayo de 2019 que Carlos José la visitó, Jazmín dice que lo vio eufórico, exultante: “Me dijo que por fin estaba logrando todo lo que jamás le habían dado en la vida”. Sacó el celular y le presumió varias fotografías de su carro nuevo, un Volkswagen Vento de color blanco, con placas de la Ciudad de México. Y acto seguido la invitó a visitar su nueva casa en Tlalpan, en el sur de la capital. 
Allí, en la unidad habitacional Narciso Mendoza, andador número 57, Jazmín declara que entró boquiabierta a una casa grande de dos plantas -120 metros cuadrados-, con jardín, estacionamiento, fachada de ladrillo, y con un costo de al menos 2 millones y medio de pesos, según puede constatarse en sitios de inmobiliarias capitalinas. 
Carlos rentaba un cuarto y tenía un sueldo de apenas 10 mil pesos quincenales como marino. Así que terminó confesando que, en realidad, la casa no estaba a su nombre. Su amante se la había comprado por medio de una “empresa fantasma” —esas fueron las palabras del marino, según Jazmín— con la que pretendía ocultar la adquisición, para que “su esposo no se diera cuenta” de la relación que mantenían a sus espaldas. 
Jazmín relata que, por curiosidad, hizo varias preguntas para indagar más sobre esa amante misteriosa que le regalaba una vida soñada de lujos y comodidades. Dijo que, según Carlos, ella ya no era feliz en su matrimonio y que el esposo la amenazaba con quitarle a sus dos hijos. 
Le mostró fotografías, en las que Jazmín vio a una mujer “alta, güera, delgada, cara afilada, ojos redondos, cabello castaño a la altura por debajo del hombro, labios pequeños, y nariz afilada”.
 —Parece algo mayor que tú. ¿Cómo dices que se llama?—, le preguntó.
—Es la esposa de mi patrón Isaac Gamboa —respondió el marino, siempre según la declaración de la testigo colaboradora—. Se llama Bethzabee.
“Si no lo haces, no te volveré a ver jamás”
Jazmín dice que, además de marino, Carlos era uno de los escoltas de Isaac Gamboa y que éste habría ejecutado el homicidio a petición de la esposa del exfuncionario. 
Presuntamente, Bethzabee buscaba disfrutar de la riqueza, y de los inmuebles acumulados —entre ellos una mansión de más de 20 millones de pesos en la exclusiva colonia Jardines del Pedregal, al suroeste de la Ciudad de México— a través de tres empresas presuntamente fraudulentas con la que el matrimonio habría lavado al menos 64 millones de pesos, y que, a su vez, forman parte de una red mucho más grande de 29 compañías que habrían lavado 5 mil 800 millones de pesos, de acuerdo con investigaciones de autoridades federales del actual Gobierno a las que este medio tuvo acceso. 
Jazmín declaró que tres días antes del multihomicidio, el lunes 18 de mayo de 2020,  volvió a la casa de Tlalpan que Carlos le presumió un año antes. Ahí tomaron cervezas hasta que los alcanzó la noche y, como a la 1:00 de la madrugada, Bethzabee le habría marcado a Carlos. 
Tras la llamada, el marino volvió a mostrarse exultante. 
—Lo que estoy por hacer me va a cambiar la vida —dice Jazmín que le soltó a botepronto—. Y gracias a mí, tú también vas a sacar rajada —le prometió. 
A la mañana siguiente, aún con el alba, Carlos salió a las 7:00 de la casa de Tlalpan y regresó a las cinco de la tarde de ese mismo martes 19 de mayo acompañado de otros dos hombres que Jazmín identificó como sus compañeros de la Marina
Uno de esos hombres era Aldo ‘N’, al que Jazmín describe “como de 1.68, pelo chino güerito, nariz un poco grande, y labios pequeños”. Y el otro era Jesús Manuel ‘N’, un tipo “de complexión delgada, 1.70, cara chata, moreno claro, y con dos entradas en la frente”, quien, tras el asesinato de los Gamboa, también sería detenido y encarcelado. El único de los cuatro presuntos homicidas, hasta la fecha.
Ya en la noche-madrugada del 20 de mayo —un día antes del asesinato—, llegó a la casa otro hombre al que escuchó que apodaban “El Viejón”, quien informó nada más entrar a la casa que ya tenía solucionado lo del carro “para hacer el jale”. Se trataba del Renault Clío azul con placas del Estado de México que participó en los hechos. “El Viejón” lo había visto en Facebook y le pedían 50 mil pesos en efectivo. 
Aún era madrugada, como cuarto para las 6:00. Carlos marcó a Bethzabee para pedirle el dinero para comprar el carro, y ésta le respondió que “fuera a buscarlo donde él ya sabía”. “Lo escuché porque Carlos la puso en altavoz”, declaró Jazmín.  
De inmediato, Carlos, Aldo, Manuel y “El Viejón” salieron de la casa y no regresaron hasta las 11 de la noche, ya con el coche comprado. De nuevo, se sentaron alrededor de la mesa del comedor. Eufórico, Carlos llamó a Bethzabee para decirle que “ya todo estaba listo” y para preguntarle si la comida familiar en la casa de veraneo de los Gamboa en Temixco, Morelos, sería el jueves 21, o el viernes 22 de mayo. 
—Tienes que hacerlo el jueves —respondió Bethzabee en altavoz, según la declaración de Jazmín—. El viernes todos se van de la casa de (Temixco) a sus domicilios y yo me voy a Europa con Isaac (Gamboa). Si no lo haces el jueves, no te volveré a ver jamás.  
—No te preocupes —la tranquilizó Carlos—. El jueves está hecho. 
En la declaración de Jazmín, disponible en el expediente de la Fiscalía de Morelos, se lee que ella narra que el marino buscó unas fotografías en su celular.  
—Este es Isaac y este es su hermano —le dijo a sus compañeros—. El principal a matar es éste —señaló al exfuncionario de Hacienda—. Pero también hay que matar al hermano —apuntó a Édgar David—. Él es el cerebro de esa familia. Y si queda vivo nos va chingar a todos, empezando por Bethzabee. 
—¿Y este quién es? —le preguntaron señalando a otro hombre que sobrevivió al atentado y que aparecía en la fotografía abrazando a Édgar David Gamboa. 
 —Es su novio –respondió Carlos—. Pero ese güey no es un peligro. Hay que dejarlo ir para que así parezca un ajuste de cuentas por temas de dinero, contó Jazmín a los fiscales. 
Dijo que Carlos también les enseñó un video que presuntamente le había mandado Bethza, en el que se observaba cómo era el interior de la casa “para que tuvieran una idea” de cómo moverse rápido una vez adentro. Cosa que sucedió, de acuerdo con los sobrevivientes que narran que el grupo armado liquidó a los Gamboa en solo tres minutos. 
Sin forzar ni una cerradura
El jueves 21 de mayo, el día del homicidio, todos llegaron a las 11:00 de la mañana a la casa de Carlos. 
Según el expediente de la investigación, cada quien traía su propia pistola con un cargador lleno. Carlos llevaba “una bolsita con munición extra”, dijo Jazmín, y repartió un teléfono “chiquito y de color rojo con negro de prepago”. La única que llevaría un smartphone sería Jazmín —un Samsung Galaxy J4+, que a la postre entregaría como prueba a los peritos de la Fiscalía—, para que pudiera usar Google Maps.
Jazmín llevaba también en la mano un “papel enmicado con números y códigos de barras”. Era la llave para acceder al complejo residencial como cualquier otro vecino, cosa que también pasó, de acuerdo con las imágenes recabadas por las cámaras del fraccionamiento y que forman parte de la investigación del caso. 
A bordo del Vento blanco de Carlos y del Clío azul que compraron un día antes, el grupo viajó de la Ciudad de México a Cuernavaca, a donde llegaron sobre las 13:30. 
A continuación, dejaron el Vento, y todos subieron al Clío. Alrededor de las 15:00 horas ya estaban frente a la residencia. 
Según Jazmín, Bethzabee les dijo que entrarían a la vivienda por una “puerta chiquita”, que ella dejaría abierta. Pero a los minutos avisó que no, que tendría que ser por el portón principal porque no encontraba la llave de esa otra puerta. 
 “Le dijo a Carlos que ya no iba a poder hablar más con él por teléfono. Así que, cuando le marcara, era la señal para que él entrara al fraccionamiento. Y que cuando él le regresara la llamada, quería decir que ya estaban afuera de la casa y que ella abriría el portón. Y así sucedió”, contó Jazmín. 
Según consta en la carpeta de investigación de la Fiscalía morelense, en imágenes de circuitos cerrados de diversos inmuebles cercanos a la entrada del fraccionamiento se aprecia que el Renault Clío azul avanzó sin oposición por la calle Brisas del Pacífico, donde está la vivienda de descanso de los Gamboa. 
Acto seguido, pasó lo que narraron los testigos sobrevivientes de la masacre: que los agresores entraron a la casa sin forzar ninguna cerradura, que despacharon rápido a Isaac Gamboa, a sus tres hermanos, y a su madre, y que salieron por la misma puerta principal por la que entraron sin llevarse ni un peso. 
Minutos después, el fraccionamiento se pobló de helicópteros sobrevolando la zona y de peritos forenses vestidos de blanco. 
A su llegada, encontraron que los asesinos, además de muertos y balas, habían dejado tras de sí un insólito reguero de pistas.
Cabos sueltos 
Para la Fiscalía de Morelos, la declaración ministerial de Jazmín como testigo protegido es uno de los elementos clave con los que sostiene que el crimen de Gamboa y su familia se debió a “motivos pasionales”. Aunque en la declaración hay contradicciones. 
Por ejemplo, Jazmín asegura que en la Semana Santa de 2019 volvió a la casa de Carlos a pasar unos días de vacaciones. Pero la fecha no cuadra, puesto que la narración original de Jazmín inicia a finales de mayo de ese mismo año; es decir, después de la Semana Santa. 
Jazmín también recalcó en dos ocasiones que Carlos pertenecía a un cuerpo de élite de la Marina Armada llamado “los GAFE”. Pero, ese cuerpo (Grupo Aeromóvil de Fuerzas Especiales) pertenece al Ejército y no a la Marina. 
También dijo que otros dos implicados, Aldo ‘N’ y Jesús Manuel ‘N’, eran elementos de la Marina, pero las autoridades de seguridad de Morelos precisaron que sólo Carlos —el supuesto amante de Bethzabee— era integrante del cuerpo castrense. 
Sobre el otro implicado, “El Viejón”, a diferencia de lo que testificaron los sobrevivientes, que coincidieron en describir a los cuatro gatilleros como más o menos altos (de 1.70), jóvenes, de complexión robusta y atlética, y sin ninguna seña particular, Jazmín lo describe como “un señor chaparro, de panza sobresaliente, apiñonado, pelo canoso, voz gruesa”, y con el distintivo de que “caminaba como si tuviera las piernas charras”. 
Jazmín también dijo que Carlos repartió al comando unos “pasamontañas” para cubrirse todo el rostro. Sin embargo, los testigos relataron que los agresores no llevaban pasamontañas, sino cubrebocas. De hecho, uno de los sobrevivientes aseguró a los ministeriales que podría identificar sin problema a los agresores si se los pusieran delante. 
Por otra parte, Jazmín señaló que Carlos era uno de los escoltas personales de Isaac Gamboa en la Secretaría de Hacienda. Sobre esto, la dependencia federal respondió en una solicitud de transparencia que no tiene registro en sus archivos de que Carlos ‘N’ trabajara como escolta de ninguno de sus funcionarios. 
La Marina, por su parte, no respondió a la solicitud de información. Mientras que en Declaranet, el portal donde los servidores publican sus cargos y salarios en la administración pública federal, Carlos ‘N’ se registró como un elemento operativo, sin precisar más. También llama la atención que su declaración se publicó en esta plataforma el 20 de mayo de 2020; es decir, apenas un día antes del homicidio y cuando supuestamente estaban en plena preparación del mismo, según lo narrado por Jazmín. 
Una posible explicación de que no haya registros de Carlos ‘N’ como escolta de Isaac Gamboa es que el marino fungiera como tal a partir de que dejó su cargo en la Secretaría de Hacienda, esto es, entre 2019 y hasta el día de su asesinato.
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Un reguero de pistas
Una vez cometida la masacre, los homicidas decidieron abandonar el Renault Clío azul con el que cometieron el delito a tan solo unos seis kilómetros de distancia del fraccionamiento de los Gamboa, en la avenida Emiliano Zapata, en pleno centro de Temixco. 
El vehículo fue encontrado por las autoridades el mismo día del homicidio, alrededor de las 7:00 de la tarde, con ayuda de las cámaras de videovigilancia del C5. Sorprendentemente, los peritos hallaron en el coche un montón de elementos de prueba. 
Por ejemplo, no tuvieron que pedir una orden para registrar el carro, porque estaba abierto, dado que no servían los seguros de la puerta del conductor. 
Además, en el compartimiento de la puerta derecha, los agresores dejaron olvidado un folder con las copias de los documentos personales que utilizaron para comprar el coche: el contrato, la factura, formatos de pago, y hasta la copia de la credencial de elector de Jesús Manuel ‘N’, uno de los presuntos asesinos, el único detenido.
Por si fuera poco, los policías hallaron una botella de agua usada, repleta de rastros de ADN, y recolectaron hasta 22 huellas dactilares regadas por todo el coche. 
Y la cereza del pastel: los asesinos olvidaron en el asiento del conductor el celular “rojo con negro” de prepago que habían comprado específicamente para comunicarse ente ellos el día del asesinato. Con el teléfono en su poder, la Fiscalía accedió rápidamente a la sábana de llamadas y de mensajes de texto. Y lo que encontraron sugiere que la masacre de los Gamboa se planeó con meses de anticipación. 
El 1 de marzo, casi tres meses antes del asesinato, se registró un intercambio de mensajes SMS con un número no identificado; los mensajes apuntan a dos posibilidades: una, que los asesinos visitaron el lugar para planificar cómo ingresarían al domicilio; dos, que algún miembro de la familia Gamboa, o cercano a ella, les ayudó.
Estos son los mensajes: 
02:18. Enviado: Cómo van
02:20. Recibido: Igual
02:25. Enviado: Vamos a esperar
02:29. Recibido: Ok. Me marcas
02:31. Enviado: El portón suena al abrir?
02:34. Recibido: No. Bueno, lo normal de (una) puerta eléctrica
03:49 Enviado: Duerme 
Después de ese 1 de marzo, la línea no volvió a registrar mensajes sino hasta el 21 de mayo, el mismo día del asesinato. A las 13:28, aproximadamente una hora y media antes del asalto, desde ese teléfono se envió un SMS que contenía el número de contacto de una tercera persona, con LADA de la Ciudad de México. La Fiscalía de Morelos concluyó que dicho número de celular pertenecía a una mujer que vivía en el municipio de Zumpango, Estado de México. Era el celular de la testigo Jazmín, quien ese día y a esa hora iba acompañando al grupo. 
A pesar de todos estos elementos de prueba, tras dar su declaración ministerial el 26 de mayo de 2020, Jazmín no fue detenida, por lo que aprovechó para fugarse, dándose poco después por desaparecida, según denunció públicamente el entonces abogado de Bethzabee ‘N’ en una conferencia ante los medios el 8 de junio de 2020.
Los presuntos agresores Aldo ‘N’ y el marino Carlos ‘N’ —el supuesto amante— también continúan libres y en paradero desconocido, a casi un año del multihomicidio. 
Hasta el momento, solo están presos en espera de un juicio José Manuel ‘N’, y Bethzabee ‘N’, la esposa de Isaac Gamboa, a la que las autoridades apodaron como “La Viuda Negra”. 
Posdata: un extraño crimen
La noticia del asesinato de Gamboa caló entre las autoridades de Chihuahua, que investigaron y perdieron a un posible testigo clave de la “Operación Zafiro”. También el gobierno actual ha perdido a una pieza clave en cualquier indagatoria sobre probables actos de corrupción cometidos durante el gobierno de Enrique Peña Nieto, señalaron fuentes relacionadas con el expediente que han conformado la UIF y la Procuraduría Fiscal.
“Con la lamentable muerte de Isaac Gamboa se dejó de tener mucha información que era de utilidad para conocer los detalles, las entrañas, de la “Operación Zafiro”, que no solamente se presentó en el estado de Chihuahua”, dijo en entrevista el Fiscal General de ese estado, César Augusto Peniche. 
El gobernador Corral añade: 
“Debo decirles, con toda franqueza, que lo primero que yo supuse (tras el homicidio de Gamboa) es que fueron a callar a un funcionario clave de la corrupción de Peña Nieto. Eso fue lo primero que pensé. Es más, algunos de los fiscales que estaban muy enterados de la “Operación Zafiro” son quienes me vinieron a buscar y a preguntar: ‘¿ya vio lo que pasó con el licenciado Gamboa?’ Y lo primero que todos dijimos es que fueron a segar la vida a alguien que sabía muchas cosas. Los fiscales nos dijeron: ‘se nos fue un testimonio fundamental’”.
La cárcel de Atlacholoaya, en Morelos, es un anodino edificio rectangular, tosco, con enormes planchas de hormigón, y cientos de metros de alambrada de púas. Ahí, lejos de los días de viajes, mansiones, y fortuna, se encuentra recluida Bethzabee desde que fue detenida en Campeche y vinculada a proceso por un juez por el multihomicidio. 
Ahora, tras un año presa, Bethzabee sigue a la espera de una nueva audiencia antes de pasar al juicio que la condene, o por el contrario la libere si su defensa consigue aportar las pruebas que la exonere.
Animal Político la buscó en reiteradas ocasiones para conocer su versión de los hechos, su lado de la historia. Se le ofreció una entrevista presencial en el penal, o bien por vía telefónica, o incluso por carta. Pero, primero por medio de sus abogados privados, y luego mediante su actual abogada de oficio, Bethzabee rechazó hacer comentarios sobre el asesinato de su esposo y su familia.
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