Cuando la naturaleza necesita del turismo



El verano de 2020 no fue bueno para el arao común de la isla sueca de Stora Karlsö, en el mar Báltico. Las pequeñas aves marinas blancas y negras tuvieron muchas menos crías. De hecho, su éxito reproductivo se redujo en más de una quinta parte. Todo ello porque el cierre de la isla mantuvo alejados a los turistas.
Esta isla, de apenas 2,5 kilómetros cuadrados de superficie, es la colonia de aves marinas más visitada del Báltico. Cuando Stora Karlsö se llena de excursionistas, las águilas marinas no suelen acercarse a la pequeña isla. Pero el verano pasado, las rapaces no tuvieron que enfrentarse a esa multitud. Aunque no depredan directamente al arao común, su presencia asustó a los animales en época de cría. Como resultado, muchos huevos rodaron por los acantilados, o fueron devorados por cuervos y gaviotas.
En Tailandia e India, por otro lado, el descenso del turismo provocó problemas inesperados con la fauna silvestre. Grupos de monos muy agresivos se peleaban por la escasa comida en aquellos lugares donde, normalmente, los turistas solían proporcionarles alimento.
El medioambiente respira sin turistas
Que la falta de turistas pueda tener algún impacto negativo en la naturaleza es quizás inesperado.
Las emisiones de carbono procedentes de la aviación se redujeron en torno a un 22 por ciento debido a la reducción del tráfico aéreo, según la red de investigación Global Carbon Project, que cuantifica los gases de efecto invernadero en la atmósfera. A lo largo de la pandemia, los medios de comunicación y las publicaciones en redes sociales han destacado la “curación de la naturaleza” en ausencia de actividad humana. Las tortugas pudieron anidar en playas desiertas, los murciélagos Artibeus phaeotispasaron las noches en aparcamientos vacíos y, según los informes de los periódicos locales, se vieron muchos más delfines blancos en las costas de Hong Kong, gracias a la suspensión del tráfico marítimo.
Pero el turismo también puede desempeñar un papel en la conservación y el apoyo a los medios de vida locales. Según la Organización Mundial del Turismo (OMT) de las Naciones Unidas, la llegada de turistas internacionales descendió un 73 por ciento en todo el mundo en 2020 en comparación con el mismo período del año anterior, con un desplome consecuente de los ingresos.
El Consejo Mundial de Viajes y Turismo (WTTC, por sus siglas en inglés), una agrupación privada del sector de los viajes, calcula que la enorme caída ha provocado la pérdida de aproximadamente 197 millones de puestos de trabajo en todo el mundo, así como de 5,5 billones de dólares (unos 4,7 billones de euros) en ingresos. Las pérdidas son cinco veces mayores que las causadas por la crisis económica y financiera mundial de 2009.
El sector del turismo de naturaleza se ha visto especialmente afectado.
Pérdida de empleo en las reservas naturales
Sin visitantes, muchos parques nacionales permanecieron cerrados durante los confinamientos y sus ingresos se desplomaron. En Brasil, entre la primavera y el otoño de 2020 hubo unos cinco millones menos de visitas en los parques nacionales, según el Instituto Luc Hoffmann, una fundación creada por la organización conservacionista WWF.
Esto supuso una pérdida de ingresos estimada en 1.600 millones de dólares (1.400 millones de euros) para las empresas vinculadas directa o indirectamente al turismo en torno a las áreas protegidas. Brasil espera perder unos 55.000 puestos de trabajo permanentes o temporales, según el instituto.
En muchos países del sur global, la gente ha vuelto a cazar más animales salvajes para sobrevivir.

Los guardas forestales se han visto especialmente afectados, según Martin Balas, investigador de turismo de la Escuela Técnica Superior para el Desarrollo Sostenible de Eberswalde, en el estado alemán de Brandeburgo.
“En todo el mundo se ha perdido uno de cada cinco puestos de trabajo en este sector”, señala Balas. Esta tendencia ha sido especialmente drástica en el Sur global y allí donde el turismo es la única fuente de ingresos de la población, añade Balas.
Si la gente pierde, la naturaleza pierde
El sector turístico se ha derrumbado en todas partes, ya sea en el Mediterráneo, el Cáucaso, África o América Central, según Martina von Münchhausen, experta en turismo de WWF Alemania. Eso se traduce en un problema para la vida silvestre. Cuando se acaba el dinero de los empleos procedentes del turismo, muchos vuelven a la agricultura y a la ganadería.
“En algunos casos, se están talando bosques o construyendo vallas en los corredores de fauna salvaje, que los animales emplean para desplazarse por las zonas”, explica von Münchausen.
De este modo, se está reavivando el conflicto entre el ser humano y la vida silvestre, incluso allí donde antes se mitigaba gracias a los ingresos procedentes de las zonas protegidas y del turismo. Esto se debe en parte a que los animales pierden espacio para moverse y se desplazan a zonas cercanas a los asentamientos humanos. La caza de tigres en India y la matanza de elefantes en Camboya y Etiopía figuran en la lista de consecuencias de la pandemia en la naturaleza, según un informe del Instituto Luc Hoffmann.
Los cierres generalizados durante la pandemia han supuesto una presión adicional para las áreas protegidas y los parques nacionales, informa Ina Lehmann, responsable de la política de biodiversidad en el Instituto Alemán de Desarrollo (DIE, por sus siglas en alemán).
“Los habitantes de las ciudades también han perdido puestos de trabajo e ingresos. Como apenas existen sistemas sociales estatales en muchos países del sur global, muchos han regresado a sus pueblos de origen en el campo”, explica.
Allí, la gente no solo ha convertido la tierra para la agricultura y la ganadería, sino que también ha vuelto a cazar más animales salvajes para sobrevivir, según Lehman. La caza furtiva comercial también ha aumentado porque faltan fondos para vigilar los parques protegidos, en parte, debido a la reducción de los ingresos del turismo, y también porque el dinero se ha tenido que desviar al sector sanitario.
Los confinamientos durante la pandemia hicieron que muchas personas en las ciudades africanas perdieran sus medios de subsistencia.

En Europa, también se ha visto un aumento de la caza furtiva comercial durante la pandemia. Las instalaciones de conservación tuvieron que cerrar, al menos temporalmente, al igual que algunas instituciones educativas dirigidas por la organización medioambiental alemana BUND.
“Pudimos comprobar la falta de educación ambiental al ver que había mucha más basura en las playas”, explica Stefanie Sudhaus, responsable de conservación marina de BUND Schleswig-Holstein. “Solo apreciamos y protegemos lo que conocemos y entendemos”.
“Hay que replantearse el turismo internacional”
La actual pandemia ha magnificado todos los problemas que conocemos desde hace tiempo, según el investigador de turismo Martin Balas.
“Todo el mundo quiere viajar, pero la forma en que se ha configurado el turismo en los últimos 50 años simplemente ya no funciona”, aclara. Balas advierte que hay que replantearse el turismo internacional.
Actualmente, los países africanos dependen en gran medida del turismo internacional. Pero lentamente se está imponiendo un replanteamiento, según el investigador. Kenia, por ejemplo, está tratando de promover el turismo continental y regional. Para ello, hay que desarrollar nuevos conceptos. En el futuro, por ejemplo, los hoteles tendrían que ofrecer habitaciones con varias camas para las familias africanas en lugar de las clásicas de dos camas para las parejas europeas.
Pero el problema es que en muchos países los turistas nacionales tienen menos ingresos que los internacionales y, por tanto, aportan menos dinero a las regiones turísticas. En Costa Rica, por ejemplo, los visitantes nacionales solo pagan el 20 por ciento de lo que desembolsan los visitantes internacionales por la entrada a los parques nacionales. Así lo indica una publicación de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN, por sus siglas en inglés), la organización que agrupa a las asociaciones internacionales de conservación.
Algunos estados africanos están apostando por el turismo regional.

Esto significa que la economía de los destinos turísticos tiene que estar mucho más diversificada, afirma Balas. Cuantas más ofertas no relacionadas con el turismo ofrezca un destino, más interesante será, dice.
También hay que estar preparados para tiempos sin turismo. “Si un hotel tiene verduras de cosecha propia en el menú, puede ganar puntos con sus huéspedes. Y cuando no haya turistas, podrá seguir vendiendo las verduras en los mercados locales”, explica Balas.
Dirigir a los visitantes, proteger la naturaleza
Algunos parques nacionales y áreas protegidas han aprovechado el cierre obligatorio en el verano de 2020 para su reorientación. En Ecuador, por ejemplo, se han elaborado nuevas directrices para el Parque Nacional de las Islas Galápagos. Se van a ampliar los productos y servicios para crear nuevas oportunidades de ingresos a nivel local. En el futuro, será necesario reservar para visitar los lugares más populares.
En el Parque Nacional Tusheti, en Georgia, las nuevas rutas de senderismo y otras infraestructuras turísticas ayudarán a gestionar mejor los flujos de visitantes, contribuyendo a proteger la naturaleza del turismo excesivo. Asimismo, inspirados por el desafortunado arao común del mar Báltico, los científicos están investigando si los turistas también pueden ser útiles en otros lugares como protectores de las aves marinas molestadas por las águilas.



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