El fascinante sendero a recorrer por Yasna Provoste



18La senadora Yasna Provoste ha obtenido un categórico triunfo en la consulta ciudadana de la Unidad Constituyente. Cifras más, cifras menos, sorteó con creces el procedimiento ciudadano, el que por múltiples razones que cualquier analista debe considerar, tuvo lugar en circunstancias cualitativamente diferentes a las de Apruebo Dignidad y Chile Vamos, lo que hace metodológicamente más que discutible cualquier comparación.
Las dificultades que algunos señalan, mitad suspicacia mitad temor ante la nueva candidatura, acerca de los obstáculos que encontrará la senadora en su camino a la Moneda, no solo desconocen “la viga en el propio ojo”, sino que, además, no perciben el significativo efecto que el triunfo del sábado ha tenido en los que, precisamente, son identificados como los problemas en la opción de Yasna Provoste: la cuestión interna de la DC y de la propia Unidad Constituyente.
Concretamente, después del resultado de la Consulta, al interior de la DC, su presidenta Carmen Frei se consolida plenamente en su conducción, en desmedro de los que estaban al acecho para cuestionar su legitimidad si el resultado hubiese sido diferente. La presidenta nacional de la Falange, además, reinstala y contagia un mensaje ideológico que se reencuentra con los objetivos de cambio social y de lucha contra las injusticias que deberían ser siempre la razón de ser y orientación de la acción de los demócratas cristianos. Asimismo, ella se encuentra en condiciones de jugar un rol aún más protagónico en la estrategia y características de la campaña. En cuanto a la Unidad Constituyente, la muy buena y loable reacción de Paula Narváez, Carlos Maldonado y de los principales dirigentes de los partidos de la coalición, son un primer paso en una nueva y entusiasta dirección. Posteriormente, será el propio trabajo en conjunto lo que reforzará la unidad y el nuevo clima dentro de la coalición.
Sin embargo, es en otro ámbito donde la nueva líder tendrá que bregar y forjar el sendero que la convertirá en la candidatura más competitiva. Se trata de cómo, en medio de un paraje en el que ya se encuentran candidaturas desplegadas desde hace ya bastante tiempo, ella será capaz de responder a la interpelación que la inmensa mayoría de la ciudadanía le ha planteado a la sociedad chilena, particularmente a las elites de poder: la urgente necesidad de transformar nuestras estructuras, de modo que ello se plasme en un modelo de sociedad que otorgue a nuestros ciudadanos una vida buena, con justicia social, protagonismo participativo y dignidad.
Es en relación con este esencial desafío donde se vislumbra la que podría ser la principal amenaza en el éxito de esta campaña que inicia su momento más real. En efecto, ante estas circunstancias, a más de alguien le puede surgir la tentación de perfilar e instalar a la senadora y candidata Provoste en una estrategia en la que, bajo el expediente de un cálculo fundamentalmente electoral, comience a optar y proponer acciones y decisiones sobre los desafíos actuales del país, buscando posicionarse en una suerte de “media estadística” entre los dichos y proyectos de las otras dos candidaturas (Boric y Sichel), con la esperanza de “sacarle una tajada” a cada una, en un ejercicio muy propio a una acción sustentada en una evidente racionalidad instrumental.
Este sería un gran error, el que no solo iría en contra de lo que son las convicciones profundas de la candidata, sino que además no traería la supuesta ganancia electoral.
Hay que construir y recorrer este nuevo sendero y desafío, sin mirar ni al lado ni hacia atrás, porque se corre el riesgo de repetir la historia de la hija de Lot y convertirse en una inmóvil, gastada y rígida opción electoral (estatua de sal).
En medio de las circunstancias socio-económicas, culturales y políticas en que Yasna Provoste debe marcar su presencia y construir un camino junto a los socios de la coalición y a miles de independientes, se debe, con prestancia, con ideas y con propuestas inequívocas, caminar siempre adelante, sin complejos, mirando siempre a Chile y teniendo como referente no las otras candidaturas, sino la construcción de un proyecto histórico de país.
La Unidad Constituyente y su actual líder, constan de experiencias (incluido por cierto los errores e insuficiencias), equipos humanos e ideas programáticas que el país sabrá evaluar adecuadamente.
Para ello, debe situar su plataforma en dos ejes fundamentales:

Instalarse entre las demandas de los chilenos y el componente valórico-cultural que es propio al humanismo cristiano y a los otros humanismos que forman parte de esta coalición. Las transformaciones sociales, si quieren alcanzar grados significativos de logro y un anclaje más profundo, deben incluir también y de manera especial, cambios en lo valórico-cultural, esto es, en las actitudes, hábitos, prácticas y normas que rigen las relaciones sociales. Los cambios de la sociedad deben no sólo afectar a las instituciones y estructuras, sino también a las conductas y comportamientos.

Si bien es cierto los valores no especifican conductas, sí orientan y sí pueden reflejarse en nuevas leyes y reglas de relaciones sociales en variados ámbitos, que derivan más temprano que tarde en conductas diferentes y nuevas.

El eje ciudadano y social. Los cambios sociales deben estar estrechamente vinculados a los ciudadanos, a los movimientos sociales y a organizaciones de la sociedad civil (unidad político-social). La sociedad chilena actual exige desplegar la democracia y agilizar sus procedimientos a diferentes niveles, vinculando a los diferentes actores de manera de hacerlos partícipe y constructores de las transformaciones. De lo que se trata es de desarrollar una estrategia político-institucional que otorgue mayores garantías para la implementación, difusión y vigilancia de dicho proceso, a la vez que se vaya generando una actitud que ponga énfasis en los horizontes colectivos comunes.

 
Si de épica y mística se trata, una candidatura que se establece sobre estos pivotes, dejando atrás errores cometidos y postergaciones ciudadanas, plasmando horizontes de esperanza que superen el escepticismo y en un encuentro intergeneracional interpela a la construcción de un nuevo Chile, sin duda que impregnará sus propuestas y opción política de una narrativa movilizadora y entusiasta.
 
 

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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