Paramilitares en Colombia y la violencia continental



El autor de este libro es el primer egresado del Doctorado en Historia de la Universidad de Santiago de Chile, y esta publicación nace de su tesis “Las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) (1994-2005). Historia de un actor de origen estatal, antisubversivo y de alcance transnacional en el conflicto interno”. Se podría especular acerca de por qué escribir sobre una historia de violencia no chilena, pero se hace evidente la importancia de revisar un pasado-presente signado por violencias de todo tipo, que nos une de manera continental y permite reconocernos en acontecimientos históricos que han marcado (a fuego) a muchas generaciones.
En palabras del autor, el interés en este tema nace para llenar dos vacíos: poco interés desde la historiografía en uno de los conflictos armados internos de mayor permanencia temporal e incentivar el interés por los acontecimientos históricos del continente.
La última frase de la novela La vorágine (1924), “Ni rastro de ellos. ¡Los devoró la selva!”, es el fragmento de una carta que el cónsul de Manaos envía al ministro de Colombia para explicar qué pasó con Cova y sus compañeros. Refiere a la violencia de la explotación del caucho, desde el siglo XIX al XX, una de las primeras vividas por Colombia, que afectó tremendamente a campesinos, etnias y medioambiente, con la destrucción de millones de árboles y generó agudos problemas fronterizos. Su lectura formaba parte del currículum y permitió que varias generaciones conocieran formas de violencia diferentes a las nuestras.

Las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) nacieron en 1997, vinculadas a los hermanos Castaño Gil, fruto de grupos paramilitares de extrema derecha, que sumaron 30000 integrantes y que, entre sus actividades, incluían tráfico de drogas, secuestro, extorsión, en gran parte del país. Si bien la justificación inicial fue la defensa frente a las guerrillas de izquierda, pronto pasaron a alianzas con las élites locales y redes de narcotráfico, multiplicando los grados de extrema violencia hasta ser autores de miles de matanzas de hombres, mujeres y niños.
Uno de los grandes méritos de este libro es dar a conocer, desde la historia y documentos tanto escritos como testimoniales, la presencia y ejercicio de una violencia “privatizada” ejercida sobre grandes grupos y generaciones, frente a la cual nuestros debilitados estados no han tenido capacidad de enfrentarla o no han querido tenerla, porque les han resultado funcionales a sus propios y personales intereses. Todo lo anterior facilitado al extremo por la ausencia del Estado o una presencia extremadamente débil. Con la información de cada página, podemos acceder a las siempre necesarias referencias contextuales, que facilitan entender cómo y por qué estas variadas formas de ejercicio de la violencia han persistido en nuestro continente desde el “descubrimiento” y la conquista, cambiando de objetivos y justificaciones, pero afectando siempre a numerosos grupos y personas, así como a la naturaleza, explotada hasta el exterminio de los recursos.
Otro importante mérito es dar a conocer no solo las telarañas internas de estos grupos, sino también su extensión continental, alimentada por el aparataje que dejaron las dictaduras de todos nuestros países: el modelo económico en primer lugar, pero de manera importante la consolidación de prácticas antidemocráticas que invocaban desde discursos anticomunistas a defensas patrióticas y aparentes búsquedas de paz, que culminaban, con frecuencia, en matanzas indiscriminadas. Es escalofriante el peso de leer, por ejemplo, que desde 2007 Carabineros ha enviado funcionarios de su institución a capacitarse; de ahí, el grupo que conocimos como “Comando Jungla”, que se presentaba como un grupo antiterrorista para combatir la violencia nada menos que en la zona del llamado conflicto mapuche. Las actividades se coordinaban entre el Ejecutivo y Carabineros, hasta que después del asesinato de Camilo Catrillanca, Carabineros ¡suspendió las capacitaciones en Colombia!
Desde siempre, nuestros currículos han privilegiado conocimientos alejados de nuestra realidad, mucho más en épocas pasadas, pero esa concepción continúa prevaleciendo. Sabemos poco de quienes crean cada día en nuestro país en los ámbitos del arte, de la ciencia, de la comunicación, de la educación y de los contextos en que lo hacen; incluso, de aquellas creaciones nacidas del impulso por sobrevivir que, en otros momentos sociales, han tenido relevancia social, cultural, política, porque muestran la necesidad de la presencia de la colaboración y la cooperación en la construcción de un mundo más humano y democrático.
Nos obligan a mirar hacia la lejanía, especialmente Europa, a desconocer lo que sucede en todos los países hermanos de nuestro continente, que han tenido desarrollos históricos similares, signados por la violencia política ejercida mayoritariamente sobre los sectores pobres, y las desigualdades extremas que afectan a la mayoría de la población.
¿Cómo es posible que en nuestras librerías no estén las obras maravillosas, iluminadoras, deslumbrantes, de autores y autoras de nuestro continente, literarias y no literarias? Sin duda, leer es una de las formas de conocer realidades existentes e imaginarias, desde luego. A través de las palabras que alguien encadena podemos ver el surgimiento, las causas, las consecuencias, de aquellos acontecimientos menores y mayores que van marcando nuestras vidas personales y, sobre todo, sus efectos en los contextos sociales, culturales, políticos, económicos, que han signado nuestras vidas.
Vuelvo a este libro, relevo una vez más lo bien que escriben nuestros historiadores, relevo la mirada puesta fuera de Chile que, sin duda, nos enriquece y permite entender mucho de nuestra propia historia, porque prevalece un destino continental, a pesar de que permanentemente se busca negar esa identidad. Recuerdo que, en la vieja escuela pública chilena, hasta avanzado el siglo XX, debíamos aprender y cantar el “Himno de las Américas”; más allá de cualquier consideración, aprendíamos los nombres de todos los países; los versos iniciales eran “Un canto de amistad /de buena vecindad/ unidos nos tendrá eternamente (…). Y terminaba repitiendo “¡Son hermanos soberanos de la libertad!
Termino con algunas citas del libro, que espero despierten el interés por leerlo, porque entrega aportes centrales para interpretar la historia nacional y, por qué no, también nuestras vidas en contextos que, a menudo, sufrieron transformaciones violentas.
(…) “La línea argumental originaria está dada por la falta de Estado junto a su definición antisubversiva, anticomunista y anti movimiento popular: ‘somos víctimas (quienes integramos las AUC) de la falta de Estado en este país’, afirmó Carlos Castaño” (…), p. 187.
(…) “Una argumentación en la misma dirección exponía Salvatore Mancuso el 28 de julio de 2004, siendo comandante de las AUC: ‘Soy hombre de empresa y padre de familia arrojado en las desgarradoras fauces de la guerra’, partía afirmando Mancuso ese día de julio, en medio de las protestas de familiares de las víctimas en el exterior y aclamaciones de sus partidarios dentro y fuera del Congreso”. (…), p. 187.
“Los políticos ‘buscaban apoyarse en una maquinaria que aterrorizaba a los pobladores y a los candidatos de oposición para despejar su camino a la Cámara o Senado’. Los integrantes de las AUC se beneficiaron de contratos con instituciones públicas, recursos del Estado en salud y educación, así como en el acceso a tierras”, p. 191.
Finalizo con el epígrafe del capítulo 5, dedicado a la Ley 975 de 2005, Justicia y Paz, y el periodo de desmovilización. Habla por sí solo y nos recuerda sucesos nacionales de desaparición de personas de las cuales hasta ahora sus familias no tienen respuesta. “Si le sacaran el agua al río Magdalena, encontrarían el cementerio más grande del país”. Éver Veloza García, “HH”, ex jefe del bloque Calima, p. 218.
Creo que a todos nos hace falta conocer más las realidades continentales, reconocer historias comunes, entender la centralidad y vitalidad que adquieren los conceptos de democracia, igualdad, justicia, respeto a los derechos humanos, cuando vemos estos ejemplos de extrema violencia nacidos de relaciones indebidas del Estado con grupos que crecen y se fortalecen al margen de la ley, sirviendo a los señores de siempre a los que todos podemos poner nombre.
Ficha técnica
Patricio García Pérez
“Historia de las Autodefensas Unidas de Colombia”
Editorial LOM, 2021
Santiago, Chile
265 páginas



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