Apaga la luz, cierra la llave



Si la población chilena se dividiera en dos, casi la mitad tendría 35 años o menos. Dos tercios se ubicarían hasta los 45 años o menos según cifras del INE.
En cuanto a crianza y nuevas tendencias, los adultos de hoy somos la generación que está en la mitad del sandwich, los que crecimos escuchando advertencias del tipo “apaga la luz, cierra la llave” para no ser los causantes de que las cuentas de servicios básicos subieran a fin de mes. Sin ser plenamente conscientes fuimos criados con principios sustentables, pero ligados a razones económicas, mientras que ahora estamos criando a niños y jóvenes que nos dicen de vuelta “apaga la luz, cierra la llave”, por motivos medioambientales.
Los adultos somos parte de la generación bisagra de transición y cargamos con una fuerte responsabilidad: heredar a los jóvenes las mejores condiciones para que prosperen y se desarrollen sin dejar de lado el consejo que recibimos de nuestros padres. Porque apagar la luz y cerrar la llave tiene que ver con esos dos ámbitos: crear un mejor escenario económico y al mismo tiempo el cuidado de nuestro medio ambiente.
Como herederos de la generación que debió enfrentar varios miedos en el pasado (nuestros padres vivieron épocas duras de escasez y privaciones) y progenitores de quienes muestran ansiedad y temor por el futuro que les tocará vivir, está en nuestras manos hacer lo correcto para disminuir la incertidumbre y fragilidad que experimentan los niños y jóvenes cuando piensan en el bienestar del planeta en 10, 20 o 30 años más.
A nuestro favor, podemos encontrar en ellos grandes aliados: Nuestros hijos son parte de un mundo más consciente y preocupado por la sustentabilidad. Les importa el comercio justo y la economía circular, en todo lo que hacen y consumen tienen una mirada más verde, inclusiva y sustentable.  Una encuesta realizada por el Programa de Estudios Sociales de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso a fines de 2019 reveló que el 78,9% de los jóvenes reconoce al cambio climático como un problema “actual”. De ellos, 61,7% considera “necesario garantizar el crecimiento económico respetando también la protección del medioambiente”, frente a un 37,6% que incluso cree que “la protección del medioambiente debería ser más importante que el crecimiento económico”.
En el corto plazo, quienes hoy estamos a cargo de liderar y/o asesorar organizaciones públicas y privadas tenemos como gran misión trabajar para cimentar el cambio que necesitamos ver con un enfoque local y global. Tenemos el deber de generar esa prosperidad que entregue tranquilidad a quienes en el pasado “temían” el momento en que llegaran las cuentas y al mismo tiempo, generar las condiciones para el desarrollo pleno y sostenible de aquellos que hoy “temen” un futuro amenazador.
Estoy convencido de que es posible hacer realidad un crecimiento que combine los buenos resultados económicos con amabilidad, cuidado y respeto hacia el planeta y sus habitantes. Ambos mundos pueden convivir, pero para que eso suceda es necesario implementar y poner en práctica tanto políticas públicas a nivel país como estrategias sectorizadas dentro de las empresas, las comunidades, centros de estudio, etc. Más allá de las diferencias, lograr acuerdos transversales y trabajar de inmediato en los puntos que existen en común entre los distintos grupos.
No perdamos de vista que lo que hagamos o dejemos de hacer y que las decisiones que tomemos hoy, son la mejor manera de honrar a la generación anterior y proyectar a la siguiente.
 
 
 

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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