Una clase política desorientada – El Mostrador



Esta semana el presidente del Banco Central, Mario Marcel, expuso frente a la Comisión de Constitución del Senado para explicar los efectos que derivarían de un eventual cuarto retiro de los fondos de pensiones. En la instancia, el economista advirtió acerca del impacto que los retiros están teniendo en la economía y sostuvo que los más perjudicados, de aprobarse la iniciativa, serían los sectores de menores recursos.
Durante su intervención, el mandamás del ente rector intentó ser lo más concreto posible para defender su postura y ejemplificó utilizando un caso hipotético de un crédito hipotecario por 2.000 UF con un dividendo de $ 380.400. Según el análisis, la cuota del préstamo aumentaría a $ 470.767, es decir, el crédito se encarecería en un total equivalente a $12 millones.
Tras la exposición de Marcel, algunos parlamentarios de oposición tomaron la palabra. “La suya es una visión técnica, pero yo legislo para la ciudadanía que está en la calle. Usted no considera la realidad de la gente concreta”, le reprendió el senador Alfonso de Urresti (PS). El parlamentario Francisco Huenchumilla, en tanto, se sumó a las críticas: “Ustedes los economistas de la ex Concertación adoraban a la virgen del puño apretado, no gastar, y ahora rasgan vestiduras porque estamos metiendo plata al PIB”.
Dichas expresiones reflejan una tendencia que hace algunos años se viene consolidando en nuestro país; la clase política está perdiendo toda orientación de la realidad. Aquello queda de manifiesto especialmente en este tipo de discusiones, en las cuales, a pesar de la abrumadora evidencia, los parlamentarios insisten en desentenderse. La mayoría de ellos no buscan, como podrían creer algunos, verdaderos intentos por desestabilizar al Gobierno ni aprovechar este tipo de iniciativas como rédito electoral; su realidad se vio repentinamente desdibujada a partir de la crisis de octubre y hoy su mundo, carente de coordenadas, se asemeja más a aquel descrito por Nietzsche en la figura del hombre que en pleno día encendió una lámpara y corrió a la plaza gritando que buscaba a Dios. “¿Existe todavía un arriba y un abajo? ¿No estamos vagando como a través de una nada infinita? ¿No nos roza el soplo vacío?”, se preguntaba el sujeto tras intuir la muerte de la Deidad.
La incapacidad de la clase política (y en buena medida también de la sociedad) para volver a ubicar un punto de referencia deviene un peligro latente; a quien carece de coordenadas el mundo se le presentará como un caos, como un horizonte desdibujado. Ante aquella confusión, el actuar se aferra desesperadamente a cualquier objeto que lo pueda mantener a flote, y es eso, en términos fundamentales, lo que le está ocurriendo al espectro político chileno.
La discusión acerca del cuarto retiro resulta sorprendentemente útil para ilustrar en términos simples lo recién descrito. Quien, a pesar del peso de la evidencia, vote a favor de la iniciativa, es porque seguramente no tendrá claro si existe todavía un arriba y un abajo.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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