una lucha compartida por la igualdad



Para muchas personas en México, 2021 ha sido otro año en pausa, uno que prolonga la pandemia, pero para los movimientos LGBT+ ha sido de avances en materia legal y de derechos. Esto ha sido gracias a la presión que por años han ejercido sus activistas, como algunas colectivas feministas.
Hoy en México, 24 de 32 entidades reconocen como un derecho el matrimonio igualitario; tan sólo en 2021 se aprobó en Baja California, Querétaro, Sinaloa, Sonora y Yucatán. En agosto, la Ciudad de México publicó el procedimiento administrativo para reconocer la identidad de género de los adolescentes y luego Oaxaca permitió a los mayores de 12 años modificar su género en el acta de nacimiento; en 17 estados hay reconocimiento a las identidades de género; las prohibiciones a las terapias de conversión se están declarando, y el Congreso de la Ciudad de México aprobó una nueva Ley para el Reconocimiento y la Atención de las Personas LGBT+ para combatir la desigualdad.

Cada una de estas victorias ha sido celebrada no sólo por los movimientos arcoíris, sino por los pañuelos verdes y violetas, que también en 2021 vieron la despenalización del aborto en Hidalgo, Veracruz y Coahuila, y la decisión histórica de la Suprema Corte de Justicia de la Nación que resolvió por unanimidad que la criminalización absoluta del aborto es inconstitucional.
Esa unidad entre movimientos feministas y LGBT+ es una historia que converge en distintos puntos, pero el más obvio fue a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, con las sufragistas. “El movimiento feminista es una de nuestras raíces. Ellas fueron las que abrieron —a sangre y fuego, poniendo los cuerpos— la discusión sobre el tema de la sexualidad, el género y la política”, explica en entrevista Juan Jacobo Hernández, cofundador del Frente Homosexual de Acción Revolucionaria (FHAR, 1978) y de Colectivo Sol, AC (1981).
En su historia, los movimientos LGBT+ y feministas señalaron que el tema de derechos humanos necesariamente tenía que incluir derechos sexuales y reproductivos que se habían evadido por asuntos morales o religiosos, pertenecientes sólo a la vida privada y eso llevaba a una discriminación que no se podía nombrar.

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Una historia compartida
Stonewall fue un estallido, una chispa que encendió la lucha LGBT+ en Estados Unidos y se ha mitificado como el inicio de todo, “pero la pradera ya estaba poblada”, dice Juan Jacobo Hernández.
Otra líder de estos movimientos es Gloria Careaga, académica, activista, cofundadora del Consejo Consultivo de El Clóset de Sor Juana y de Fundación Arcoíris. Ella se vinculó a finales de los años 1980 en la Ciudad de México, aunque venía de Jalisco: “Empecé a involucrarme en el activismo por las feministas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), que me invitaron a sus actividades, esto fue mucho más fuerte en el sismo del 85. De ahí pasé a tener contactos con el movimiento LGBT+”.
Ese grupo de mujeres se dio cuenta de que en México no había espacios específicos para lesbianas, que no había reflexión para esta comunidad y fue ahí que juntas decidieron crear El Clóset de Sor Juana, asociación civil en defensa y promoción de los derechos humanos de las mujeres, formada por feministas con diferentes orientaciones sexuales.
“Nosotras pasamos de ser el pecado a la enfermedad, la ciencia vino a rescatarnos, pero nos metió en el catálogo de las enfermedades. Aunque en México nunca ha estado criminalizada la homosexualidad, sí ha sido vista como algo inmoral que se presta a la desacreditación”, explica Careaga, quien recuerda que en 1990 la Organización Mundial de la Salud (OMS) eliminó la homosexualidad del listado de dolencias psiquiátricas.
Y aunque los mayores progresos se han dado en la capital, como las historias de ambos señalan, México ha avanzado en 2021 gracias, en gran parte, a los movimientos locales. “Cuando se sabe que alguien está impulsando algo, nos comunicamos, sumamos esfuerzos, usamos las redes, eso ha favorecido de forma importante. El respaldo nacional le da fuerza al movimiento”, asegura Careaga.
México tiene alrededor de 100 marchas de orgullo en junio, pues no sólo se celebran en las capitales, dice Gloria Careaga: “Eso habla de la fuerza que el movimiento tiene en todo el país. Cada quien está tocando en la puerta de su Congreso para hacerse escuchar”.
En 2021 también se vio un renacer de la marcha lésbica o “marcha lencha”. Aunque en un tono menos politizado a juzgar por la académica, ha sido un esfuerzo importante, pues las mujeres lesbianas enfrentan una doble discriminación por ser mujeres y ser lesbianas. “Pocas veces se nombran, los lesbicidios desaparecen entre los feminicidios. Esa invisibilización tiene mucho que ver con el machismo, porque se ve a las mujeres como que juegan a tener sexualidad (porque no hay un pene involucrado), porque son ‘feas’ y nadie las escogió. Hemos estudiado y descubierto que en las jóvenes lesbianas hay una intencionalidad de pasar desapercibidas precisamente para no ser hostigadas”.
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Pionerxs de los movimientos LGBT+ en México
Las experiencias personales son las que impulsan el activismo, pero es en colectivo que logran tomar fuerza para provocar cambios. Una historia así es la de la doctora en Filosofía de la Ciencia, Siobhan Guerrero McManus, quien a partir de la muerte de un amigo, se introdujo más en el activismo.
“La pareja de él murió y tras esa muerte él quedó muy triste, en ese proceso la familia de su pareja lo echó de la casa donde vivía —entonces no había nada de sociedades de convivencia o matrimonio igualitario—, lidiaba con una profunda tristeza y se suicidó. Para mí fue muy impactante porque me hizo ver la vulnerabilidad que vivió”.
A partir de ese evento, Siobhan Guerrero sintió la necesidad de un cambio en su vida. De filosofía de la biología pasó a estudiar cuestiones de ciencia y género, se acercó a espacios académicos, organizaciones civiles y a otros sitios de lucha hasta especializarse. Además, ha vivido un proceso de transición en cuerpo propio y se ha inspirado en el trabajo, la obra y la vida de la bióloga estadounidense Joan Roughgarden.
Entre las mujeres que recuerda como pioneras de los movimientos LGBT+ en México destaca a Nancy Cárdenas, fundadora del Frente de Liberación Homosexual de México (primera gran figura del movimiento LGBT+, surgida en 1971) y arquitecta de esta estructura; Patria Jiménez, primera diputada lesbiana de México, y Amaranta Gómez Regalado, una mujer muxe que no se asume como un tercer género sino muxe en femenino, activista por los derechos trans y personas con discapacidad.
Entre las más jóvenes y que actualmente generan un cambio importante en la comunidad están Paola Santillán, coordinadora de Mujeres Diversas Yaaj y Pen; Sofía Jiménez Poiré, integrante del Parlamento de Mujeres, impulsora de la Ley de Infancias Trans en la CDMX, temas de aborto y menstruación digna; Alehlí Ordoñez, directora de Litigio Estratégico en Derechos Sexuales y Reproductivos (Ledeser), que ha sido fundamental para matrimonio igualitario, familias lesbomaternales o infancias trans; y Natalia Lane, trabajadora sexual y Asambleísta Consultiva en Copred.
A su vez, Siobhan Guerrero MacManus es parte de esta lista, pues ha hecho ya trayectoria como activista transfeminista. Además de su faceta como académica, es conductora de “Los 41 tropiezos de la heteronorma”, programa de TV UNAM presentado por integrantes de la comunidad LGBT+.
Deudas históricas con la igualdad
Juan Jacobo cuenta emocionado que salir a marchar por primera vez en 1978 requirió de una preparación teórica, física y psicológica, fue algo integral que recayó en el lema colectivo de la segunda ola feminista “lo personal es político”, pues de todas las individualidades estaban formando y visibilizando una sola causa.
Los precedentes de la marcha gay en México conjuntaron varios motivos: los 10 años del Movimiento del 68, de la Revolución Cubana y la derogación del artículo 145 bis (sobre la liberación de los presos políticos). Fue la primera vez que homosexuales politizados salieron organizados a las calles y a partir de ahí se abrieron las puertas a las marchas del orgullo cada mes de junio.
Si un reclamo hace él al movimiento LGBT+ actual es la falta de politización “En los años 1980 el movimiento se apagó porque nos concentramos en atender las muertes por SIDA, en 1990 volvió esta inercia con marchas más nutridas, en los 2000 este acto se comercializó y el gobierno y las empresas comenzaron a utilizarlo. Actualmente, más que exigencias de derechos, se va al plano de la fiesta”, opina.
Lograr el acceso pleno de la población LGBTI+ a la salud, así como a condiciones dignas de trabajo y garantizar el derecho a la no discriminación son algunos pendientes.
“Las personas LGBT+ no estamos pidiendo un trato especial ni derechos especiales, pedimos únicamente los mismos que tienen los heterosexuales”, dice Gloria Careaga.
México es el segundo país de América Latina en crímenes de odio por homofobia, según calcula el Informe 2020 del Observatorio Nacional de Crímenes de Odio. En 2019 se registraron 269 homicidios de personas de la diversidad sexual en el país, una de las formas más extremas de la violencia que se expresa en lo cotidiano: cuatro de cada 10 personas, por ejemplo, se han sentido excluidas y discriminadas cuando asisten a una consulta médica.
Para Careaga, lo más urgente es incluir —como se debe— a las poblaciones LGBT+ en el Plan Nacional de Desarrollo y una campaña nacional que realmente apunte a acabar con la discriminación pues los avances legislativos no necesariamente generan un avance social.
Pese a esa historia donde los feminismos y los movimientos LGBT+ se dieron la mano por la igualdad de derechos, actualmente existe una corriente que va sobre todo contra la población trans. “Algunos espacios que históricamente habían sido aliados, ahora miran al movimiento trans con recelo, con sospecha, incluso con la idea de que los derechos de las poblaciones trans ponen en jaque los derechos de las mujeres. Hemos hecho un esfuerzo para tratar de demostrar que no es así, que no es un juego donde si alguien avanza otra retrocede”, explica Siobhan Guerrero.
Por su parte, Juan Jacobo Hernández considera que son las mujeres trans las que están encabezando la lucha más ardua dentro de los movimientos LGBT+, y explica: “La comunidad gay tiene mucha visibilidad porque ya están heteronormados y se han olvidado de la sustancia. Las mujeres trans son las que actualmente están llevando la batuta en la incidencia política, no han abandonado a su base, sus líderes surgen de las calles, de las esquinas, de los hoteles, son las más comprometidas con la obtención de derechos” opina.
“En las primeras marchas del orgullo LGBT+, las mujeres travestis y trans eran las que abrían la manifestación. A ellas eran a las que se madreaban, las que no tenían miedo, a las que asesinaban por hacerse visibles. Ellas tenían una fuerza y un poder que nosotros no teníamos. Ellas nos fortificaron”, recuerda Herández, uno de los líderes más conocidos del movimiento.
Sin dejar de reconocer los avances alcanzados, las y los entrevistados concuerdan en que aún se debe combatir la violencia estructural en México, pero al menos desde estos movimientos ya hay un camino avanzado que se ve con optimismo.
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