Universidad, libertad de cátedra, y totalitarismo: a propósito de la «ideología de Género»



Hace unas semanas, los diputados Cristóbal Urruticoechea, de Renovación Nacional, y Harry Jürgensen, del Partido Republicano, oficiaron a las universidades de Chile y de Santiago para que informen “cuántos cursos, centros, programas y planes de estudio se refieren a temáticas relacionadas con estudios de género, ideología de género, perspectiva de género, diversidad sexual y feminismo, detallando sus principales características e individualizando a los funcionarios o docentes que están a cargo de ellos”.
Ante esa petición uno puede legítimamente preguntarse, como ya lo han hecho otros, cuál es el propósito de individualizar a quienes dirigen dichos programas o dictan esos cursos. Dudo que sea para entablar una discusión académica sobre sus contenidos. Este acto se enraíza más bien en prácticas totalitarias que nos recuerdan el nazismo, el estalinismo o la dictadura cívico militar chilena, tan cara al sector que representan. También nos recuerda el “macartismo” de la guerra fría, ya tratado en otras columnas.
Las universidades, sabemos, son una de las pocas instituciones que han sobrevivido desde la Edad Media y, además, viven un momento de sorprendente vigor y expansión.
Entre las razones de su enorme capacidad de reproducción y crecimiento se encuentran dos principios que les han permitido desplegar su quehacer sin supeditarse a intereses económicos o políticos: la autonomía universitaria y la libertad de cátedra.
La primera es casi tan antigua como la universidad misma y tiene su origen en Bolonia, Italia, en la concesión que en 1155 hizo el emperador Federico I de Hohenstaufen, llamado Barbarroja, a los estudiantes de la Escuela de Derecho de Bolonia. Gracias a ella podían supeditarse a la jurisdicción de sus profesores y del obispo, y ya no a la autoridad local. Este privilegio quedó implícito en los estatutos de la ciudad en 1245 y fue ratificado entre los años 1274 y 1290.
La libertad de cátedra tuvo un origen más tardío. Si bien la universidad gozaba de autonomía jurídica, estaba sometida a los requerimientos de los reyes y al control dogmático de la iglesia católica. Recién a la Universidad de Halle, fundada en Alemania en 1694, se le liberó parcialmente de la obligación enseñar sólo el canon tradicional y se le otorgó libertad para el pensamiento filosófico. Pero recién las universidades de Göttingen (1734) y Erlangen (1743) pudieron consagrar en sus estatutos la libertad plena de la enseñanza.
Gracias a ello, la universidad comenzó un despliegue sin precedentes como institución formadora y productora de ciencia, imbricándose con la modernidad y racionalismo occidentales.
Cautelar ambos principios fue una de las mayores preocupaciones de Wilhelm von Humboldt, cuyos postulados darían lugar a la fundación de la Universidad de Berlín en 1810 (que más tarde llevaría su nombre), y sentarían las bases de un modelo educativo global que enlaza enseñanza e investigación.
Una y otra vez la política y el dogma religioso han buscado limitar la autonomía y libertad de cátedra. Pero cuando lo han logrado, por ejemplo, en las dictaduras de Europa Oriental o Latinoamérica, sólo han conseguido reducir el dinamismo de la formación, de la producción científica y hasta de la matrícula. Por lo mismo, ojalá no estemos ante un intento de poner freno a la libertad que tanto gustan pregonar.
Tal vez estoy equivocado y los motiva un interés genuino en identificar a quienes dictan esos cursos para iniciar un intercambio académico. En ese caso, me disculpo y sólo me atrevo a sugerirles la obra del destacado sociólogo chileno Jorge Larraín sobre el concepto de ideología. Trabajo que de seguro manejan, pero que no estaría demás refrescar.
Sobre teoría de género, ya que tienen los nombres de las y los especialistas, pueden solicitarles directamente orientación bibliográfica y los títulos de las revistas en las que podrán lucir y someter a debate sus ideas.
Sin duda la comunidad académica estará atenta a sus distinguidos aportes a la educación y la ciencia.



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