Lo que está en juego



El crecimiento y la diversificación de la oferta en la educación superior nacional han provocado, durante los últimos años, grandes cambios en el sistema: no sólo aumentó la matrícula sino también la heterogeneidad entre los programas de estudio de las distintas instituciones. Son variados los ejemplos de carreras que, teniendo el mismo nombre, entregan habilidades y conocimientos disímiles, con las consecuentes diferencias en sus perfiles de egreso.
El Marco Nacional de Cualificaciones para la Educación Superior surge entonces como una herramienta que establece estándares comunes sobre lo que debe saber un estudiante al finalizar un ciclo formativo. A nivel internacional se está implementando desde fines del siglo pasado, pero en Chile aún nos queda camino por recorrer. Resulta imprescindible contar en el país con este instrumento que, si bien se comenzó a trabajar en 2014 en el Ministerio de Educación, todavía no cumple a cabalidad su objetivo de establecer un sistema coherente, transparente y legible de certificaciones. 
En el ámbito de la educación técnica, nos permite ofrecer a nuestros estudiantes trayectorias educativas realmente atractivas para su formación y, además, nos aseguramos de estar capacitándolos en sintonía con los requerimientos del país. El Marco Nacional de Cualificaciones nos da la oportunidad de llevar la educación técnica por la vía correcta, lo cual es fundamental en una economía que requiere cada vez más especialistas en el área. 
La propuesta, sin embargo, considera también otros niveles de cualificación, correspondientes a las credenciales formales que otorga el Sistema de Educación Superior nacional: Bachiller, Profesional de Aplicación y Avanzado, Licenciatura, Magíster y Doctorado, presentando para cada uno de ellos el conjunto de aprendizajes que los caracterizan. Hace falta aplicarla a la totalidad de la formación universitaria, para asegurar así un sistema de calidad desde los primeros niveles hasta el más alto grado del saber.
Teniendo claridad respecto al dominio de cada área, es posible articular con mayor precisión la enseñanza media técnico profesional con la educación superior y el mundo productivo, disminuyendo las brechas que existen entre la industria y la academia. Al entregar una formación orientada al despliegue de competencias que permitan responder a las exigencias del mundo laboral, estaremos contribuyendo al desarrollo del país. 
Gracias a este instrumento, las instituciones podrán tener claridad sobre los desempeños esperados de sus estudiantes, quienes a su vez contarán con información precisa sobre las capacidades que podrán adquirir. Los trabajadores, por su parte, recibirán un reconocimiento formal de su experiencia laboral, entendiendo que los aprendizajes se pueden obtener en contextos formales e informales durante distintas etapas de la vida. 
Los empleadores manejarán mejor los perfiles de los egresados de cada nivel, favoreciendo programas de reclutamiento y capacitación más pertinentes que incluso podrían traducirse en menores costos de entrenamiento. Por último, las políticas públicas tendrán las herramientas para articular de forma óptima los sectores de educación, trabajo y economía. De este modo, tanto en los niveles técnicos como en la educación universitaria de pre y postgrado, el Marco Nacional de Cualificaciones favorece los estándares de calidad, fortaleciendo la transparencia en las cualificaciones y otorgando, además, mayor coherencia al sistema.
Al margen de cualquier encuesta, vaticinio, predicción intencionada o no que se quiera hacer y transmitir, lo cierto es que Chile tiene la oportunidad de dar una lección a todo el miedo que estos últimos meses a circundado por las cabezas de millones de personas. El Poder, se ha transformado en un paciente en estado crítico. Sus últimas inhalaciones y exhalaciones son cada vez más rápidas y entrecortadas, están movilizando todo lo que pueden movilizar con sus últimos suspiros, como agarrados del último santo que les queda para proteger todos los intereses que durante décadas les proporcionaron un paraíso de prosperidad. Es tal la desesperación, que a mitad de carrera de primera vuelta se habían cambiaron de caballo. Sin embargo, saben que el caballo al cual se cambiaron no es un animal dócil, a muchos eso les produce desagrado, pero están entreverados si siguen al final de la carrera con un caballo chúcaro, o viven el tiempo que les queda sintiendo como una gota fría les corre por la espalda. 
El Poder, 4 años atrás se la jugó por completo por un diablo conocido. Su apuesta parecía segura, pero les fue para el olvido y se convirtió en el peor de sus desaciertos. Llegaron triunfantes a apostar sus fichas en un casino pagador, pero con el pasar del tiempo, les produjo la peor de las rachas y la peor de sus borracheras. Quedaron derrotados casi sin tiempo para reflexionar sobre la derrota, porque ha sido derrota tras derrota. Perdieron el control, el orden social, la agenda legislativa, algo de patrimonio financiero, credibilidad y lo peor que los irrita o lo que más lamentan, perdieron la obediencia de aquellos que marchaban en sus vidas aparentemente sometidos. Salió el elefante blanco escondido debajo de la mesa de los 30 años del supuesto “progreso y orden”, y con su salida desnudó en verdad la fragilidad y la frivolidad con la que vivían un pequeño grupo de personas sometedoras de millones, sobre eso fue inolvidable y mítica la frase “Vamos a tener que compartir nuestros privilegios” como confidenciaba la filtración de la primera dama a una cercana amiga en pleno estallido. La burbuja o el largo sueño que se vivía de la ex Plaza Italia hacía arriba, o en las cómodas terrazas de veraneo de Caburgua, Villarrica, Pucón, Cachahua, Zapallar, Papudo, y un largo etcétera de lugares hermosos reservados para unos pocos (los mismos), se les acabó de golpe, o al menos eso vienen sintiendo los protagonistas de ese grupo social, sino no hubiera existido la estampida de dinero hacia el exterior que ha ocurrido por estos últimos  meses, miles del millones de dólares arrancando de lo que para ellos es y será el peor de los infiernos. 
Dentro de su desesperación hace más de 1 año que venían alimentado – por todos los medios posibles – que tendríamos sólo 2 candidatos, Lavín y Jadue. Para ello, como una máquina de querer construir realidad ocuparon un bufón que salía todas las semanas a vociferar esa realidad “Lavín y Jadue”. Al Poder le convenía de sobre manera que la alternativa opositora fuera comunista y que la alternativa oficialista fuera otro diablo conocido. La historia está ahí, fracasaron en todos sus intentos, pero aquello no impidió que dicha máquina lograra contratos millonarios con el gobierno de turno. En fin, Sichel – la carta oficialista – rápidamente perdió el control y el mundo electorero (entre ellos El Poder) lo observó inconsecuente y cada vez más solo. Quedaba, entonces, recurrir a lo peligroso que es y ha sido para el mundo el peor de los populismos, el populismo sociópata. Trump, Bolsonaro, son ejemplo claro de ello, “… personas que ignoran los derechos y los sentimientos de los demás… no demuestran un discernimiento entre el bien y el mal…” a la vista de esa definición de sociópata está un solo ejemplo, la que fue y ha sido su actuación con la pandemia en sus respectivos países dejando miles de muertos por actitudes negacionistas que rayan en lo criminal. Sería muy difícil, o veo muy difícil que Chile aspire a ser parte del club de los países dirigidos por sociópatas, sería un daño irreversible. 
Chile se juega la posibilidad de destronar con pura “democracia” lo que comenzó decididamente hace 2 años. El domingo no existirá o no tendrá lugar la queja recurrente que al Poder se le despojó a causa de violencia, y eso es lo que verdaderamente se vuelve aterrador para aquellos que aún no se dan por vencidos e intentan seguir con el juego de que todo lo que se acerca a aspirar a algo un poco más justo o equitativo, es achacable a una aspiración ideológica violenta. Por ello, la supuesta “paz” y “orden” que tanto pregona como bastión de campaña este tipo de populismo nunca se conseguirá con más violencia y con más armas. Nuevamente apuestan o hacen una lectura conscientemente errónea y falaz que sólo tiene el objetivo de generar más miedo. Lo que realmente cuenta, es que todas las ideologías han fracasado o no dan con el entendimiento de un nuevo orden social y mundial. Las personas que voten en segunda vuelta me atrevería a decir que en su mayoría lo harán sin olvidar que fueron ellas mismas las que – sabiamente – obligaron al Poder a correr el cerco y exigir nuevas reglas para un convivir distinto. Que fruto de ello, está en plena marcha ese genuino triunfo unitario que se plasmó con un 80% de convicción como en ninguna elección que se tenga memoria ¿Qué más revelador que eso? ¿Cómo pretender que ese 80% en menos de 2 años cambiará de opinión para retroceder sobre lo que soberanamente decidió avanzar? Lo lógico es pensar que Chile se juega la posibilidad de consumar ese anhelo. Es el Poder el que deberá entender que las personas y la sociedad chilena no está para la sociopatía de un movimiento populista, que mientras sean ellos los que más se demoren en ceder y asimilar esa idea, más inestabilidad provocarán. Esta elección no se trata de quitarle nada al Poder (como ellos vienen sosteniendo) sólo es plasmar que las nuevas reglas necesitan ajustarse en función de aspirar a una nueva vida, una que sea verdaderamente decente y digna, y que los que encabecen ese proceso deben ser personas que entiendan la envergadura de lo que ello representa.    
Lo que está en juego, es seguir avanzado el camino hacia en nuevo Chile. 

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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