Animalistas del mundo, alejados de la naturaleza



Esta semana, veterinarios, ingenieros de montes, biólogos y representantes de zoos, acuarios, cazadores, animales de compañía todo el país se unieron para mostrar su rechazo a la Ley de Protección Animal. Sí, este pareciera el encabezado de lo ocurrido el pasado 11 de noviembre aquí en México, pero no, esto es lo que sucedió el pasado lunes del otro lado del mundo.En España, desde hace algunas semanas, diversos sectores encabezados por una importante comunidad científica se han unido contra el proyecto de Ley Animalista presentado por el Gobierno en octubre pasado, pues aseguran que amenaza la forma de vida de millones de personas y que ponen en riesgo incluso el bienestar de los animales que pretenden proteger.Además, denuncian que durante la redacción del anteproyecto, el Gobierno no tuvo en cuenta numerosos estudios científicos que señalan perniciosos efectos sociales y graves consecuencias sobre la conservación de la fauna salvaje.“La conservación de la biodiversidad se reconoce unánimemente como una herramienta imprescindible para alcanzar los objetivos de desarrollo sostenible y erradicación de la pobreza”.“Creemos que el anteproyecto de ley que ha hecho público el Ministerio de Derechos Sociales no es un documento sobre el que se pueda seguir trabajando para aunar el bienestar individual de los animales domésticos y la conservación de la biodiversidad. El actual texto denota que en su redacción han faltado puntos de vista y voces críticas que velen no solo por el bienestar individual de los animales, sino por la conservación generalizada de nuestro patrimonio natural. Debería trabajarse en una nueva propuesta…”, se lee en un texto redactado por la comunidad científica nombrado “Derechos de los animales y conservación de la biodiversidad”.Tantas similitudes con el movimiento que encabezamos aquí en México: #BienestarAnimialConCiencia no es casualidad, es una reacción mundial contra una ideología, hoy moda, que comenzó a gestarse en 1970 cuando Peter Singer comenzó un movimiento por la “liberación animal” en Estados Unidos y Europa bajo el concepto del especismo que definió como: “Un perjuicio o actitud parcial favorable a los intereses de los miembros de nuestra propia especie y en contra de los de otras”.Posteriormente, dentro del especismo surgieron otras corrientes más radicales como la abolicionista. Esta es  la corriente que más promueve el veganismo y la idea de que ningún humano debe consumir ni demandar ningún producto cuya elaboración sea de origen animal, bajo el supuesto de que  todo ser sintiente goza del derecho a no ser tratado como propiedad y que todos tenemos los mismos derechos.Entonces, según esta corriente, explica el veterinario Juan Manuel Jiménez Chamorro, una ballena tendría  los mismos derechos que el hombre y ésta tiene el mismo derecho que un pez, quien a su vez tiene los mismos derechos que sus parásitos. Y se cuestiona entonces si los parásitos tienen el mismo derecho que el humano.La realidad es que cada especie es parte de un ecosistema con un funcionamiento propio, donde cada uno cumple un rol. Los ecosistemas tienen un funcionamiento encadenado, donde los animales más sencillos sostienen a los siguientes evolucionados y sucesivamente, hasta llegar al humano. Por lo tanto, hablando objetivamente, no se puede decir que todos los animales tienen los mismos derechos.La pirámide trófica no es un invento del humano, ha existido desde que existe la vida en el planeta. De tal forma que, así como no se puede negar la depredación entre animales, no se puede negar el derecho humano a la alimentación con productos animales ni la investigación biológica, ecológica y veterinaria de diversas especies.En México, España y en todo el mundo, el mal llamado “animalismo” ha alcanzado un radicalismo extremo fuera de toda proporción. Su  desubicación y pérdida de referencias con el entorno real científico, social, económico e incluso ético los ha  alejado del medio rural y ecológico y, por lo tanto, simple y sencillamente se han alejado de la realidad de nuestra naturaleza. Por eso, aquí y del otro lado del planeta, la ciencia terminará por darnos la razón.



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