Escasez hídrica: sin naturaleza, no hay agua



La reciente declaración de zona de escasez hídrica por primera vez en la región de Los Ríos nos debe hacer reflexionar. Esta decisión por parte de las autoridades para una de las zonas donde más llueve en Chile, se toma porque a pesar de contar con más de 1300 mm de precipitaciones estamos con más de 40% de déficit comparado con un año normal.
Nuestro territorio natural (suelo, bosques, humedales, biodiversidad, cultura, otros) se sustenta en cantidades copiosas de lluvia, pero los recientes cambios en la cantidad y en el patrón de precipitaciones (más concentradas durante el invierno), develan el costo de las modificaciones y acciones negativas para este territorio natural. La cobertura exuberante de la selva valdiviana hace que el agua caiga y se infiltre de mejor manera, a la vez que la evaporación de ésta disminuya por el efecto protector de esta cobertura sobre las alzas de temperatura. Todo esto reditúa en mayor y mejor calidad de agua.
Ciertamente, esta declaración asume la gravedad del asunto y moviliza recursos, y es un primer paso para tratar de resolver un tema que es de primerísima importancia: la disponibilidad de agua.
El agua es el recurso más estratégico de una sociedad y por lo mismo, se deben aunar esfuerzos y voluntades políticas para no generar más parches como repartir agua en camiones aljibes, sino que paralelamente invertir en soluciones a corto y mediano plazo que permitan contar con agua en calidad y cantidad en el largo plazo, considerando el fuerte impacto en el cambio de los patrones climáticos.
¿Cómo se aborda? Necesitamos en primer lugar, una política decidida en la restauración de los ecosistemas que han sido degradados, sobre todo bosques y humedales que son los que retienen, limpian y distribuyen el agua naturalmente, entregándola de manera constante durante todo el año.
En segundo lugar, implementar un manejo integrado de cuencas a lo largo del país donde la habilitación de soluciones basadas en la naturaleza puede ser clave para mejorar la ¨administración¨ del ciclo hidrológico en un territorio.
En tercer lugar, urge mejorar la precisión de nuestro entendimiento sobre el ciclo del agua en la región, poblando de instrumentos que permitan monitorear en forma más precisa estas cuencas y que es parte del trabajo que estamos haciendo en la cuenca del Río Cruces con la implementación de una red de estaciones meteorológicas y nuestros ¨robots¨ humedat@ para tener datos al momento de su estado de salud. Todo esto además tiene un efecto en la generación de una cultura de adaptación al cambio climático y cuidado del agua.
Restauración, reuso e instrumentación son las palabras claves para desacoplarnos lo antes posible del uso del camión aljibe, que solo trae más gasto para el Estado, más huella de carbono y no permite que las comunidades humanas se hagan más resilientes y autogestoras para tener agua para consumo, sanitización y producción de alimentos en esta nueva realidad que llegó para quedarse.
Somos parte de muchas voces que han alertado a autoridades y a través de medios de comunicación sobre estos cambios (recientemente a propósito de la baja en el caudal del río Cruces), esperando que esto genere acción política decidida con carácter de urgencia. En simpleza absoluta y directa: sin naturaleza, no hay agua.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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