La economía circular como solución a la crisis medioambiental



La ciencia ha sido clara; plantea una última oportunidad para cambiar la tendencia al alza de la acumulación de gases de efecto invernadero y contener, de alguna manera, las consecuencias del fenómeno sobre la biodiversidad y ecosistemas. ¿Será que podamos mantener la temperatura del planeta por debajo de los 2º C o 1,5 º C para finales de siglo? ¿Qué medidas adoptaremos para ser un aporte en la lucha contra la crisis medioambiental?
Nuestro país se considera altamente vulnerable frente al cambio climático. Contamos con áreas de borde costero de baja altura, áreas áridas, semiáridas de bosques, susceptibilidad a desastres naturales, áreas propensas a sequía y desertificación, zonas urbanas con problemas de contaminación atmosférica y ecosistemas montañosos como las cordilleras de la Costa y de los Andes. Por lo demás, las principales actividades socioeconómicas del país dependen del clima, sobre todo de la disponibilidad hídrica. Algo particularmente preocupante: Chile vive la sequía más compleja del último tiempo.
A grandes rasgos, cerca de un 74% de las emisiones de gases de efecto invernadero proviene de la generación de energía, porcentaje del cual aproximadamente un cuarto de las emisiones corresponde directamente a la producción industrial de materias primas; 18% se asocia a agricultura, actividad forestal y cambio de usos de los suelos; 5% a la producción de cemento y sustancias química y 3% a la disposición y tratamiento de los residuos generados en la cadena productiva y por nuestra forma de consumo y descarte.
Según el Ministerio del Medio Ambiente, 20 millones de toneladas de residuos terminan anualmente en rellenos sanitarios, vertederos o rellenos de seguridad. Se calcula que un 3% de estos residuos corresponde a desechos peligrosos. El cumplimiento gradual de la Ley REP (Responsabilidad Extendida al Productor) surge como una herramienta más para aminorar la crisis medioambiental, obligando a los fabricantes de productos prioritarios a organizar y financiar la gestión y reciclaje de los residuos derivados de éstos, entre ellos: aceites lubricantes, aparatos eléctricos y electrónicos; baterías y pilas; envases y embalajes y neumáticos. Adicionalmente, existen normativas como la DS 43/2015 y DS1483/2004 que regulan el manejo, almacenamiento y clasificación de sustancias peligrosas.
Recalcar la educación para incentivar un comportamiento orgánico de parte de las personas y más aún de las empresas es clave; estas últimas son referentes en la implementación de estrategias que trasuntan en aportes significativos para enfrentar el cambio climático. A la fecha, de hecho, son varias las marcas que se han atrevido a trabajar modelos o negocios sustentables, manteniéndolos en el tiempo porque las ventajas comienzan a ser evidentes.
La economía circular es una solución a la escasez de recursos: disminuye la generación de residuos y la dependencia en recursos naturales y energéticos, reduciendo hasta en un 70% las emisiones de CO2 asociadas a su producción y descarte. Segundo: el actual sistema de consumo pone en jaque el balance medioambiental; la línea de “producir-usar-desechar” no garantiza la supervivencia de todos los proyectos.
Tercero: la tarea de revalorización crea nuevos empleos y mercados, según la Unión Europea para 2030 se podrían implementar 3 millones de trabajos. Cuarto: Los consumidores optan por la compra verde: en Europa un 77% está dispuesto a pagar más a cambio de un producto o servicio ecoamigable. Quinto y último: se ahorra en costos; reutilizar materiales o adquirir materias primas secundarias, optimiza aún más el modelo productivo. No hay por dónde perderse.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



Source link

Related Posts

Add Comment