Reflexiones socioterritoriales y políticas de la victoria de Gabriel Boric



Sin duda, la contundente y clara victoria de Gabriel Boric y de Apruebo Dignidad por sobre la coalición oficialista marca un punto de inflexión en la historia electoral reciente de nuestro país. Desde la puesta en marcha del voto voluntario, comienza a generarse una atmósfera reticente a la participación por la vía electoral, que se une a un ambiente previo de desconfianza, los llamados partidos políticos tradicionales marcados por escándalos de corrupción no lograron atraer a un electorado joven, y no solo eso, sino que comienzan a perder su vinculación, conexión o, si se quiere, ensamblaje cultural y político con los grupos sociales que en algún momento de la historia justificaron su surgimiento. Esta realidad se ve tensionada en el plebiscito por una nueva Constitución, que supera el 50% del padrón, lo cual disminuye con la votación para definir a los convencionales y, luego, parlamentarios. En esta línea, una votación que sobrepasa al 55% y que logra elegir el Presidente con mayor respaldo electoral de la historia, con poco más de 4,6 millones de votos, es sumamente rupturista e interesante cuando se considera la reñida primera vuelta. 
A raíz del espléndido trabajo realizado por el gran Felipe Castro y publicado en su página de cartografías Territorio SIG, a continuación, exponemos una aproximación socioterritorial a la votación del domingo, la cual surge fruto de la sinergia entre Geografía, Sociología y Ciencia Política. En esta línea, a partir de la comparación entre los resultados de primera y segunda vuelta, proponemos algunas claves que pueden ser de interés a la hora de comprender el panorama electoral que emerge desde un proceso con relativa alta participación (porque, ojo, 55% es poco más de la mitad del padrón, por lo que es necesario continuar avanzando en estrategias de incentivo y reconexión a la participación electoral). A priori, asumo todos los límites y errores que pueden poseer estas interpretaciones.
 

Cuando se vota, cambia la cosa: El acto de participar del proceso eleccionario es un acto fundamental para un país que se autodescribe como democrático, debido a que permite que se manifiesten dos elementos complementarios: I) la heterogeneidad de pensamientos y preferencias; y II) las posibles mayorías socionormativas presentes en una sociedad. Así, es fundamental que se implementen medidas de Estado que permitan estabilizar la participación de esta elección, e incluso aumentarla. 

 

Entre la primera y la segunda vuelta existió una mayor participación electoral, aumento que se extiende y se evidencia en la mayoría de las regiones del país, por lo tanto, es interesante consultarse sobre las estrategias implementadas por los comandos para lograr convocar a este electorado. ¿Fue el rechazo a uno de los candidatos? ¿Fue la cercanía al otro? ¿O fueron ambas? Es decir, ¿cómo explicamos esta realidad, por orientaciones políticas activas o reactiva respecto a las alternativas? 
Las comunas más acomodadas de la zona oriente de la capital mantienen un alto porcentaje de votación en ambos momentos, sin embargo, llama la atención que en la segunda vuelta aumenta la participación de todas las otras comunas del Gran Santiago, como, por ejemplo, en Pedro Aguirre Cerda. Esto también, significa que nuevos grupos socioeconómicos plasman sus preferencias electorales, tensionando, la hiperrepresentación del sector oriente que se genera en la conexión entre:  I) un contexto general de baja participación y II) su constante alta participación electoral. 
Regiones extremas del Norte y Sur se vuelven a sentir convocadas al proceso, ahora bien, es muy interesante el aumento de participación electoral en la zona central y sur del país, que además concentran una parte importante de la población nacional, por lo que su aumento en porcentaje puede tener una incidencia mayor en el conteo absoluto de votos, por ejemplo, en las regiones Metropolitana, de Valparaíso y Biobío.

 

Al final, no estábamos tan polarizados: reconquistar de norte a sur y mantener las zonas centrales metropolitanas. La hipótesis de que el país se había polarizado fue constantemente reiterada en medios de comunicación, la débil lógica analítica de los polos se tomó la agenda pública, argumentando que Boric representaba una extrema izquierda y Kast una extrema derecha, y que allí se construía una tensión perversa para el país. Ahora bien, los datos de la segunda vuelta son devastadores para aquella hipótesis, desde mi perspectiva por lo siguiente: la pugna real era entre una centroizquierda socialdemócrata (no una extrema izquierda) contra una extrema derecha, situación que quedó en mayor evidencia luego de finalizada la primera vuelta, donde parte de la extrema derecha, con aires de victoria, se permitió mostrar realmente su perspectiva de país, mientras que Boric vira considerablemente al centro, sin temor a descuidar los votos de la izquierda. Las declaraciones de cercanos a Kast generan rechazos en amplios grupos de la sociedad, en donde, incluso, posibles electores que en primera vuelta habían conectado parcialmente con Kast, con propuestas específicas y no con todo su programa, por ejemplo, con la temática de migración, deciden virar de alternativa. En efecto, aquella polarización era bastante ficticia, Chile eligió una alternativa templada y dialogante, mientras que las 3 comunas siguieron siendo las 3 comunas. Cabe preguntarse: ¿por qué siempre sobrepresentan mediáticamente a estos territorios tan alejados de la realidad nacional?

La zona norte del país, que en primera vuelta comulgó con Parisi, extrañamente vira hacia Boric. Esto manifiesta la poca capacidad de Parisi de influenciar a su electorado a votar por Kast, mientras que al mismo tiempo da cuenta del importante rol de Siches, como una figura confiable, que inspira diálogo y es capaz de convocar a sectores no necesariamente politizados a un proyecto de país. 

El centro metropolitano se defiende. En la Región Metropolitana se intensifica la votación por Boric, mientras que en Valparaíso y O’Higgins se disputan sectores y se logra ventaja. 

El centro sur firme por Kast, desde el Maule hasta La Araucanía se mantiene su liderazgo, probablemente aquí existe un factor cultural interesante de explorar, relativo al poder de la hacienda y el legado conservador-tradicional en la estructuración de relaciones sociales y posteriores preferencias políticas. 

De Los Ríos a Magallanes, la gran victoria del progresismo. Boric y las fuerzas que lo apoyaron, reconquistan, disputan y movilizan a nuevos actores en las regiones del sur, el discurso descentralizador, en conjunto con la propia identidad del candidato, sin duda lograron motivar a estos sectores a participar de la vía electoral. 

 

A modo de cierre de este breve texto, me gustaría relevar el rol que juegan hoy en día las regiones distintas a la Metropolitana en la construcción de la identidad política del país, territorios que muchas veces se sienten desprotegidos o abandonados por el centralismo, o abiertamente explotados para ser convertidos por la propia política pública (por acción o inacción) en zonas de sacrificio. Finalmente, para llegar a la igualdad y a la justicia socioterritorial, es sumamente importante que se maticen los argumentos, que se deje espacios a la heterogeneidad y a construir, desde las diferentes experiencias de vida en las distintas regiones del país, una labor que desde mi perspectiva logró en mayor medida Gabriel Boric. 
 

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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