Miren arriba y también abajo; la negación detona la pandemia



Para la noche del 24 de diciembre ya estaba confirmado por la Secretaría de Salud el primer caso de ómicron en Sinaloa, pero continuó la verbena en Culiacán y hubo fiesta masiva de fin de año en Mazatlán.Este mensaje implícito a la población por parte de la autoridad de los municipios más grandes del estado generó la falsa percepción de que “aquí no pasa nada”.No extraña, pues, que prácticamente en todos los hogares, restaurantes y antros de Sinaloa la población se reuniera para “dar la bienvenida” al 2022.He allí que el domingo 2 de enero los contagios de covid-19 registraron un incremento tan acelerado que ayer ya habíamos ingresado en la temida cuarta ola de la pandemia.Sepyc y Salud anunciaron la suspensión de clases presenciales y si para este momento no hemos ingresado de nuevo a semáforo rojo, el hecho es inminente.Se vio venir desde el momento en que se empezamos a hablar de la pandemia en pasado, lo mismo a nivel personal que en redes sociales. Dramáticamente, cada día son más las personas que se contagian por primera vez, es decir, quienes permanecieron invictos a lo largo de dos años sucumben ante la cepa sudafricana, dada su alta capacidad de contagio.Es difícil entender por qué somos así. Quizá la negación ante la realidad funcione como un escudo de protección, lo cierto es que, en los hechos, resulta ser exactamente lo contrario: nos conduce de modo directo a la enfermedad, la crisis económica y la muerte.Si en lugar de ser simplemente espectadores y analizamos con sentido autocrítico el hit del momento en Netflix, No miren arriba (Don’t look up), podemos quitarle la peluca a Meryl Streep y reconocer en su figura a muchos presidentes cuya frivolidad, compulsión manipuladora, poder enfermizo, ambición desenfrenada, insensibilidad hacia el prójimo y falta de preparación los vuelven nuestros principales enemigos, así los hayamos elegido y reelegido.Más importante aún es reconocernos a nosotros mismos en esa historia. El cometa Dibiasky es la pandemia de covid-19, pero, como en la película, nos negamos a aceptar la realidad que nos golpea en la cara. Algunos prefieren creerles a los políticos y otros a las teorías de la conspiración, pero pocos a la ciencia. Nos creemos inmortales, inmunes como especie a cualquier riesgo de extinción y así se refleja en la frase típica para justificar las reuniones familiares: “Nomás estuvimos nosotros”. Como si el parentesco impidiera el contagio.FEMINICIDIOS INFANTILES. Dos diputadas “con la voz completa”, diría la inolvidable Yudit del Rincón, nos entregaron un momento poderoso en la más reciente sesión del Congreso del Estado y no queremos pasar por alto el suceso.En menos de 15 días, dos niñas fueron asesinadas en el que debiera ser el lugar más seguro del mundo, sus hogares; Valentina, de 13 años, en Mazatlán, el 19 de diciembre, y Alma Delia, de 6 años, en Navolato, el 28 de diciembre.Los presuntos asesinos son el padre de la víctima en el primer caso y el padrastro, en el segundo.Los hechos fueron calificados como “abominables” por la presidenta de la Comisión de Derechos Humanos de la 64 Legislatura, Rosario Sarabia Soto (PAS), quien afirmó que estos delitos de feminicidio agravado van en aumento en el estado.Por su parte, la diputada Connie Zazueta Castro, del PRI, quien durante todo el sexenio anterior conoció de cerca, como directora general del DIF, la crisis de violencia intrafamiliar que agrava la descomposición social que vive Sinaloa, lanzó un exhorto al Poder Ejecutivo para que las políticas y programas en materia de prevención sean eficaces y generen resultados. Así sea.



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