Cuando regresen los “patos”



Creo con plena certeza el que los chanates de Sinaloa son el ave más preciosa que existe. De buenas a primeras aclaro que no tengo el mayor sustento lógico para ese ligero razonamiento pero ese detalle no le quita forma a la idea, en tanto opinión. Simplemente, los chanates son prodigiosos: son pinceladas de la tinta más perfecta cuando vuelan, o al bajar a tierra.Fue en chanates en lo que pensé la lejana noche en que vi el primer capítulo de la magnífica serie Los Soprano. Si bien comencé a ver la historia años después, había sido un 10 de enero, (como ayer), que la historia arrancó sus transmisiones. En dicha producción televisiva estadounidense, que arrancó a finales de los años 90 y finalizó en 2007, se cuenta la historia de un mafioso de Nueva Jersey llamado Tony Soprano (encarnado por el actor James Gandolfini), que a lo largo de la serie intenta equilibrar los problemas de su vida familiar con los de su otra “familia”, la mafia.La historia comienza con todas las ganas desde el primer capítulo, cuando Tony Soprano llega a su primera consulta con una psiquiatra en la búsqueda por resolver situaciones de su existencia. Ahí inicia una “lucha” en la que sin grandes victorias ni acciones heroicas al presenciar la historia nos convertimos en testigos y hasta cómplices de su vida. Y todo ello parte del ataque de ansiedad que le provoca a Tony el que un mal día los patos silvestres que nadan en la alberca de su casa simplemente, toman vuelo. Tal y como hacen en Culiacán los chanates por las tardes.Justo ayer hablaba de ello (la serie, su aniversario y cómo nunca habrá una historia de ese nivel sobre su equivalente ilícito mexicano) con mi buen amigo Juanito, quien daba nitidez a mis argumentos al sentenciar que “a Tony, la pérdida de los patos le genera un fuerte malestar, que se le manifiesta en un ataque de pánico. Y aunque la situación no la vive como un duelo, sí detona en él el síntoma de una ansiedad, que es la posibilidad latente de la pérdida de su familia”, decía mi amigo y algo así le revela Tony a su psiquiatra en una sesión.Por mi parte veo en el ataque de Tony un paralelismo con la vida que hoy vivimos en “nueva normalidad”. Pues en cuanto a la pandemia puede existir una comparativa semejante a la del protagonista de Los Soprano: la atmósfera de incertidumbre y ansiedad que genera una pandemia proviene de una vulnerabilidad constante: uno se puede contagiar o perder a algún ser querido en cualquier instante. Y Tony también vive con una inseguridad paralela, pero debido al riesgo de su trabajo y a sus negocios ilícitos.Hay similitud en la ansiedad que la pandemia ha provocado en la sociedad y la ansiedad que Tony Soprano tiene cuando lo abandonan los patos. La sociedad ha perdido mucho de sus antiguas certezas y como que no termina de poder asirse fuerte a una seguridad.Intento escribir de todo esto en un día en que me levanté con una de esas llamadas que resquebraja las certezas con las que intentamos darle forma a la vida. Temprano me llamaron para informarme que había muerto uno más de mis conocidos. Ahora en la tarde pongo un disco de vinilo nunca antes reproducido que me atrevo a sacar de su envoltura de más de 40 años. Es la séptima de Bruckner, dirigida por Hans Rosbaud. No es mi versión ideal pero no busco el disco idóneo. Pienso en la Vita Nuova (vida nueva) que en colectivo vivimos y cómo se han vuelto a posponer eventos, como la obra de teatro sobre ese increíble personaje que fue Fray Servando Teresa de Mier, y que su autor, Luis González, iba a presentar y actuar este viernes, en el Casino de la Cultura. Como que a todos, la pandemia nos ha aplicado cierta “animación suspendida” y no terminamos de asirnos por completo a la vida a como creíamos que siempre sería. Tal y como Tony desde ese día en que lo abandonaron los patos. Por fortuna ya atardece y aunque algo lejos, la música de Bruckner no ahoga el canto de los chanates. Ello de la misma forma como la esencia cultural y espiritual de la sociedad nos ayudará a retomar rumbos, y quizá hasta asirnos a un “pasamanos” rumbo a un buen mañana.



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