Definición política de la DC: ¿hay algo que todavía puedan esperar los ciudadanos cristianos?



Si la Democracia Cristiana ya no responde a aspectos que son fundamentales en la Doctrina Social de la Iglesia, es válido preguntar cuál sería una buena razón para que use el nombre del cristianismo y afirme que su acción política se funda en un humanismo cristiano. ¿Por qué aplica más el nombre Democracia Cristiana que el nombre Socialdemocracia, Democracia Liberal u otros? Nadie puede desconocer que las raíces más antiguas de la DC están en la enseñanza de la Iglesia en materia social. Sin embargo, ¿desde dónde piensan los DC de hoy cuando hablan de justicia y bien común?
La Iglesia, que en 2006 contaba con un 70% de la población declarada como católica, en 2019 contaba con apenas un 45% (Encuesta Bicentenario UC). En búsqueda del poder y de formar mayorías, naturalmente el partido se ha despojado de su identidad cristiana emigrando desde el social cristianismo a la socialdemocracia. Pero este cambio no ha sido suficiente para conservar el poder, frente a una sociedad chilena que busca transformaciones sociales más rápidas de las que la DC puede ofrecer, y así ha llegado a la renuncia de los principios y valores originales que debían fundar su acción política. Por un lado, ha traicionado su origen cristiano con una paupérrima defensa de la vida y la familia, además de una desconexión con las prioridades sociales, y por otro lado ha traicionado su origen democrático entendiendo la política en clave de competencia electoral y desde un razonamiento político que se reduce excesivamente al puro cálculo. Esto último es evidente cuando se considera que a pesar de ser un partido con vocación de centro, paradójicamente es más capaz de dialogar con el PC al haber compartido coalición, que con partidos de centro derecha como podría ser el caso de RN u otros. Este estilo político también se dejó ver con claridad en el descarte de Ximena Rincón como su candidata presidencial, aun cuando fue elegida democráticamente por sus camaradas.
Si un partido político deja de poner lo más propio de sí mismo en la discusión y la práctica política, no se entiende la razón de ser de ese partido político y, además, se pierde parte de la diversidad de propuestas políticas que pueden enriquecer y fortalecer al sistema democrático. Transitar de una política que busca aportar con una determinada visión de justicia a otra que se entiende y se practica, como se dijo antes, como competencia y cálculo, no parece ser ni bueno ni inteligente: empobrece la vocación política y debilita la democracia. Tener partidos políticos con ideas claras, mutuamente coherentes y fundadas en una comprensión profunda, razonable y comprensible de lo humano y lo social, en ningún caso es ocasión de dificultad para el diálogo político: solo desde el reconocimiento y el respeto de lo que es más propio y de las legítimas diferencias políticas, se puede hablar de diálogo. Es a partir de esto que se pueden buscar puntos de encuentro sobre los cuales construir en común y avanzar juntos. El tránsito entre estas dos formas políticas se aleja de lo que uno esperaría de quienes tienen vocación política y aleja a la política de los problemas reales de las personas y las comunidades.
Cabe reconocer que este tremendo empobrecimiento de la política chilena es un hecho generalizado, sin distinción de color político, y que en particular la DC ya no está siendo una opción política para el mundo social cristiano. Si hace años el mismo partido daba un mensaje de que en democracia las propuestas del cristianismo en materia social permiten realizar cambios que apunten al bien común, haciendo a la sociedad más justa y digna del hombre, hoy lleva el peso de la responsabilidad política por abandonar a muchos chilenos que ahora se ven obligados a elegir entre opciones que les resultan absolutamente ajenas, por ser incompatibles con la fe y la ley moral natural en algunos aspectos.
¿Qué significa ser un camarada demócrata cristiano hoy? ¿Puede la DC seguir llamándose a sí misma Democracia Cristiana? La enseñanza del Concilio Vaticano II sobre el derecho a actuar en conciencia en materia religiosa (Dignitatis Humanae), la justa autonomía de la realidad terrena y el deber de reconocer la legítima pluralidad de opiniones temporales discrepantes (Gaudium et Spes), en ningún caso se traduce en un pluralismo entendido de cualquier forma. Por lo mismo, sería bueno que cada uno de los miembros de la DC pensara seriamente estas preguntas, considerando además que parte de la ciudadanía puede estar esperando algo de este partido que cuenta con una trayectoria relevante en nuestra historia nacional.

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