Incontenible la infausta desaparición de niños y jóvenes



A diario estamos expuestos a todo tipo de información sobre los efectos que el covid-19 (en sus diversas variantes) está generándonos, no solo en el aspecto fisiológico sino también en los ámbitos social, psicoemocional y, muy reiteradamente, en lo económico. Ya hemos hablado en anteriores ocasiones de los riesgos que conlleva este bombardeo informativo (infodemia) que con tantas noticias falsas distorsionan la realidad de los hechos, y que puede terminar por confundirnos o hasta hastiarnos del tema. Y es este hartazgo precisamente el que nos empuja a caer en la displicencia y cerrar los ojos ante los riesgos colaterales que están ocurriendo o se han potencializado a causa de esta pandemia.Uno de estos problemas colaterales tiene que ver con el aumento a la exposición del internet y las redes sociales que están experimentando los niños y jóvenes, el cual ha encontrado en las clases virtuales una justificación idónea para permitirles estar pegados a la pantalla de su computadora, tableta o celular. Esta adicción tecnológica se ha convertido en la mejor niñera para muchos padres y madres, ya que ante ello suelen ceder irreflexivamente el papel que les corresponde en la educación y formación de sus hijos. Como consecuencia de todo esto, ha crecido exponencialmente una de las situaciones que más nos laceran y duelen como sociedad, y es el hecho de enterarnos constantemente de la desaparición de niños, jóvenes y mujeres. No hay un día en que los medios no reporten la activación de una alerta oficial, ya sea el mecanismo Amber para localizar a menores de edad o el protocolo Alba enfocado al género femenino. El aumento de este delito que provoca una inimaginable desesperación y angustia familiares tiene una correlación directa con la facilidad que existe para “socializar” virtualmente, lo que es utilizado por toda una compleja red de delincuencia organizada que sabe cómo llegarles y manipular a las personas, sobre todo cuando se trata de menores cuya ingenuidad los hacen caer en sus garras. Ahora que estamos próximos a conmemorar el Día Internacional por una Internet Segura (martes 8 de febrero), es necesario recapacitar en la forma como nuestros niños y jóvenes se relacionan con los dispositivos tecnológicos, puesto que desde los 10 años de edad ya poseen su propio smartphone, lo que los hace pasar literalmente pegados a estos hasta cinco horas al día en promedio. De acuerdo a datos de la organización denominada Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim), tan solo el año pasado la desaparición de niños, niñas y jóvenes en nuestro país ascendió a 13 reportes diarios, de los cuales desgraciadamente muchos aparecieron sin vida y el 25 % de ellos permanecen aún extraviados. Atrás ha quedado aquella percepción de que las desapariciones tenían como requisitos los sitios solitarios y horas de la noche. Actualmente, los niños y jóvenes son enganchados por delincuentes a través del internet, a través del cual logran convencerlos de ir por voluntad propia a determinado lugar, que puede ser una zona muy concurrida y hasta en pleno día. De ahí, son invitados a otro lugar donde abusan de ellos y, en muchos casos, los hacen parte de ese execrable (pero desgraciadamente rentable) negocio de trata de personas, un delito transnacional en el cual personas sin escrúpulos los compran como mercancía con fines de explotación sexual o como carne de cañón para el traslado de estupefacientes.Existen algunos datos espeluznantes que potencializan o coadyuvan en el crecimiento de estos delitos de trata y corrupción de menores que envuelven a nuestros niños y jóvenes, como el hecho de que una de cada tres adolescentes (de entre los 12 y los 18 años de edad) confiesa haber mandado fotos que se pueden considerar provocativas a petición de personas a quienes solo conocen virtualmente. Y si a eso le sumamos que muchos de estos menores, quienes usualmente navegan en la red sin una supervisión, suelen difundir datos personales como dirección, teléfono, nombre de la escuela donde estudian y hasta fotos familiares, tenemos entonces las condiciones idóneas que prácticamente le ponen la mesa servida a todo tipo de delincuentes.La petición al gobernador Rubén Rocha Moya es para que en nuestra entidad se instrumenten estrategias más eficaces para proteger a nuestros menores, orientándolos tanto a ellos como a sus padres sobre los riesgos a los que están expuestos, sobre todo en el mundo del internet y las redes sociales. Del mismo modo, esperamos una actuación más expedita de la FGE para resolver todos los expedientes abiertos sobre desapariciones que se encuentran rezagados. Sobre este particular, cobra vigencia y relevancia aquel punto de acuerdo aprobado por la Legislatura pasada y presentado por la entonces diputada morenista Yeraldine Bonilla Valverde, donde se conminó a la Fiscalía estatal a implementar la exhaustiva búsqueda de los más de cuatro mil desaparecidos que había en ese entonces. Lo interesante y esperamos que sea un buen augurio, es que la ahora exdiputada Bonilla es subsecretaria dentro de la Secretaría de Seguridad Pública, que es donde se pueden desarrollar programas focalizados en una fase preventiva, a efecto de contrarrestar el crecimiento de aquellos delitos como el secuestro, el acoso y explotación cibernética que amenazan a los menores de edad.



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