Baradero Día 1: el rock sigue más vivo que nunca


La ceremonia del verano arrancó, el paisaje es algo así: remeras colgadas por donde se quiera mirar de bandas de todos los géneros, procesiones cuasi religiosas hacia el lugar donde empieza y termina la magia, arengas que aligeran la espera, cuerpos que vibran y el resplandor de un escenario que ilumina con su energía, ritmo y calor, mucho calor.Después de dos años de parate pandemial, el “Rock en Baradero” volvió a encender el interior de la provincia de Buenos Aires en el Anfiteatro Municipal local.A diferencia de aquella primera edición en el año 2015 con un line up que se caracterizaba con un rock más pesado y barrial, ahora el “Rock en Baradero” invita a disfrutar de dos días de diversidad musical y de géneros con su propuesta de elección de tres escenarios: “este” y “oeste” como principales, y otro alternativo: “barranco”.

En este primer día pasaron las primeras horas de la tarde, y los primeros en encender la llama poguera en los escenarios fueron: Aye Lobato, Arde la Sangre, Barrios Bajos, Ojos Locos, Sexto Sentido, Los Tabaleros, Marina Fages y Ciclonautas como la primera tanda de rockeros. Pero sin dudas los clásicos que unen generaciones enteras llegaron de la mano de Fabiana Cantilo que con su histrionismo conquistó todo justo al atardecer, la hora perfecta, la famosa “golden” para bailar al ritmo de “Mery Poppins” y el resto de sus infaltables. Fabi regaló 10 canciones que casi no tuvieron pausa entre sí.

Como una reina indiscutida, Fabi rockeó.

Si bien los recitales casi siempre se suelen asociar a la “fiebre de la juventud” y por ende solo este rango etario sería el privilegiado de ser parte del rock, esta idea se cae cada vez más cuando nos cruzamos con familias enteras que van a ver a su banda preferida. No es rara la imagen de un nene sentado en los hombros de su papá al ritmo del salto en una hinchada. Eso sí, acá las hinchadas rockeras se juegan el puesto con las futboleras de quién tiene más aguante: la cosa viene muy pareja, eh.Es que de eso se trata, de crear y habitar espacios de placer, con los cuidados responsables y pertinentes por la presencia de los más chiquitos, pero sin dejar de disfrutar por esto: no es un impedimento. La sensación es vivida por todas las edades. Y así fue que miebntras la tarde fue transcurriendo y con el público cada vez más excitado, Coti llegó culminó esa emoción. Desde la carpa de prensa que está al costado de los escenarios y un poco más apartada, escuché como quien no quiere la cosa: “Arranca Coti, vamos que esos son todos hitazos”. Sentí que la invitación también me la hacían a mí porque no se equivocaban: puede gustar más, puede gustar menos pero Coti tiene esas canciones que no faltan en un fogón, en un desamor o en un rock. Arrancó “Antes que ver el sol” y le siguió “Días”, “Luz de Día”, “50 horas”, “Dónde están”, “Lento”, “Otra vez” y culminó con “Nada fue un error”. Coti tiene clásicos y se corearon todos.

Coti y sus brillantes le hicieron honor su repertorio con los clásicos.

Para subir un poco la intensidad de guitarras y volumen en el escenario llegó “La H no murió” con el heavy metal. Sin embargo, el juego de momentos y variedad musical se disfrutó porque entre grupo y grupo existió el momento para darlo todo y poguear, para después llegar al respiro para bailar y dejarse llevar. Por eso pasadas apenas las 21:20, Nompa desembarcó en el escenario con su reggae que invita casi obligadamente a relajar y aflojar.Después fue el turno de “Caras Extrañas”, la nueva banda de Mauricio “Junior” Lescano, vocalista de “La 25” que debutó en su primer recital festivalero, con clásicos y canciones nuevas que fueron agitadas con las típicas banderas que los siguen a todos lados desde La 25 y ahora, desde agosto del año pasado, con esta nueva propuesta.Si bien hasta acá todo transcurrió en un correctismo musical y sin fallas por parte de cada artista, tocando sus canciones y dejando el lugar al siguiente, a las 23:10 la cosa tomó otra energía y otro color. No voy a simular objetividad porque no la hay, pero me voy a apoyar en lo que vibró el público cuando, me pongo de pie, Bándalos Chinos irrumpió con su glamour en el escenario.Al ritmo de “Mi Fiesta” una de sus nuevas canciones que será parte del próximo disco, el sexto de su carrera, Goyo Degano desparramó personalidad, sensualidad y mucha, pero mucha compenetración con el público. Me animo a decir que me recordó a un Federico Moura en su esplendor.El viejo y conocido “dejaron todo en el escenario” se vivenció en el escenario este del Baradero Rock. Con una sensación cuasi hipnótica, la banda en su totalidad con cada músico luciéndose en su tarea, descosió las nueve canciones fueron literalmente una fiesta.El indie dijo presente y demostró que puede cautivar a una audiencia tan distinta como la propia y como la que está acostumbrada el Baradero Rock. “Una propuesta” es otro de sus nuevos singles que ya mostró la fuerza del pop que los caracteriza y letras pegadizas en las que nadie se puede quedar sin bailar. La euforia sobró e hizo estallar a Goyo en el público al que se tiró literal con la arenga que lo sostenía.Después vino el turno de Guasones para volver a la esencia baradera con su rock, lo siguió la cumbia y hip hop de Sara Hebe, quizás la más diversa en cuanto a género musical de acuerdo a la propuesta inicial de hace unos años del festival, pero con ella quedó demostrado que cada vez se desdibuja más el prejuicio de convivir en un mismo espacio, y lo más difícil, con un mismo público ante tanta variedad.

Cucho, un frontman que sabe de fiestas.

Y como no podía ser de otra manera, la banda más fiestera del rock o una de ellas, para no dejar a nadie afuera, cerró la noche con un broche de oro y con la energía a flor de piel. Los responsables de tal fiestón fueron sin dudas los Auténticos Decadentes que con una auténtica actuación, como hacen siempre, regalaron alegría a todas las generaciones presentes. Los Deca no fallan, y el público que sigue a la música, tampoco.Más de 20 mil personas disfrutaron (y disfrutamos) del primer día de un festival que busca posicionarse no solo en la provincia de Buenos Aires como polo rockero, sino también en el país, para demostrar que el rock sigue vivo, que el rock no murió como dicen algunas malas lenguas con cierto resentimiento, y que lo nuevo se une con lo clásico y/o viejo para regalar un placer íntegro para cada gusto, pero siempre compartiendo en el mismo lugar, cruzando estilos, experiencias, historias, y todo bajo la misma premisa: “Disfrutar y vivir la música”. Después de tanto mambo y dolor con dos años en un mundo que se vio sorprendido por un inusual virus que vino a cambiar todos los esquemas, poder volver a experimentar la simpleza de un recital, se volvió un ritual al que nunca más queremos faltar. 
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