La gran Lupita



Como en las viejas películas de Hollywood, bajo su molde más convencional, nunca faltaba un héroe con su villano favorito.
Ahora, se reproduce tal argumentación en la vida real, en vivo y en directo desde Palacio Nacional, a través de las conferencias mañaneras del presidente López Obrador, aunque empeñado en ser un falso héroe que requiere inventar contrarios con grotescos y truculentos recursos.
Suele entonces recurrir a una serie de combates contra los periodistas, añadiéndoles etiquetas adulteradas como el que se trata de emisarios oscuros y retrógrados que se resisten al cambio (supuestamente emprendido por él), encaramados en poderes económicos que los alquilan para golpear.
Una farsa que salta a la vista y es tan ajena y lejana a los verdaderos problemas del país y sus posibles soluciones.
Lo mismo embiste a periodistas con furia descontrolada y vengativa, de la prestigiada talla de Carmen Aristegui, Denise Dresser o Carlos Loret de Mola, desparramando mentiras a granel.
Viene también a propósito el comentario, porque el sábado pasado mi compañero Alejandro y yo, visitamos en su casa a una periodista y escritora de altos vuelos, como lo es Guadalupe Loaeza o mejor dicho con todo cariño la gran Lupita.
Justo ahí platicamos del desastre del lopezobradorismo, y peor aún, de lo que todavía puede desencadenarse en lo que resta de su sexenio e incluso que pudiera continuar influyendo funestamente en el siguiente sexenio.
En lo personal, hice énfasis en el abandono de la cultura, e igual Alejandro, que mostró su desencanto pues siendo hijo e integrante de una familia de destacados periodistas, reprueba el trato que les da AMLO, además de recordar que cuando fue servidor público en el Gobierno de la CDMX, atestiguó la manera de ser y actuar de él, a momentos pedestre, autoritario, narcisista, voluble o ingrato.
Pero más allá de tan peligrosas y preocupantes tragicomedias, reconocimos en Lupita a una mujer lúcida, vigorosa y optimista, que lucía además guapa y distinguida como siempre. En especial, a esa mujer talentosa que ejerce el periodismo sin trabas ni autocensuras y que tanto resplandece por su visión crítica de los gobiernos en turno, cuando fallan por ineptitud y deshonestidad. Igual, disfrutamos de las atinadas intervenciones de Enrique, su leal y solidario esposo, como también muy buen amigo nuestro.
Nos despedimos en la certeza de que recuperará plenamente la salud y de que nos seguirá aleccionando con sus relatos inteligentes y llenos de humor en Reforma, o cada vez que tengamos el privilegio de dialogar con ella.
Va entonces otro gran abrazo, Lupita querida



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