Ucrania es la punta del iceberg



La situación en Ucrania es crítica, y en el corto plazo es muy difícil predecir qué pasará. Pero sí sabemos que detrás de la invasión hay cambios geopolíticos que durarán muchos años. El orden mundial está cambiando. Hace 50 años Henry Kissinger visitó China en secreto. Creía que las relaciones entre China y Rusia eran tensas y que incorporar al país asiático al comercio internacional podría —además de beneficiar a ambos países— presionar indirectamente a la Unión Soviética. Tenía razón. Nixon firmó un tratado con Mao, y el crecimiento económico logrado permitió que los soviéticos no pudieran mantener el ritmo de gasto en armamento. Hoy vivimos la situación contraria. China ha continuado creciendo y Estados Unidos ha perdido su posición de líder absoluto. Rusia es hoy un factor de desbalance a favor de China. El apoyo chino permite que Rusia use su fuerza militar y presione a Estados Unidos en un momento en que su posición de deuda y economía se encuentran debilitadas. El nuevo protagonismo de Rusia no se debe al liderazgo de Vladimir Putin; es la debilidad de Estados Unidos lo que permite que sea estratégico para Rusia imponer su posición por la fuerza. Si Estados Unidos mantuviera su posición hegemónica Ucrania jamás hubiera sido invadida. Veamos por qué. Rusia dice invadir Ucrania porque teme que la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) instale misiles nucleares en su frontera y a corta distancia de su capital. Sin embargo, la OTAN se ha expandido en numerosas olas y ésta es la única en que Rusia invade preventivamente a un país interesado en unirse. En contraste, desde el 2014 se han registrado actividades bélicas rusas de alto impacto: la adhesión de Crimea, el apoyo al régimen Sirio, y el envío de “tropas de paz” a Kazajstán. Estados Unidos ya no tiene la fuerza de los 90 y Rusia lo sabe. Esto es evidente desde el punto de vista chino. Hoy son “la fábrica del mundo”, líderes en tecnologías como el 5G y su PIB llega al 70% del americano con proyecciones de superarlo. El liderazgo chino permite que países como Rusia dependan en menor medida del sistema financiero y económico occidental: la sanción europea que impide a Rusia vender gas natural era predecible y no podemos descartar acuerdos de compraventa con China. El equilibrio de poder cambió y presionar para mantenerlo sólo traerá más tensiones. Por suerte existen alternativas para occidente: Estados Unidos podría avanzar hacia una unión política con países que comparten sus valores (los países de origen anglosajón y hasta la Unión Europea). Lamentablemente, para que estas iniciativas prosperen se requiere que los estadounidenses reconozcan que perdieron su lugar privilegiado; difícil pero no imposible. Ucrania es la punta del iceberg que significa la reorganización del poder en el plano internacional. Esperemos que nuestras autoridades ya hayan definido una estrategia acorde a la magnitud del desafío.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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