El país sigue en crisis



El país sigue en crisis. La crisis social de octubre de 2019 aún continúa. Nada ha cambiado. El actual Gobierno del Presidente Gabriel Boric está recién dando sus primeros pasos en un intento de gestionar la crisis de la democracia representativa actual, la cual no es de este Gobierno, sino de los anteriores. Por tanto, la gestión de la desilusión, como lo han señalado algunos analistas, será clave en su mandato.
En ese marco, en estos últimos días han ocurrido dos acontecimientos que quiero enfatizar (hay otros), que provocan ya las primeras desilusiones: primero, la fallida visita de la ministra Izkia Siches a La Araucanía (nominada por el Gobierno como Wallmapu), quien fue recibida bajo disparos “disuasivos”. Un momento tenso, sin duda alguna, que refleja un tema delicado que debe enfrentar el Gobierno de Gabriel Boric en torno a lo que ocurre en la zona sur, y en el cual la ministra abre una puerta insospechada: una eventual escisión del territorio chileno ante la demanda de la CAM, que pretende convertir el Wallmapu en un país independiente.
Hay que observar este asunto no solo como un problema con las forestales, sino como un conflicto entre Estados (Estado chileno y el “Estado mapuche”). A mi juicio, la CAM se basa en la lógica de “lucha armada por la independencia” como la ETA en el País Vasco o el IRA en Irlanda del Norte, dos organizaciones terroristas que nunca consiguieron sus objetivos (solo un triste historial de atentados y víctimas inocentes). Al respecto, hace muchos años, páginas de internet pro mapuches (recuerdo el portal Mapuexpress) exhibían información de contactos con militantes de Herri Batasuna (Unidad Popular) o de dirigentes mapuches viajando a Dublín a la sede del Sinn Féin. Esto hace pensar que esta lógica señalada es una planificación de larga data en sectores radicalizados mapuches.
Mientras el Gobierno no dé soluciones que sean conducentes hacia esos objetivos, la violencia de estos grupos continuará. Tengo la impresión de que el Gobierno de Boric no dará mayores soluciones a ese territorio. ¿Es el Estado de Excepción una buena medida para acabar con la violencia armada? Me atrevería a decir —a modo de propuesta alternativa— que una solución sensata sería convertir al Wallmapu en una comunidad autónoma, así como existen precisamente en el País Vasco, Cataluña y Galicia en España. Vale decir, que este territorio disponga de su propia policía, medios de comunicación en lengua mapudungun, señaléticas en su idioma, la wenufoye en todas las administraciones públicas, etcétera. Quizás esa podría ser una alternativa para calmar las acciones de violencia en ese sector, pero también es cierto que esto tendrá mucha oposición en una región que generalmente vota a la derecha política y sectores mapuches que no se sienten representados por la “independencia”.
Segundo, la designación de embajadores sin ningún tipo de credenciales en cuestiones diplomáticas, como el caso de Bárbara Figueroa, comunista, expresidenta de la CUT, ahora como embajadora en Argentina, pero sin trayectoria como diplomática, además con un historial de gestión al cargo de la CUT sin grandes transformaciones. (Aunque esta designación de Figueroa responde a otras razones relacionadas con relajar las tensiones entre el Gobierno y el Partido Comunista). El otro es Sebastián Depolo, militante de Revolución Democrática, profesor de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Chile, y ahora como embajador en Brasil. (Dudo mucho que el profesor Depolo sepa, por ejemplo, hablar portugués, que es un requisito mínimo para ser embajador en Brasil).
Con todo, el problema de estas designaciones de Figueroa y Depolo es que, en la campaña a la Presidencia, Gabriel Boric señaló el término de los “pitutos” en política. Una contradicción que acelera aún más la desafección política y profundiza la crisis del país. Sin embargo, la crisis es una característica de este tiempo “líquido” (como decía Bauman), y del cual debemos acostumbrarnos a vivir, porque la crisis será una constante.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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