Científicos chilenos buscan erradicar mitos sobre la hormona de la sexualidad



Investigadores del Instituto de Ciencias Biomédicas de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile (ICBM) exploran el posible impacto que a nivel cardíaco podría generar la administración en humanos de la testosterona, la hormona sexual habitualmente asociada a la masculinidad.
Desde su descubrimiento, en la primera mitad del siglo pasado, el consumo de esta sustancia secretada por las células de los órganos sexuales, en el caso de los hombres (aunque también se produce en menor nivel por las mujeres), no ha hecho más que aumentar.
Solo en Estados Unidos, por ejemplo, se prescriben más de cinco millones de recetas cada doce meses, con un incremento del 20% anual.
El mercado de la testosterona se comenzó a masificar a pocos años de su descubrimiento, en 1935, que luego le valdría el Premio Nobel de Química en 1939 a los dos científicos que la sintetizaron por primera vez: el bioquímico alemán Adolf Butenandt y el científico croata-suizo Leopold Ruzicka.
Se cree que su uso se masificó durante la segunda guerra mundial, debido a dos motivos: era utilizado por los soldados alemanes en el campo de batalla y tras el fin del conflicto bélico se le administró a los sobrevivientes de los campos de concentración para ayudarlos a recuperar masa muscular.
En el ICBM, el Dr. Manuel Estrada, académico del programa de Fisiología y Biofísica de ICBM, lidera un laboratorio enfocado en comprender los efectos que la testosterona podría tener en el organismo, principalmente en la función cardíaca de los individuos. Y es que pese a su extendido uso, la administración terapéutica de esta hormona continúa siendo un tema controversial.
Esto, principalmente, debido a sus posibles efectos adversos terapéuticos, una premisa que este grupo de investigadores chilenos busca erradicar. O al menos, matizar, ya que, advirtieron, estos potenciales riesgo solo ocurren en un mínimo número de individuos, de manera limitada y debido a una administración errónea.
“La limitante para utilizarla como anabólico son los problemas cardiovasculares que se han manifestado en algunas personas. Sin embargo, los resultados que hemos observado a lo largo del tiempo en nuestros experimentos indican que los beneficios superan a los riesgos, que son marginales”, explica el Dr. Estrada, líder del laboratorio de endocrinología celular.
El especialista llevó a cabo diversos proyectos de investigación en los últimos años, con el propósito de determinar a qué concentraciones fisiológicas la testosterona podría ser beneficiosa en sus aplicaciones terapéuticas.
Concentraciones fisiológicas 
El principal objeto de estudio de este laboratorio del ICBM es la exploración de vías celulares relacionadas con los efectos de la testosterona en el organismo. “Nuestro foco es estudiar lo que conocemos como vías de transducción de señales para evaluar los impactos de esta hormona sobre las células y los órganos”, puntualizó el Dr. Estrada.
¿Por qué considerarla como una hormona terapéutica? “Es la principal hormona anabólica-androgénica del cuerpo. Por eso, desde nuestra perspectiva, para tratar la pérdida de masa muscular, es más deseable utilizar testosterona que otra droga u hormona análoga de formulación química, cuyos efectos anabólicos y androgénicos pueden estar menos controlados. Uno podría decir que los niveles altos de testosterona son complicados, y los bajos también, pues la deficiencia se asocia a problemas metabólicos como diabetes o  síndrome metabólico”, sostiene.
“Sin embargo, su uso a concentraciones fisiológicas puede ser una buena práctica para hacer terapia de reemplazo hormonal o, eventualmente, tratar a personas con incapacidad de movimiento a causa de una pérdida de masa muscular. Esto dependerá de administrar las dosis adecuadas en función de las concentraciones fisiológicas que permitan que la masa muscular no decaiga en la vejez. Que la persona se mantenga en movimiento y autovalente es impagable”, asegura.
Algunos de los beneficios de conservar los niveles fisiológicos de testosterona a lo largo de la vida son mantener un humor positivo, prolongar una vida sexual placentera (motivación, deseo, ánimo y rendimiento), alcanzar una mayor fortaleza muscular y densidad mineral de los huesos, aumentar la grasa magra del organismo y equilibrar los niveles de hemoglobina.
Entre los riesgos, posibles, la atrofia testicular, la apnea del sueño y la policitemia o aumento de células sanguíneas (una condición que ocurre cuando la médula ósea produce una cantidad anormal y excesiva de glóbulos rojos y plaquetas en la sangre; este incremento anormal de glóbulos rojos puede causar que la sangre se espese y coagule).
Al respecto, el Dr. Estrada ha propuesto que los niveles bajos de testosterona se asocian a sarcopenia, que corresponde a la pérdida de masa muscular por efecto de la edad, y que los niveles normales o tratamiento con dosis bajas podrían retrasar el desarrollo de esta complicación en el adulto mayor.
A nivel cardíaco, en tanto, estos riesgos tienen que ver con las hipertrofias, es decir, el crecimiento anormal del músculo del corazón, aunque aún no se sabe si estos son de carácter fisiológico o patológico. “Eventos como infartos al miocardio o isquemias son mínimos, a excepción de personas con historiales médicos o enfermedades previas”, puntualizó el investigador.
Según expuso el académico, dichos efectos adversos o nocivos se vinculan con el uso a concentraciones suprafisiológicas, lo que podría ser tan dañino para el organismo como cuando no existe testosterona. Los resultados observados por el laboratorio de endocrinología celular del ICBM arrojan que, incluso, la hormona sexual podría tener efectos cardioprotectores.
“La concentración en la que uno reemplaza la hormona no pueden ser iguales a las que tenía a los 25 años si tiene 50. Debe ser adecuado a la edad. Porque ahí se originan los problemas cardiacos descritos en hombres durante estos tratamientos: cardiovasculares, problemas de crecimiento de la masa prostática (no acreditada su relación con el cáncer), policitemia y aumento de glóbulos rojos”, afirma el Dr. Estrada.
Potenciales blancos terapéuticos
Los hallazgos realizados por el laboratorio alojado en el programa de Fisiología y Biofísica de ICBM han permitido establecer cuáles vías celulares se activan en el músculo cardíaco. Dicha información, asegura el científico principal de los estudios, podría orientar mecanismos de prevención o alternativas terapéuticas que maximicen los beneficios, y reduzcan las consecuencias nocivas de su administración.
“Para que la testosterona pueda producir hipertrofia tiene que activar una increíble cantidad de vías. Poco a poco, en nuestros estudios describimos cada una de estas vías. Dicho en simple, las células tienen vías de crecimiento y de anti crecimiento, que tienen que estar en equilibrio dentro de su interior. Estas vías de hipertrofia o anti hipertrofia controlan el tamaño de la célula”.
Y añadió: “En experimentos en modelos animales se ha visto cómo ratones que llevan al máximo su capacidad anabólica cuando no existe contrapeso en la célula. Para lograr la máxima hipertrofia se necesitan las dos: anabólico o hipertrófico, y uno que inhiba la hipertrofia”. No obstante, aclaró, el cuerpo humano cuenta con mecanismos de compensación que hacen que, en condiciones naturales, esta secuencia sea menos lineal.
Los reportes, destacados por la comunidad científica internacional en los últimos años, contemplan hallazgos en modelos experimentales in vivo y también en cultivos celulares, con el propósito de evaluar diversos parámetros asociados a estos procesos celulares y de diferentes órganos.
Estos trabajos también han permitido establecer cambios en el perfil metabólico de las células cardíacas como consecuencia de la presencia de testosterona. Estos se relacionan con la activación de vías del metabolismo de la glucosa que modifica el consumo de ácidos grasos por parte de estas células no proliferantes (las células cardíacas son siempre las mismas desde el momento en que uno nace).
“Es una especie de cambio de chip para pasar de que estas células cardiacas se alimenten de grasa a glucosa”, precisó el investigador del Instituto de Ciencias Biomédicas.
La hormona de la masculinidad
Aunque la presencia de esta hormona no es exclusiva del hombre (las mujeres disponen de ella en menores cantidades), la testosterona es habitualmente asociada a la masculinidad. En el género femenino, por el contrario, la principal hormona sexual es el estrógeno. Estrada describió que los niveles de ésta sustancia en el organismo van evolucionando a través del tiempo.
“En los hombres, los niveles de testosterona son bajos en la infancia, pero aumentan mucho durante la pubertad y la adolescencia. Luego de eso, llega a un máximo cerca de los 25 años, que es la edad en que mayor cantidad existe. Y desde entonces, los niveles solo disminuyen. Incluso hasta, en algunos casos, alcanzar la andropausia, es decir, bajísimas cantidades de testosterona. Sin testosteronas se producen una serie de problemas metabólicos, porque se ha demostrado que es capaz de regular el metabolismo”, explica.
Pese a esta comprensión, el científico aseguró que aún no existe un total conocimiento sobre los mecanismos de acción de la testosterona en sus diversos tejidos blancos, y este es uno de los propósitos para la labor que han venido realizando en los últimos años en el laboratorio de endocrinología celular de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile. A su juicio, este puede ser un tema contingente en los próximos años, debido a que el aumento en los problemas de obesidad, vejez y salud mental asociados al estrés se vincula con una caída en los niveles de testosterona.
“Uno pensaba que sabía todo sobre esta hormona, pero cada vez nos damos cuenta que hay aún un montón de información por conocer. Su uso a nivel terapéutico tiende a ser mal mirado, pese a que vemos que los riesgos son mínimos. Por eso, nuestro principal objetivo es determinar qué vías se activan con su uso en la célula y, más importante aún, determinar con exactitud qué concentraciones son fisiológicas para cada edad para evitar condiciones que disminuyan las concentraciones plasmáticas o incentivar la terapia de reemplazo hormonal. Esta es habitual e inmediata en la mujer tras la menopausia, pero en hombres no ocurre lo mismo”, finaliza.



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