Reparación para mujeres víctimas de violencia en Ausencia/Presencia, la última propuesta artística de Janet Toro



Alguna vez te has cuestionado ¿cómo el arte puede ayudar a reparar una historia de violencia en la vida de una mujer? Un ejemplo de esto fue la performance ausencia/presencia que la artista visual Janet Toro Benavides presentó en la explanada del Museo de la memoria y los Derechos Humanos en el marco de la muestra colectiva “Rebeldes, laboratorio experimental de prácticas feministas”, instancia que puedes conocer hasta el mes de agosto en dicho lugar.
La performance fue planteada como un acto realizado por única vez a lo largo del ciclo y contó con la participación de diez mujeres que fueron víctimas de violencia en lugares como Villa Grimaldi o la venda sexi en la dictadura militar. En entrevista con El Mostrador Braga, la artista y autora de la muestra explicó que “más que una performance es un acto de liberación y catarsis a través del cual estas mujeres logran sintetizar su experiencia”.
Para este propósito, utilizó distintos elementos como el espacio de la explanada, una instalación de sillas negras que ubicó frente al bandejón de calle Matucana, pero lo más importante fueron los cuerpos de las accionistas. En este sentido, Toro explica que, “además de generar un proyecto performático, el objetivo es proponer un trabajo corporal que les permitiera a estas mujeres plantear una relación distinta con su cuerpo y la vivencia del horror”, comenta.
La artista se ha especializado en distintas disciplinas como el Qi-Gong, de la Medicina Tradicional China, Yoga, y de Relajación Muscular Progresiva (Edmund Jacobson), las que puso al servicio de las participantes. “A través de este tipo de actividades basadas en el arte y el cuerpo es posible recordar que no todos los tiempos pasados fueron mejores, que el deber de los que la vivimos es mantener viva la memoria y que el futuro a construir debe estar lejos de lo que aconteció, para salvaguardar a las nuevas generaciones de los horrores cometidos por un sector del país”.
Por otra parte, aprovechó la instancia para comentar la evolución de la participación de las mujeres en el arte y cómo el arte puede ser utilizado como herramienta para la reparación de mujeres que han sufrido violencia de género.

Ausencia/Presencia: la performance que se plantea como espacio de reparación y catarsis

“El trabajo propone una tensión entre la ausencia y la presencia y ellas, que son un testimonio vivo de lo que aconteció- mujeres muy valientes, muy dignas- cada una de ellas sintetizó en una palabra lo que había vivido y ese día salimos a la explanada caminando lentamente hasta quedar de pie, entre la reja y el bandejón de piedras, sobre el cual descansa una instalación de sillas negras vacías que aluden a la ausencia de tantas mujeres asesinadas, torturadas y desaparecidas”, detalla la artista sobre esta performance que fue realizada sin previo ensayo y como acto único en el contexto de la muestra de arte feminista y memoria.
Créditos foto: Marucela Ramírez
A lo que agrega, “luego, se desplazan hacia el exterior, y quedan de espaldas a la calle Matucana, de frente a la reja, con la mole del edificio del Museo como telón de fondo, donde me acerco a cada una para escuchar una tras otra lo que le dicen al oído, y voy escribiendo en sus espaldas desnudas una palabra: Resistir, Negación, Pérdida, Abuso, Horror, Repulsión, Terror, Silenciada, Asfixia. La penúltima, luego de recibir las letras sobre su piel escribe la palabra Desgarro, con la que se completa el ciclo”.
Janet Toro fue invitada por la curadora Jessica Fritz, impulsora de la exposición y contó con la participación de las accionistas Amelia Negrón, Vanessa Marimón Fuentes, María Isabel Ortega Fuentes, Lorena Estivales Arratia, Paula Fuica Holzapfel, Lucrecia Brito Vásquez, Alejandra Holzapfel Picarte, Pilar Quintanilla Venegas y Kelly Echiburú.
“En mi trayectoria siempre me ha impulsado la rebeldía, es una visión radical, distinta de lo que es ser mujer”, comenta la artista y profundiza que en este acto uno de los objetivos más relevantes fue, “establecer otra relación con el cuerpo, con mis procesos y vivenciarlo. Yo creo que eso nos ayudó y posibilitó el llegar a hacer esta performance. Es un trabajo que produce una catarsis”.
En este sentido, las manifestaciones artísticas y la catarsis que propone la artista podrían ser útiles en el proceso de reparación de mujeres que han sufrido violencia de género. “Yo creo que muchas de esas respuestas están en las culturas indígenas, si tú vas atrás podrás ver cómo el arte, lo político, lo comunitario, lo individual, estaba unido, era todo un ritual. Hoy todo está muy separado. Entonces creo que el arte tiene un aspecto sanador o es un vehículo de energía, de transformación, de cambio en el pensamiento, en el corazón. El arte dice cosas indecibles de otra manera, llega a ciertas fibras que de otra manera no llegas y efectivamente es una vía, no sólo una vía estética, sino que político, social, cultural, afectiva y de liberación”, explica.
 
Créditos foto: Marucela Ramírez
Como testimonio de esto, una de las accionistas de la performance exterioriza su sentir respecto del proceso, “son nuestros cuerpos hablando del dolor y la pérdida. Nuestros cuerpos comunican, se arriesgan, denuncian, están en la reciente historia pasada y en el presente, dignos, para transmitir. Ahí no hay espacio para ocultar una realidad, la memoria, la tortura, el secuestro la estamos mostrando visualmente sin censuras o interferencias. Nuestros cuerpos comunican nuestra verdad y nuestra historia”, reflexiona Kelly Echiburú.
Participación en espacios de arte feminista
Además de estar planteado en el contexto de memoria por los Derechos Humanos, la muestra se encuentra inserta en un ciclo de activismo feminista a través del arte, sobre lo cual la artista opina que, “todo arte y lo personal es político; creo fundamental el accionismo y el artivismo, sea cual sea su forma, creo que lo necesitamos, que es una manera de romper con la sociedad de la información, de la pantalla y salir a la calle, relacionarnos, expresar nuestras demandas. Creo que también es una manera de hacer comunidad viva, orgánica en la calle directo”.
En este sentido, Toro cuenta con una basta trayectoria como artista de performance, sus primeras intervenciones en el espacio público ocurrieron en 1986 durante la dictadura en el paseo Ahumada, por tanto, ha sido testigo de la evolución de las mujeres en las artes hasta hoy, situando la exposición “Radical Woman” como una de las instancias que aportó en la visibilidad a las artistas en Chile. “Esta muestra dio espacio a mujeres que estaban absolutamente en la oscuridad y yo creo que eso ha sido un gran aporte al desarrollo no solo artístico si no también social”, destaca.
Para finalizar este punto la artista considera que, “ha habido un cambio no sólo en lo que implica a la mujer, sino que todo lo diverso. Hay una gama tremenda y me gusta que sea así, ahora hay expresiones de todo tipo afuera en la calle o en las galerías, los museos, los centros de arte; hay una apertura y una toma de conciencia”, cierra.
El ciclo de arte feminista y memoria continuará activo hasta agosto en el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos.



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