Cerro de El Cruzco, escenario de peleas y ofrendas para atraer lluvias



El cerro de El Cruzco, ubicado en la comunidad nahua de Acatlán, en Chilapa, se convirtió en un coliseo: los hombres tigres se enfrentaron con el único propósito de rendirle tributo a la Santa Cruz y a las deidades prehispánicas y tener un buen temporal de lluvias.
Con el sol a cuestas, los pobladores de Acatlán salen de sus casas rumbo al cerro de El Cruzco, con el único propósito de rendir un sacrificio y ofrecer honores a la naturaleza para atraer las lluvias y tener una cosecha de maíz abundante.
Según la tradición, los pobladores llegan caminando atravesando laderas hasta alcanzar la cima de El Cruzco, una planicie que se ha convertido en un santuario para los pobladores de Acatlán.
En el cerro comienza el ritual llamado el Atlzazilistle: rezos, flores, cera, comida, copal y el sacrificio de decenas de gallinas, que después se convertirán en el alimento de los visitantes.

Después en el centro del santuario comienzan a aparecer los tres elementos físicos de la petición de lluvias: primero, los tlacololeros; el sonido que generan con sus chirriones, representan para el ritual los relámpagos. Pero también esta danza significa el tlacocol que es el comienzo de la preparación de la tierra. En este ritual, los tlacololeros preparan el ruedo o “abren corral” para que combatan los hombres tigres.
El segundo elemento en la petición de lluvias la materializan los combates de los hombres tigre. Los golpes de los hombres tigre significan los tronidos del cielo. En la lógica del ritual mientras más fuertes sean los golpes en el temporal de lluvias habrá tronidos más fuertes.
Para los peleadores que entran el ruedo, los rencores, la ira y el enojo se quedan allí, nunca trascienden, porque para ellos significan su sacrificio, explica uno.
Los protagonistas de las peleas pueden ser niños, mujeres, jóvenes y adultos, las edades en el ofrecimiento no importan.
El tercer elemento es el viento, que lo representa el ritual Cotlatlastin. En este acto hombres corren alrededor del santuario. La unión de estos tres elementos tiene el único propósito de obtener un buen temporal de lluvias.
En El Cruzco, las peleas, los golpes y, tal vez, la violencia, tienen otro sentido: son una ofrenda para que el temporal sea bueno, para que el temporal llegue a tiempo.

Pero, además de ser un ritual pagano-religioso, la subida a El Cruzco para los habitantes de Acatlán, principalmente, es toda una tradición que ha pasado de generación en generación.

Esta nota fue publicada originalmente en Amapola Periodismo transgresor
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