Reciclemos, pero con culpa – El Mostrador



Suzanne Shelton, fundadora y CEO de Shelton Group, atribuye esta falsa promesa al relato que se ha construido en torno al reciclaje: “no tienes que sentirte mal por las cosas que compras porque las pones en el basurero azul y se va a un lugar mágico llamado “away”, se transforma en algo nuevo, y ¡estamos todos felices!”.  Llevamos más de cuatro décadas descansando en este relato, silenciando nuestra culpa ambiental (y la de las empresas) en basureros de colores y convencidos de que reciclar es el mejor esfuerzo que podemos hacer para enfrentar la gestión de residuos.
El problema es que hoy, luego de 40 años de fuertes inversiones, laboriosas campañas y esfuerzos transversales para promover el reciclaje a nivel mundial,  la situación de la basura continúa empeorando progresivamente, yendo de mal en peor: cada segundo entran 200 kilos de basura a los océanos, tenemos islas de basura en el Pacífico que duplican la superficie de Chile y hemos llegado al preocupante nivel de  encontrar micropartículas de plástico en nuestros alimentos e incluso en nuestra sangre (entre otras malas noticias). Si seguimos generando basura a este nivel, el reciclaje nunca va a dar abasto y el planeta mucho menos.
El cambio que se necesita es mucho más profundo que separar la basura. Hay expertos como Walter R. Stahel, considerado uno de los padres de la Economía Circular, que incluso sitúa al reciclaje fuera de ella: “¡La economía circular se trata de la prevención de residuos, NO del reciclaje! El reciclaje es la última fase de una economía industrial lineal”. O el mismo World Economic Forum, que afirma lo siguiente: “En una economía circular debidamente construida, uno debería centrarse en evitar a toda costa la etapa de reciclaje”.
Más allá de si es parte de la Economía Circular o no, la pregunta que tenemos que hacernos es: ¿por qué le seguimos dedicando tanta energía y recursos al reciclaje, en vez de enfocarnos en dejar de producir basura en primer lugar?
La basura es un tremendo error de diseño. Construimos un sistema económico deficiente, que jamás consideró el desastre ambiental y logístico que tendríamos que enfrentar con la gestión de residuos y que ocupa al reciclaje como un verdadero parche curita. No me malentiendan, el reciclaje es absolutamente necesario y estoy seguro de que sin él, estaríamos mucho peor. En Chile hay casos como Rembre, TriciClos, Hope, entre otros, que han demostrado transparencia y efectividad, pero por muy buen trabajo que hagan, jamás van a ser capaces de lidiar con las miles de toneladas de basura que producimos. ¡La solución es dejar de generar basura!
Estamos en tiempos emocionantes , definitorios y definitivos, perfectos para proponer soluciones revolucionarias. Ya lo estamos haciendo con inversiones millonarias para el desarrollo del hidrógeno verde, por ejemplo. Estas ambiciosas colaboraciones público-privadas son claves en el contexto actual, y más cuando enfrentamos problemáticas ambientales tan graves. Por eso, aunque todo parezca cuesta arriba, tenemos una GRAN oportunidad: ¡Saltar como ranas! (Leap Frog, como dicen los gringos).
El Leap Frog sucede cuando estamos tan atrasados en una temática, que existe la oportunidad de saltarse la fase actual y concentrar nuestros esfuerzos en pasar a la siguiente. Así como en Asia pasaron del pago en efectivo al digital sin pasar por las tarjetas de plástico, o en África con los pagos SMS. Entonces, propongo: Enfrentemos el problema de los desechos implementando directamente una economía circular a través de la reutilización. El World Economic Forum, en conjunto con la fundación Ellen MacArthur, estimó que la economía circular puede generar ahorros de hasta US$1 billón para el año 2030. El consumo circular presenta oportunidades económicas y ventajas logísticas, dado que prevenir la generación de residuos es mucho más eficiente que hacerse cargo de ellos.
Ya tenemos la tecnología para ponerlo en práctica a gran escala. Falta actualizar algunas regulaciones y alinear voluntades público-privadas, pero es posible si se hace con decisión. Solo tenemos que colaborar con sentido de urgencia y podremos acelerar una transición hacia una economía circular. ¡Demos el salto!

Y hasta entonces, reciclemos. Pero, con culpa.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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