Humanizar

Juan Evangelista nos dice “Dios es amor” (Juan, 4.8) y, además igual podríamos decir que ese amor pleno, oblativo, de total entrega a los demás, es el mejor medio para humanizar al mundo.No hay más camino para humanizar que amarnos a nosotros mismos y amar a los demás, que ese amor, ese hacer el bien a otro, con las características propias del amor viril y del amor femenino, sea de total disponibilidad como para permitirle a ese otro la plena realización de su propio ser, en plenitud de oportunidades como persona, sea cual sea su raza, su género, su condición social, su edad o cualquier otra circunstancia accidental.El altruismo es un comienzo de reconocimiento del otro ser humano que se pone en nuestras manos, y el último paso es la entrega o el don de sí mismo a ese otro.
El semejante, el próximo, el prójimo, requiere algo más que nuestra atención, algo más que nuestra preocupación: requiere nuestra acción amorosa.Mediante el amor, mediante la disponibilidad total con respecto al otro, si propiciamos el reconocimiento de la dignidad propia y ajena, nos asemejamos a Dios y establecemos el único vínculo efectivo para humanizarnos conjuntamente.Pero falta una forma de amor que no siempre es bien comprendida: la amistad. Dice el conocido especialista francés Ignace Lepp en su libro Psicoanálisis del amor:  Permanezcamos en el dominio de lo observable y de lo cierto. 
el amor en la inmensa mayoría de los casos no empieza su papel de promotor existencial hasta la pubertad, es decir, a una edad en que la madurez física y psíquica de los individuos ha alcanzado un nivel relativamente elevado.La amistad, por el contrario, nace ya en el jardín de infantes. Asume, pues, la tarea de promotor principal de la maduración en una fase particularmente delicada de la existencia. A ella atañe así el preparar los caminos que seguirá casi fatalmente la vida afectiva del sujeto adulto. 
Al don de la vida se une el don del amor. Es cierto que la naturaleza masculina pudiera tener características diferentes, actualizaciones de modo diverso, pero ambas formas de amar son complementarias; las formas diversas de manifestarse hacen que el hombre y la mujer también se complementen en el mundo de la inteligencia práctica, de la técnica, del arte, del trabajo, de la cultura y, sobre todo, en el mundo de la moralidad y de la espiritualidad.
y para finalizar se puede coronar este escrito diciendo que “humanizar consiste en el darse a sí mismo al otro, en colaborar con el plan de Dios que en la dualidad cooperativa entre el hombre y mujer nos han dado los elementos necesarios, diversos pero complementarios, para ser uno mismo, ser otro, ser más con todo y con todos…”.  



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