En defensa de las reformas difíciles



Hace años que en Chile se devela una endémica incapacidad del sistema político para materializar reformas que son necesarias para avanzar en distintas áreas relevantes de política pública, pero que no han visto la luz por ser “políticamente poco rentables”. ¿Puede un país desarrollarse únicamente por la vía de las reformas fáciles? ¿Cuán sostenible es reformar exclusivamente sobre la base de la persecución del voto? ¿Cómo escapar de la tiranía de la “reforma fácil” y avanzar hacia un reformismo sostenible, responsable y necesario?
Algunos botones de muestra: pensiones, impuestos y salarios. En pensiones, diversas comisiones asesoras presidenciales han remarcado la importancia de aumentar la tasas de cotización, constituyendo este ajuste una necesidad central del sistema reconocido transversalmente por diversos expertos. Sin embargo, la tasa de cotización del sistema previsional chileno se ha mantenido inmutable desde 1981, quedando nuestro 10% de cotización muy por debajo del promedio que actualmente se observa en países OCDE. Luego, nos alarmamos por lo bajo de nuestras pensiones.
En materia de impuestos, el vigente proceso de reforma tributaria ha puesto énfasis en cerrar las brechas de recaudación que Chile tiene con países OCDE en distintos tipos de impuestos. Sin embargo, se ha optado pasar por alto el cerrar una de las mayores brechas de recaudación que Chile tiene respecto a aquellos países: el impuesto a las personas. En efecto, mientras que Chile recauda solo 1,5% del PIB en impuestos a los ingresos personales, los países OCDE en promedio recaudan 8,0%. Mientras tanto, con fuerza se ha impulsado un impuesto al patrimonio, el cual es políticamente atractivo, pero ha demostrado fallidas experiencias en países OCDE que los han aplicado. ¿Por qué se decide no avanzar en lo primero e impulsar con fuerza lo segundo? Evidente: avanzar en cerrar la brecha de recaudación en impuestos personales implicaría hacer que las clases medias comiencen a pagar impuesto a la renta (en Chile el tramo exento es anormalmente alto comparado con economías OCDE), mientras que el impuesto al patrimonio solo afecta al 1% de la población. Aunque se contradiga el enfoque de las brechas, políticamente no hay por dónde perderse.
Por último, en materia de salarios, recientemente se ha impulsado una de las mayores alzas en el salario mínimo. En efecto, el alza a $400.000 constituye el mayor incremento en 25 años. Sin embargo, lo paradójico aquí es que esta alza coincide con el gran estancamiento que la productividad viene arrastrando por años. Lo verdaderamente necesario en materia de salarios es impulsar reformas que dinamicen el empleo, fomenten la productividad laboral y creen las condiciones necesarias para la inversión. De esta forma, se avanzaría responsable y sosteniblemente hacia mayores salarios en el largo plazo. Nada de ello se ve hoy.
Las reformas difíciles son el único camino sostenible para alcanzar el desarrollo en el largo plazo. El facilismo termina, en algún momento, evidenciando los artificios de sus fundamentos. Aunque duela y sea más complejo, necesitamos reorientar el enfoque desde políticas populares hacia políticas realmente necesarias.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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