La belleza de la liturgia (4)

Para saber
La basílica de la Sagrada Familia de Barcelona es una de las obras arquitectónicas más bellas sobre la Tierra. Se le debe a Antoni Gaudí, quien decía que había tres grandes libros de los cuales se alimentaba como hombre, como creyente y como arquitecto: el libro de la naturaleza, el de la Sagrada Escritura y el de la liturgia. Por ello introdujo piedras, árboles y vida humana, para que toda la creación alabara a Dios. Encontramos así representadas la belleza de la naturaleza, de la historia de la salvación y de la liturgia. A esta última se refiere el papa Francisco en su última carta apostólica, “Desiderio desideravi”, en que desea que esa belleza nos lleve a descubrir el amor de Dios.La belleza nos lleva a Dios porque toda belleza participa de la belleza infinita de Dios. Toda belleza es gratuita, se nos da. Así como Dios también se nos da de modo gratuito. La gracia divina, como indica la raíz de la palabra —gratia—, es gratis. Se nos invita a ser también generosos y darnos a los demás de modo gratuito.Para pensar
Un ejemplo de cómo la belleza lleva a Dios lo encontramos en el japonés Etsuro Sotoo. Era profesor en Japón y viajó a España para esculpir la piedra. En Barcelona, tras contemplar la Sagrada Familia de Gaudí y comprender la belleza del catolicismo, decidió bautizarse. Se ocupó de las esculturas de la fachada de la Basílica.En una entrevista declaró: Cuando contemplamos la Sagrada Familia no olvidemos que es un signo que nos remite a lo más alto, a buscar la verdad… El amor es la clave de lectura de Gaudí. Yo veo a Gaudí, y me enseña a mejorarme, a confiar en Dios, a no tener miedo. Sin amor, no existe arte ni cultura.Para vivir
La poderosa belleza de la liturgia está en que nos conduce al encuentro con Cristo. La Santísima Trinidad eligió ese camino para la comunión con Dios. El papa Francisco afirma que la fe cristiana, o es un encuentro vivo con Él o no es. La importancia de la liturgia radica en que nos garantiza el encuentro con Cristo. Y conserva como su tesoro más precioso el mandato del Señor de celebrar la eucaristía.



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