La dictadura de las palabras



El lenguaje cambia y se adapta a los nuevos tiempos incorporando a actores, a veces invisibles de la vida cotidiana; aunque decíamos “los niños o los profesores”, en nuestro pensamiento también estaban “las niñas y las profesoras” y eso fue normal hasta hace unos pocos años. Hoy, a la luz de un enfoque de derechos, inclusivo y diverso, esa idea de que hablábamos de todos ya no cabe y es necesario que el lenguaje se abra a esa perspectiva. Modificar el lenguaje no es algo nuevo, ya no usamos un lenguaje colonial, desaparecieron palabras propias de ese período, se modificaron algunas formas de escribir y se incorporaron otras palabras al lenguaje del día a día; sin embargo, como ese cambio no llega al mismo tiempo en todos los aspectos de la sociedad, o existen algunos que se resisten al cambio, todavía quedan en la sociedad chilena visos coloniales; tal vez, también debería adaptarse a los nuevos tiempos “su señoría”.
Como todo proceso de cambio, es necesario reeducar el pensamiento y usar la capacidad reflexiva para saber cuándo tiene sentido usar ese lenguaje para ir de acuerdo con los tiempos y no cometer el exceso de que transformemos nuestra vida cotidiana en la dictadura de las palabras, llegando al extremo de decir “los y las juguetes o medicamentos”; esa no es la idea de una sociedad que incluye a sus habitantes en toda la extensión de la palabra. Hemos visto con asombro cómo personajes públicos, en distintos medios de comunicación, viven ese proceso de cambio con errores que provocan la burla de los que están en calidad de observadores y que trivializan esas situaciones al extremo y ni siquiera nos preguntamos cuál es el origen de la situación; el origen es un proceso de ajuste que es difícil, complejo y desafiante porque el proceso reeducativo no va a la par del cambio que se espera lograr y se convierte en la dictadura de las palabras.   
Ese proceso reeducativo incluye a la familia, la escuela, los medios de comunicación y requiere del desarrollo de un pensamiento crítico cada vez mas profundo para comprender por qué es necesario cambiar. Un lenguaje con enfoque de derechos no es una moda, es parte de los desafíos educativos del siglo XXI; en perspectiva histórica, aunque exista resistencia, el lenguaje cambiará, la polémica seguirá por un tiempo y luego nos ajustaremos; por razones obvias los que mejor se ajustarán serán las generaciones más jóvenes, para quienes la forma tradicional no es parte de su día a día; así ha sucedido con muchos otros aspectos de la vida social que marcan la diferencia entre una generación y otra, por esa perspectiva han pasado los piercings, tatuajes, pelos de color, y también uno de los últimos resabios de la tradición, “la corbata”, ya no es tema aunque algunos (cada vez menos) se resistan.
En conclusión, aunque haya resistencia, el mundo cambiará inexorablemente.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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