Entendiendo a los glaciares y los elementos que los afectan



En general, los glaciares son una fuente relevante para el abastecimiento hídrico del país y en especial durante los períodos secos de la zona central, en ausencia de una cobertura nival estacional suficiente. Conocerlos, estudiar sus características y diferencias entre sí, además de su dinámica, sus cambios y las razones de éstos, es fundamental para generar políticas de conservación adecuadas, sobre todo en un contexto de cambio climático como el actual.
En ese contexto, los estudios y análisis que desarrollen conocimiento glaciológico, tanto base como aplicado, son útiles para avanzar con esos objetivos de manera complementaria entre sí. Es importante tener en cuenta que en Chile se vienen desarrollando estudios sobre glaciares desde hace décadas, que nos han permitido comprender mejor los elementos que los afectan considerando las condiciones particulares de los Andes y las diferencias entre distintos tipos de glaciares, y entre glaciares del mismo tipo.
Uno de estos estudios es el artículo de Cereceda et al. (2022) titulado “Comprender el papel de las emisiones antropogénicas en el retroceso de los glaciares en los Andes centrales de Chile”, publicado por la revista científica Environmental Research. La publicación concluye que el retroceso del Glaciar Olivares Alfa, ubicado en la Región Metropolitana, se debería a la contaminación proveniente de las operaciones mineras cercanas, como Codelco Andina y Los Bronces de Anglo American. El estudio hace referencia a una comparación con otro glaciar, el Glaciar Bello, que, dada su ubicación alejada de las faenas mineras, habría perdido menos masa que el Glaciar Olivares Alfa, señalando que ambos tendrían similitudes en su altitud y climatología.
Sin embargo, lo que el artículo no señala es que existen otros estudios científicos, incluso de antigua data, que ya señalaban un importante retroceso del Glaciar Olivares Alfa mucho antes de que existiera gran minería en la zona. Uno de estos, de Lluois Lliboutry, publicado en 1954, ya mostraba que el retroceso del Glaciar Olivares Alfa se inició antes de que aparecieran actividades industriales, presentando tasas de deglaciación equivalentes o incluso mayores que las registradas en años recientes. Esta conclusión va en línea con otros estudios posteriores, por ejemplo, de Malmros, en el año 2016.
Otro elemento importante a considerar para realizar una comparación puntual y específica entre el comportamiento de dos glaciares que se indicen como similares en sus características, es que ambos, al menos, se encuentren sometidos a condiciones climáticas y topográficas similares y tengan parámetros morfométricos equivalentes. Si bien, los autores del artículo publicado por Environmental Research afirman que el Glaciar Olivares Alfa y el Glaciar Bello tienen condiciones similares y son directamente comparables, esto no es necesariamente así. El Glaciar Olivares Alfa se orienta mayoritariamente al Noreste, mientras que el Glaciar Bello lo hace principalmente hacia el Sur, de este modo con una menor incidencia de radiación solar general. Además, la topografía circundante es diferente, lo que provoca diferencias en la cantidad de luz solar a la que ambos están expuestos; y finalmente, el Inventario Público de Glaciares del año 2022 los cataloga diferente (glaciar de montaña versus glaciar de valle).
A partir de este elemento, es posible observar que la mera orientación (o exposición a la luz solar) del Glaciar Olivares Alfa lo hace vulnerable, siendo este un elemento crucial para conocer las razones de los cambios en este tipo de cuerpos de hielo superficial. Por ello, en el caso del Glaciar Olivares Alfa podemos esperar tasas de retroceso superiores a otros glaciares con orientaciones predominantemente en dirección Sur, como, por ejemplo, el Glaciar Bello.
Otro elemento que el estudio de Cereceda et al. (2022) no señala es que, respecto a la modelación de partículas carbonosas (black carbon), existen evidencias de la afectación de Santiago en los glaciares cercanos, lo que ha sido presentado por al menos dos estudios recientes, que describen el transporte de partículas a zonas montañosas con origen en dicha ciudad. De este modo, no cita publicaciones de revistas científicas que presentan evidencia que no concuerdan con su argumento central. Al menos dos trabajos recientes (Gramsch et al., 2020 y Lapere et al., 2021) concluyen en una dirección más bien distinta a lo señalado por Cereceda et al. (2022).
Finalmente, el estudio de Cereceda et al. (2022) no incluye referencias asociadas a las concentraciones de partículas necesarias de tener en la superficie de los glaciares que permitan poner en contexto de importancia hídrica a nivel de cuenca, los resultados de deglaciación comentados. Esto, especialmente considerando las diversas contribuciones relativas existentes en una cuenca hidrográfica en el contexto de megasequía que enfrenta la zona central. Por lo tanto, es importante reconocer en este contexto que la correlación descrita en la publicación referida no implica causalidad. Por ejemplo, actualmente se está observando un derretimiento significativo y sin precedentes de los glaciares y un oscurecimiento de su superficie en los Alpes europeos, donde la minería está ausente.

Los elementos anteriormente descritos permiten observar que, pese a que la publicación es ciertamente de interés científico y presenta un avance en el tema, el análisis expuesto -considerando sus limitaciones en términos de número de glaciares analizados, limitaciones en la comparación de los dos casos expuestos, de la data de terreno, de la modelación de dispersión de partículas carbonosas presentada y conclusiones de otros estudios- no presenta causalidad frente a la responsabilidad directa de la actividad minera en el retroceso del Glaciar Olivares Alfa.
El ambiente glacial es altamente complejo y necesita de diversas miradas, estudios de diversa índole y escala (académicos, gubernamentales y desarrollados por la industria), por cierto, sumamente intensivos en la cantidad de información a ser analizada a fin de establecer tendencias espaciales que nos ayuden a entender mejor cómo el cambio climático y las diversas actividades humanas que como sociedad realizamos a diario, afectan a los glaciares presentes.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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