Lo que nos vendemos y lo que somos



El Servicio Electoral (SERVEL) es un servicio público que, en jerga futbolera, sería el símil de una copa del mundo. Durante un mes determinado en un año determinado goza de todas las luces y focos sobre sí para que después de una larga pausa – mientras llega el tiempo de otra copa del mundo – vuelve a tener esa posición de importancia.
En estas últimas elecciones del 4 de septiembre de 2022, el SERVEL tuvo encima y por varios días los focos del escrutinio público. Se levantaron voces que – con mayor frecuencia en los últimos tiempo – señalaban que las elecciones podrían ser susceptibles de fraude, otras voces que señalan que aquello no es posible de manera operativa y para añadir más condimento a esto, el mismo SERVEL junto al Registro Civil enfrascados en una constante discusión respecto de registros de electores que fallecieron. Este tipo de discusiones y entredichos entre dos servicios públicos no es nueva y siempre aparece en época de elecciones. La mejor figura para entender esta escena es un duelo de épocas antiguas. Así entonces aparecen interesantes conclusiones a estas problemáticas como las que dicen: “se debe auditar el padrón”, “el registro se debe mejorar, modernizar”, “lo mejor sería el voto electrónico”, así y un largo etcétera de conclusiones que vienen a decorar este duelo que ocurre cada vez que se lleva a cabo una elección en nuestro país.
Sin embargo, al momento de los resultados electorales, por lo general cercano a las 20 hrs. nos olvidamos de los registros de personas fallecidas, de los cambios de domicilios electorales, el fraude, el padrón, etc. y se comienza a generar un reconocimiento a la gran labor del SERVEL a su gestión en disponibilizar resultados e inflamos el pecho para demostrar que nuestro país es prenda de confianza y transparencia electoral. Esta escena la vivenciamos constantemente en cada elección. Este cambio de ánimo – me atrevo a decir – tan característico nuestro queda plasmado en el acto republicano de las elecciones populares.
Lamentablemente, después de los resultados electorales – al igual que una copa del mundo – los focos quedan puestos únicamente en el campeón, en el ganador. Ya no es oportuno insistir en una revisión de los procesos, en auditar padrones, en resguardar los datos personales, como por ejemplo el Rol Único Nacional (RUN). Este dato – que se debe resguardar – es publicado abiertamente por el mismo SERVEL en los resultados de las actas que las mesas deben cargar al sistema electoral. Mucho antes de eso, el RUN ya se encuentra publicado en los padrones electorales junto con los domicilios electorales de las personas que – en muchos casos – son sus direcciones de residencia. Esto ha servido incluso para la generación de portales de consulta de datos provenientes del padrón electoral que administra el SERVEL.
Cuando se considera esto y se contrasta con el esfuerzo público de llevar la Administración de Servicios Públicos a un estándar alto, a un Gobierno Electrónico, a seguir avanzando en la Modernización del Estado, algo no cuadra.
No es aceptable que dos servicios públicos de larga data institucional, se enfrasquen en discusiones cada vez que se realiza una nueva elección. Queda en evidencia la falta de prolijidad, de resguardo de los derechos de las personas, de velar por el fortalecimiento de la democracia, de propender de verdad a una gestión pública eficiente, en donde se tenga certeza de la información que se dispone y se entrega.
No ha pasado un mes de esa elección y nos enteramos (nuevamente) del problema que se sabe hace tiempo: la falta de infraestructura de calidad en materia de ciberseguridad en nuestro país. El Estado cuenta con un “Equipo de Respuesta ante Incidentes de Seguridad Informática”, pero no con un organismo robusto que permita garantizar un adecuado resguardo de los datos personales de los chilenos.
En el mes de mayo ocurrió un hackeo (crackeo en términos técnicos) al Estado Mayor Conjunto (EMCO) que salió a la luz en este mes de septiembre de 2022.  Esto obligó a que la Ministra de Defensa retornara de emergencia a nuestro país. Sin embargo, eso no ha sido lo único. Nuestra memoria es frágil pero la cantidad de ataques, vulneraciones de seguridad que han ocurrido en el país en los últimos 10 años no son menores: bancos de datos del SERNAC, Clave Única, BancoEstado, Poder Judicial, etc.
Al igual que el caso del SERVEL, no es novedad que desde hace tiempo se producen vulneraciones de ciberseguridad en instituciones estatales y privadas. Chile ocupa lugares importantes en la cantidad de ataques cibernéticos que recibe. Sin embargo, cuando pasa la noticia, cuando se diluye el titular, la sensación de vulnerabilidad se va y esperamos la “próxima copa del mundo” para que vuelvan a decirse las mismas cosa que ya hemos dicho, oído y compartido en nuestras conversaciones. Tenemos que mejorar. En algún momento se tiene que aglutinar el discurso de lo que decimos ser y lo que realmente somos. No puede ser posible que la Ley de Protección a la Vida Privada (conocida como Ley de Protección de Datos Personales) no haya sido modificada desde el siglo pasado. Sí, leyó bien… DESDE EL SIGLO PASADO. 5 años antes que apareciera Facebook, Chile  recibía el nuevo milenio con una Ley que ya venía obsoleta y sin los suficientes “dientes” para proteger a las personas respecto de vulneraciones y abusos en el uso de sus datos personales y sensibles. Con la irrupción de plataformas de transmisión de datos (como Facebook, por ejemplo) poco se ha hecho para actualizar la Ley 19.628.

La reflexión sobre lo que nos “vendemos” en cuanto a cómo somos y lo que somos en realidad debiese trascender a la mayor cantidad de áreas de nuestro Chile.  Nos vendemos una imagen de Estado Moderno, pero el mismo Estado se atropella a sí mismo, publicando abiertamente datos personales de las personas que debe proteger. Nos vendemos esa imagen de que tenemos un Servicio Electoral ejemplar y con un grado de eficiencia al momento de entregar resultados  que impacta, pero la realidad dice que la falta de prolijidad y coordinación interministerial va anclando todo avance que se quiera lograr. Nos vendemos una imagen de país sobresaliente, pero somos vulnerables en materia de ciberseguridad y con leyes de otro siglo para enfrentar problemas del siglo actual y el venidero.
Gabriela Mistral decía que las calamidades verdaderas son aquellas que se producen por servicios mediocremente servidos…
Es tiempo que nos pongamos serios, que las decisiones a tomar sean lo más amplias posibles, involucrando a los actores que tienen que estar en la escena actual. Para eso, es necesario pensar en un Chile real, un Chile en Serio. Un Chile que crea lo que dice. Que si decimos ser modernos, actuales, ajustados a los nuevos tiempos, que efectivamente lo seamos.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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