La izquierda después del 4 de septiembre



En mis años de militante de la Convergencia, participando como dirigente social y apoyando a distintas organizaciones de base desde el Consejo Regional, he podido percatarme de los procesos de cambio en nuestro país, cómo esa transformación ha sido impulsada desde las nuevas fuerzas de izquierda. Ver a los movimientos y partidos del Frente Amplio siendo capaces de levantar en la agenda pública temas que no habían sido parte del debate, fortaleciendo de esta forma la profundización de la democracia en Chile.  
Claros están nuestros distintos éxitos electorales, pasando por las elecciones legislativas, las municipales, los logros en el Consejo Regional y, obviamente, la conquista de la máxima magistratura por parte de nuestro compañero Gabriel Boric. Entonces, ¿qué explica la derrota del 4 de septiembre? ¿Cómo una coalición que supuestamente interpreta un sentido de época pierde un plebiscito de esa forma? 
La siguiente interpretación viene de mi trabajo de militante, en consecuencia, del saber práctico que he logrado construir durante estos años; en ese sentido, las palabras aquí planteadas deberán interpretarse en consonancia con esa labor. Teniendo en cuenta lo anterior, podemos hacernos un marco conceptual de aquellas ideas que me han definido como persona y cómo esas ideas se han llevado a la práctica en mi trabajo cotidiano. 
Dentro de mi formación política siempre tuve dos ideas claras, que la disputa se jugaba en un campo de hegemonía cultural, en el sentido en que la estética de cómo se entregaba el mensaje era fundamental, y segundo, que en una sociedad compleja, con un capitalismo avanzado, la disputa no podía reducirse a los paradigmas clásicos de la izquierda del siglo XX, sino que debía considerar distintos elementos que la izquierda clásica nunca estimó, esto quiere decir que la lucha de las izquierdas ya no solo se desenvuelve en el campo económico, sino que en un contexto de capitalismo global y complejo, donde construir alianzas amplias entre organizaciones ambientalistas, feministas, minorías étnicas, animalistas, disidencias sexuales y en general todo grupo que pueda elaborar luchas que politicen una relación entre centro y periferia, son fundamentales para la construcción de hegemonía.
Estas consideraciones teóricas, que guiaron mi praxis política y, estimo yo, que también la de mi sector político, no lograron tener el peso suficiente para conseguir el 50+1 en el plebiscito del 4 de septiembre. Eso debemos tenerlo claro como militantes de izquierda, no tener esas consideraciones podría provocar un fortalecimiento de los sectores de derecha más extrema, como ya se demostró en la avanzada que lograron en la última disputa electoral. Es por esto que debemos plantearnos una autocrítica y no solo quedarnos en que fue solo la ofensiva comunicacional de la derecha la que consiguió frenar el proceso constituyente. 
Una de las falencias evidentes del proceso fue no entender cuáles eran los márgenes del modelo neoliberal, qué comprendemos por neoliberalismo y cuáles eran sus alcances materiales y simbólicos, qué aspectos eran susceptibles de cambio y qué elementos eran esenciales para la cultura chilena. Todo esto impidió a las fuerzas progresistas generar una vía de cambio considerando fundamentos de continuidad, entendiendo que el modelo neoliberal no solo se desenvuelve materialmente en la mercantilización de la vida, sino que también considera aspectos ideológicos que permiten operar y funcionar dentro del campo neoliberal, de ahí se desprende el choque directo que la propuesta tuvo en materia de salud y pensiones y cómo la derecha supo utilizar esos errores para ganar.
Es por esto que como espacio debemos plantearnos primero una autocrítica que permita entender los errores cometidos, analizar de forma sincera las capacidades de nuestros adversarios, comprender en plenitud que entendemos por neoliberalismo, cuál es nuestro proyecto posneoliberal y, por último, cómo integramos las luchas de los grupos históricamente excluidos, considerando también a la sociedad chilena como una entidad que sobrepasa los márgenes neoliberales y que, por lo tanto, aspira a una continuidad. Solo así, estimo yo, será posible un proyecto que convoque amplias mayorías y bloquee el avance de la extrema derecha.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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