¿Se pueden modificar los TLC vigentes?



Los tratados de libre comercio que Chile tiene vigentes – al igual que cualquier otro compromiso de esa naturaleza a nivel internacional – se pueden modificar en su forma y contenido, pero eso requiere del acuerdo previo de los países que son parte de dichos tratados. En forma unilateral no se puede. Lo que puede hacer en forma unilateral un país es poner fin a todos los deberes y derechos que tienen que ver con un tratado comercial internacional, es decir, ponerle fin a todo el tratado, pero obviamente eso genera una situación de otra naturaleza. Sin embargo, los propios textos firmados y vigentes dejan abierta la puerta para que se realicen diálogos periódicos para modificar lo que las partes consideren necesario y conveniente. Así, por ejemplo, el TLC firmado entre Estado Unidos y Chile establece lo siguiente: 
“Artículo 24.2: Modificaciones

Las Partes podrán acordar cualquier modificación o adición a este Tratado. 
Las modificaciones y adiciones acordadas y aprobadas previamente de acuerdo con los procedimientos jurídicos correspondientes de cada Parte constituirán parte integral de este Tratado.”

Es decir, los tratados de libre comercio no están escritos en piedra. Se pueden modificar. Si un país – en función de sus viejas o nuevas definiciones de política económica, y en particular de su política comercial o de inversiones extranjeras – quisiera introducir algunas modificaciones, de forma o de fondo, al tratado vigente, puede solicitarlo. Pero si esa eventual modificación afecta algún derecho o beneficio de la otra parte, es obvio que no habrá acuerdo, y la modificación solicitada no se podrá implementar, a menos que la otra parte responda con su propio listado de solicitudes, lo cual puede dar origen a un proceso de negociones en que cada país pondere los costos y beneficios de lo que puede obtener y de los costos que se le exigen.   
Es obvio que nadie renuncia a un derecho o a un beneficio solo porque se lo soliciten o por un mero ejercicio de buena voluntad. Eso no se usa. Para que la otra parte ceda, se necesita tener capacidad de presión, capacidad de negociación, y buena diplomacia. 
Como las relaciones internacionales tienen múltiples facetas, y el mundo es dinámico, algún momento llegará en que la otra parte, tenga una petición de alta importancia para ellos – se relacione o no con el comercio internacional o con el comercio entre las partes – y que traslade la correspondiente solicitud a Chile. Se puede tratar, por ejemplo, del voto para un nombramiento de un directivo en un organismo internacional, o de un cargo en el sistema de Naciones Unidas, o del apoyo político en una disputa internacional, o de una concesión económica o comercial, etc. En esos momentos la diplomacia juega un rol fundamental. No en forma altisonante y en forma que parezca un chantaje, sino mediante los mecanismos discretos pero firmes que son propios de ese campo del accionar político. Ayuda, indudablemente – en lo que se respecta a la capacidad de presión y de negociación internacional – si son varios países los que mantienen pendiente solicitudes o modificaciones de la misma naturaleza en el campo de las normas que imperan en el comercio internacional contemporáneo. El forjar alianzas o amistades internacionales es, por lo tanto, de la más alta importancia. 
Pero lo realmente importante – en este largo proceso de asentamiento de nuestra personalidad y de nuestros intereses como nación – es tener claro hacia donde se quiere caminar, cual es el horizonte que se tiene en mente, o cual es el modelo de desarrollo nacional que se pretende construir. Solo teniendo claras esas líneas estratégicas es posible tomar decisiones respecto a lo que se quiere modificar de un determinado tratado comercial, o de varios de ellos, o de los que se firmen en el futuro, y sabremos guiarnos en los correspondientes procesos de acumulación de fuerzas y en los procesos de negociación. Sin ello, todo lo demás es música. 

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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