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Cómo los ataques de Trump a Powell ayudan a la Fed



Las críticas del mandatario Donald Trump a la Reserva Federal de Estados Unidos y su presidente son cada vez más audaces y estridentes. Después de calificar de “loca” a la política monetaria de la Fed hace unas semanas, esta semana dijo al Wall Street Journal que Jerome Powell “casi parece estar feliz de subir las tasas de interés” y señaló que “tal vez” lamenta haberlo elegido para presidir la institución.
Es imposible ignorar la imprudencia de los comentarios de Trump. Pero hasta ahora, no ha tomado medidas al respecto. Esta combinación –un discurso poco convencional, más acciones convencionales– en realidad fortalece la independencia de la Fed.
Hasta ahora, esta noción de independencia se ha basado en una especie de evasivo respeto por la Fed en general y el presidente de la Fed en particular. El presidente de EE.UU. claramente no tiene ese respeto. Pero Powell tendrá la oportunidad, a diferencia de sus antecesores, de demostrar la independencia de la Fed, precisamente porque Trump lo cuestiona públicamente.
Es importante tener en cuenta que, al igual que otros economistas en todo el mundo, apoyo el principio de independencia del banco central. De hecho, vale la pena explicar brevemente por qué es tan importante esta independencia ganada con tanto esfuerzo.
Los líderes autoritarios de izquierda y derecha tienden a querer que sus bancos centrales impriman cada vez más dinero. A corto plazo, el dinero fácil y las bajas tasas de interés que lo acompañan impulsan la economía y pueden cubrir todo tipo de errores de política económica. Sin embargo, con el tiempo, para que la economía siga creciendo, deben administrarse dosis cada vez mayores de dinero fácil. El resultado inevitable: una inflación fuera de control y la posibilidad de un repentino colapso económico.
Para tener una visión contemporánea de cómo termina esta historia, observe a Venezuela y Turquía. Sin embargo, el esquema básico no es desconocido en EE.UU. El aumento de la inflación de la década de 1970 se ha atribuido en parte a una dudosa relación entre el presidente Richard Nixon y el entonces presidente de la Fed, Arthur Burns. Para controlar esa inflación, fueron necesarias las amargas medidas de altas tasas de interés implementadas por el presidente de la Fed Paul Volcker a principios de la década de 1980, respaldadas por el presidente Ronald Reagan.
En las tres décadas posteriores, los presidentes de EE.UU. y los presidentes de la Fed han respetado en gran medida la práctica de no comentar las políticas de cada uno. Luego llegó Donald Trump.
Y tan inútiles como han sido los comentarios del presidente, son suaves en comparación con los de algunos de sus asesores. Apenas la semana pasada, el ex jefe de la campaña del presidente, Corey Lewandowski, escribió que la Fed es una “agencia corrupta” que se considera a sí misma “totalmente independiente de cualquier control del Poder Ejecutivo”.
Sí, esa es toda la idea. El propio Trump parece darse cuenta de esto, de hecho, por no decir de palabra. Powell, recuerde –el objetivo mismo de la ira de Trump, que es un banquero central completamente convencional–, también fue elegido por Trump. Y las últimas dos nominaciones de Trump a la Junta de Gobernadores de la Fed, Marvin Goodfriend y Nellie Liang, no solo son convencionales, sino que apoyan políticas a las que Trump y los republicanos se oponen, es decir, tasas de interés más altas y estrictas regulaciones bancarias.
Con la Fed como con muchas otras cosas, Trump está estableciendo una nueva norma: el presidente de EE.UU. y el presidente de la Reserva Federal pueden estar en desacuerdo abiertamente sin que esto implique que el presidente del país tomará medidas contra el presidente de la Fed o la misma Fed. Mientras la Fed siga su propio camino, describirá su propia independencia, en lugar de simplemente afirmarla.
Todos los presidentes quieren una economía fuerte, y casi no hace falta decir que preferirían que la Fed estimule la economía bajo su vigilancia, especialmente cuando está cerca de una elección. La diferencia es que Trump lo admite; esta transparencia es saludable, y cuando se combina con un liderazgo fuerte como el de Powell, coloca la independencia subyacente de la Reserva Federal sobre una base sólida.

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