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La deuda de Hacienda con la Reforma Tributaria



En estos días se ha conocido la postura de la oposición respecto a la Reforma Tributaria. Tal como se podía fácilmente prever, los parlamentarios se mostraron defraudados del poco interés de Hacienda en convencerlos de los fundamentos financieros de la reforma. Es que, la verdad sea dicha, Hacienda es un ministerio en el que conviven dos almas.
Hay un ministerio de Hacienda clásico, de oficinas con cacerías inglesas, mesas de reuniones de madera noble y sillones Chesterfield, donde se recibe a muchos, pero se escucha a pocos. Y hay un ministerio de Hacienda “progre”, que no necesita paredes sino que un cowork, y donde las ideas se analizan en su mérito, sin distinguir si vienen de alguien con posgrado del hemisferio norte o del hemisferio sur.
Y ello no es más que una consecuencia de la coexistencia de dos derechas: la clásica, que se cree renovada pero que en su alma y en sus decisiones perpetúa la soberbia de los señores que cuelgan en las pinturas; y la derecha moderna, que tiene la capacidad de colocar empatía y humildad en el análisis y desarrollo de las políticas públicas. A los parlamentarios de la oposición los atendieron los del primer grupo. Si quieren destrabar la reforma, deben dejar paso al segundo.
La política consiste precisamente en la capacidad de llegar a acuerdos para consensuar ideas contrapuestas, pero que tienen una base común. En este marco, si para destrabar la Reforma Tributaria se deben eliminar exenciones o subsidios para determinados sectores o industrias, es un precio que se debe pagar, ya que el bien general está por sobre el bien particular, lo que a veces, por obvio, se olvida.
Ahora, lo que no se entiende es la miopía (o tozudez) de la oposición para tratar estos temas técnicos con sesgos ideológicos del siglo pasado. Hace unos días, China anunció una importante rebaja de impuestos a las empresas con el objeto de evitar la desaceleración del crecimiento económico. Incluso Rusia ha anunciado que está estudiando medidas similares.
Si a ello sumamos que la peor tasa de crecimiento de Chile desde 1990 en adelante fue la del Gobierno de la Presidenta Bachelet (2014-2017), que aprobó una reforma criticada por empresarios, contadores e incluso por el propio SII, no se entiende cómo nuestros parlamentarios aún piensan que más recaudación a través de impuestos genera más crecimiento y bienestar social. La inmensa mayoría de las personas no quiere las cosas gratis; quieren mejores trabajos con mejores sueldos para decidir libremente sobre sus condiciones de vida. Y ello, en un país chico como el nuestro, solo se consigue con una economía dinámica que sea capaz de atraer la inversión extranjera y nacional de largo plazo.
Por ello, es muy importante que el país pueda entender, masiva y rápidamente, y con palabras simples, lo que significa el rechazo a la reforma, y en eso el Gobierno está al debe. Su política comunicacional se ha dirigido a algunas universidades, hacia algunos Centros de Estudios, a la Sofofa y a la CPC, pero no al emprendedor o al microempresario.
Un ejemplo de esto es el nulo conocimiento en el ciudadano de a pie del tremendo impacto que en el mundo pyme tendría un rechazo de la idea de legislar (las pymes son casi el 90% de las empresas de Chile), ya que el proyecto vuelve a la reintegración, y sobre esa base se hace cargo de demandas históricas del sector, tales como tener un impuesto menor al de las grandes empresas, poder tener un sistema de depreciación instantánea (que en palabras simples significa poder llevar el 100% de las inversiones a gasto) o poder tener un sistema de contabilidad simplificada, por nombrar solo algunos.
El Gobierno, y en particular el Ministerio de Hacienda, deben ser capaces de entender que, más que en foros universitarios o empresariales, es en juntas de vecinos, en asociaciones de emprendedores regionales y en la evangelización a través de las redes sociales, donde se juega el verdadero partido, ya que es ahí donde los parlamentarios rinden su verdadera cuenta.
Con todo, es lamentable que los mismos parlamentarios que aprueban leyes como la del medidor inteligente, sin leerla o entenderla, ahora anuncien rechazar el solo hecho de discutir una reforma que es solicitada transversalmente por todos los sectores productivos del país.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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