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La educación de calidad – El Mostrador



Invertir en educación es invertir en el desarrollo del país, es invertir en la generación de canales de democracia y oportunidades para todas y todos. Esto que parece tan obvio en realidad no lo es tanto. ¿Por qué la inversión en educación podría aportar en profundizar los aspectos democráticos? Revisemos lo que sucede cuando una sociedad tiene bajos indicadores de nivel educacional en la población.
Lo primero que salta a la vista es que la información que le llega a la población general, desde las autoridades políticas, medios de comunicación y agencias de publicidad en general, podría estar llena de inexactitudes, información tergiversada o, lo que es más grave, una mentira. Esta situación se aprecia en toda su magnitud en la información que se entrega a través de las redes sociales. Se comparten avisos, noticias, alarmas y ataques a personas e instituciones, sin ningún pudor ni espíritu de cuestionar aquella información. Esto implica que es muchísimo más trivial poder manipular a un sector de la sociedad cuando no se tiene, por parte de este sector, las herramientas para analizar y decidir sobre la información recibida, menguando su participación real en las decisiones democráticas del país.
En cambio, una sociedad altamente educada y preparada en muchos campos del conocimiento, tiene una capacidad de análisis mucho mayor de toda la información que le llega y esto hace que sus decisiones ciudadanas puedan llegar a tener un impacto profundo en el desarrollo democrático del país.
El otro punto del eslogan inicial es el asunto de las oportunidades. ¿Por qué la educación pudiese ayudar a que un grupo de la sociedad, o la sociedad completa, tenga más e iguales oportunidades? Esto tampoco es tan obvio y el mejor ejemplo es el chileno. En las últimas décadas se ha masificado la educación superior en porcentajes que nunca hubiésemos pensado siquiera hace 30 años. Los índices de alfabetización de nuestra población son equivalentes a los de países desarrollados. Sin embargo, el estallido social nos muestra las profundas desigualdades de nuestra sociedad y, por ende, que las oportunidades no son equivalentes a los niveles de cobertura educacional.
Entonces, ¿cómo se concilian los niveles de cobertura educacional con las reales oportunidades? Acá, creo, llegamos al punto que deseo tocar en esta reflexión, esto es, el nivel en la educación recibida. Eso es lo relevante en la educación como nivel de desarrollo. Cuando en Chile pasamos de jornadas escolares parciales a jornadas completas, se resolvió un problema de carácter curricular para muchas asignaturas y programas, pero creo que no se dio el énfasis a la calidad en estos procesos y el resultado está a la vista cuando nos comparamos con otros países, utilizando instrumentos de evaluación objetivos y validados.
Además, en los últimos años hemos detectado como sociedad una relajación en los procedimientos, protocolos y actividad profesional en general, todas a cargo de profesionales que hemos formado en nuestro país, incluyendo en algunos casos profesionales con postítulos y posgrados, dejando serias dudas respecto del nivel real de nuestros profesionales. Acá me refiero a los errores, omisiones y explicaciones erradas que se dan en muchas áreas del desarrollo, como errores de planificación, implementación y evaluación de iniciativas de transporte e infraestructura vial, en procedimientos de investigación policial, manejo de crisis, emergencias, pandemia y un largo etcétera.
Naturalmente no podemos aventurar respuestas a la interrogante ¿por qué pasa esto? Yo, humildemente, voy a plantear una hipótesis que se debe tener presente para hacer estudios que la avalen o desechen. La idea está en la calidad de los procesos educacionales en todo el sentido amplio de la frase. Calidad en los profesores, infraestructura, programas, procesos e instrumentos de evaluación. Si pudiésemos contar con estudios robustos respecto de las variables que influyen en la calidad de los procesos educacionales, podríamos contar con nuevos programas basados en la idea de “menos es más”, siempre que sea de calidad. Pero estos estudios deben ser realizados por el mundo académico independiente, en algún marco de participación nacional e involucrando, en la parte final, a las autoridades administrativas y políticas y a los demás actores de la educación.
Si logramos tener procesos de calidad en educación en todos los niveles, nuestra sociedad será verdaderamente democrática y podríamos aspirar a rozar el desarrollo.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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