La madre de las batallas

Los resultados electorales de la primera vuelta se alejan mucho de ser prometedores. En participación no llegamos al 50% del padrón y ninguno de los ganadores alcanzó el 30% de las preferencias. El panorama para los candidatos es complejo, porque además de intentar convencer a quienes no participaron, deben conquistar al 50% que, si votó, pero que no votó por ellos. Si sumamos ambas cifras, los candidatos se enfrentan a un 74% del electorado “huérfano” de candidatura.
Con estos resultados, si bien la campaña para los candidatos será compleja, más complicado es el escenario para quien sea electo presidente. Quien gane, lo habrá hecho con el apoyo de quienes se sumaron a su campaña a regañadientes y sin mayores compromisos, con requisitos de grandes cambios programáticos para entregar apoyo, manifestando incluso estar votando por el mal menor.  Este tipo de alianzas tan débiles se pueden convertir en un serio problema para quien gobierne, esto porque los compromisos son electorales y no de gobierno. Entonces con un congreso tan fragmentado como el que se nos avecina y un presidente electo con un bajo apoyo inicial, cada proyecto de ley que se quiera ingresar requerirá sumar voluntades y lograr convencer a todos nuevamente, tal como si fuera una nueva campaña. 
Si bien estas variables ya no se pueden cambiar, aún queda una esperanza para el próximo presidente. La participación será en este contexto la madre de las batallas, no solo importa quién saque más votos, sino que también cuánta diferencia tuvo con su adversario y qué porcentaje de votos sacó respecto al padrón total. 
Si miramos nuestras pasadas elecciones el panorama no se ve tan esperanzador. Los inicios del gobierno de Sebastián Piñera podemos ver que cada vez que alguien se oponía a su gestión, argumentaba que en realidad era un presidente que no representaba a tantas personas, esto porque la participación en segunda vuelta no había llegado al 50% del padrón. 
Incluso para el plebiscito tuvimos un aumento en la participación, que muchos celebraron, sin embargo, aún teníamos un porcentaje de abstención del 49% del padrón.  Si nos comparamos con Estados Unidos, el 50,9% de participación del plebiscito es más bajo que todas las elecciones generales que este país ha tenido los últimos 90 años. Este porcentaje también es más bajo que el promedio de participación de los países de la OCDE. 
Revertir esta tendencia será la madre de las batallas, deberán convocar a quienes llevan años desencantados con la política. Y es que hoy, más que nunca, el respaldo ciudadano será fundamental dado nuestro contexto, con una pandemia en curso, la redacción de la nueva constitución y la elección más polarizada que hayamos visto desde el retorno a la democracia, el presidente requerirá de toda la legitimidad que la ciudadanía pueda entregarle. 
Si bien no podemos hacer que el congreso esté menos fragmentado, desde la participación se puede generar que esta luna de miel, con la que inician todos los gobiernos, extienda un poco más sus frágiles lealtades. Con un masivo apoyo ciudadano, quienes apoyaron la candidatura tendrán un buen argumento para continuar apoyando al gobierno.
Si por el contrario tenemos una segunda vuelta en la que la participación sigue siendo baja, no me gustaría estar en los zapatos del nuevo presidente, quien, al tener bajo apoyo electoral desde el inicio, verá cómo este se traducirá en la evaporación de sus apoyos de campaña.  Entonces si bien para ganar la elección deberán convencer, para poder gobernar deberán convocar y esa será la madre de las batallas. 

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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