La salud mental en el trabajo

Estrés, ansiedad, depresión, afán, temor, desesperanza, aflicción, dolor, desgracia, adversidad, pena y cuantas palabras similares podemos mencionar para describir lo que miles de personas alrededor del mundo han padecido y están sufriendo en sus centros de trabajo, familia y hogares a causa de la pandemia.
Tal ha sido el impacto en la salud mental que la Organización Internacional del Trabajo en su 109ª Conferencia Internacional que llevó a cabo hizo un llamado a los gobiernos, trabajadores y empleadores a adoptar acciones centradas en las personas para que sea inclusiva, sostenible y resiliente.
Todo ello porque el mundo del trabajo se ha visto profundamente afectado por la pandemia y supone una amenaza para la salud pública, economía y el entorno social, es una amenaza a los medios de vida y al bienestar a largo plazo de millones de personas.
El llamado es a priorizar la salud de las personas y abordar las desigualdades agravadas por la crisis de la pandemia.
A dos años de la pandemia el estrés y el cansancio han sido los principales obstáculos en el ámbito laboral.
Si bien la atención en la problemática generada por el virus en las personas se ha venido sorteando medianamente en todo el mundo gracias a las vacunas y la inmunidad que ha generado a la infección, se ha aplazado la atención en los cuidados y en la promoción de la salud mental.
A las personas que trabajan les ha pasado factura el desasosiego, la inseguridad de perder el trabajo, las dobles jornadas para poder cubrir turno en la empresa, entre otros muchos aspectos.
Los frutos de una pospandemia ya se están viendo y es urgente que se atienden de una forma transversal, desde los gobiernos, las instituciones de salud y la empresa.
Es importante ver y prestar atención a la salud mental de la fuerza laboral con un enfoque más completo.
Poco a poco el regreso a la vida que llevábamos antes de la pandemia se está volviendo una realidad, el regreso paulatino de niños, adolescentes y jóvenes a las aulas está sirviendo para mitigar y atender las consecuencias de un confinamiento que se prolongo en miles de familias.
La nueva realidad contempla regresar a las rutinas habituales que teníamos antes de la pandemia, ir propiciando el contacto social y físico para sortear de mejor forma los efectos sicológicos negativos de la enfermedad porque es importante mitigar las consecuencias que nos ha dejado este mal.
Es prioridad el bienestar emocional en estos momentos, sin dejar de seguirnos cuidándonos de la infección, dejar a un lado el miedo y la incertidumbre.
Las crisis son oportunidades para el cambio y para sacar lo mejor de nosotros, el reto seguirá siendo adaptarnos a las situaciones adversas y superar cualquier circunstancia por más difícil que sea el escenario que nos toque vivir.
La resiliencia es asumir el dolor, aceptar la realidad y aprender de ella.
En un mundo donde poco a poco se han hecho a un lado las restricciones por la pandemia será necesario irnos adaptando a una nueva forma de convivencia.
A la nueva fase a la que poco a poco iremos regresando el bienestar emocional será fundamental para sentirnos bien, estar tranquilos y salir del bache en que nos metió la pandemia.
Para lograr este equilibrio emocional es necesario equilibrar todos los aspectos de nuestra vida, lo físico, mental, emocional y espiritual.
Es momento de volver a disfrutar la vida sin dejar de afrontar los problemas que nos trajo o nos traerá la pandemia.
Lo importante para gozar de una salud mental óptima es cuidar nuestras emociones, adaptarnos al entorno que estamos viviendo, atender los niveles de estrés controlando los pensamientos y el comportamiento diario de las actividades, además de cuidar el sueño, el descanso, la alimentación y el ejercicio.



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