¿Pueden las ciencias del comportamiento “empujar” la igualdad de género?



 
Mi mamá, pianista profesional, me inculcó la apreciación por la música clásica desde muy joven. A lo largo de los años, he seguido el trabajo de las principales orquestas sinfónicas de mi país, Estados Unidos. Entre mis interpretaciones favoritas destaca la versión del Opus 25 de Prokofiev que tocó la Orquesta Sinfónica de Nueva York en junio de 1971. ¡Un clásico para todos los tiempos!
Sin embargo, como economista dedicado a temas de igualdad de género, otro aspecto de ese concierto siempre me ha inquietado. Verán, en esa orquesta todos los músicos principales eran hombres. De hecho, en 1970 en los Estados Unidos, las mujeres solo representaban el 5% de los músicos en las cinco mejores orquestas sinfónicas del país. Afortunadamente, hoy las mujeres representan el 35%.
¿Qué explica este importante incremento? Un factor decisivo fue un cambio en los procesos de selección de nuevos músicos. Las orquestas empezaron a usar biombos en las audiciones. Y, cuando los paneles de selección no tenían cómo ver si la persona tocando era mujer u hombre, el porcentaje de mujeres seleccionadas subió dramáticamente. El uso de biombos duplicó el porcentaje de mujeres que avanzó a la segunda ronda de selección e incrementó en un 25% el porcentaje de mujeres en las orquestas.
La moraleja es sencilla: modificar la arquitectura de elección a través de pequeños “empujones” de comportamiento -o behavioural nudges, en inglés- como el uso de biombos en el ejemplo de las orquestas, puede tener grandes impactos en la igualdad de género. Y cuando se trata de política pública e intervenciones inteligentes para avanzar la equidad en la región, las llamadas ciencias del comportamiento pueden contribuir en áreas tan diversas como educación, mercados laborales y salud, entre muchas otras.
En un artículo reciente, nueve expertos plantearon la pregunta sobre si los gobiernos deberían invertir más en los “empujones”. Calcularon la relación de impacto/costo de estos versus las intervenciones de política más tradicionales y llegaron a la conclusión de que los “empujones” se comparan favorablemente con las intervenciones tradicionales, lo que hace posible alcanzar mayor cobertura y mayor impacto de las intervenciones con la misma cantidad de financiamiento.
Les pongo un ejemplo en el área del mercado laboral, donde hay evidencia clara y considerable de discriminación contra las mujeres en trabajos dominados por hombres o en cargos de alto nivel. Podemos emplear los empujones de comportamiento en tres momentos del proceso de reclutamiento: al redactar los avisos de empleo, al revisar las hojas de vida y al momento de las entrevistas.
Se ha comprobado, por ejemplo, que al incluir la frase “salario negociable” en los avisos de empleo, más mujeres se postulan y se atreven a negociar mejores salarios. De igual forma, el uso de los llamados curriculum ciegos – en los que la persona a cargo de la selección no tiene cómo determinar las características personales del candidato como sexo, etnia y edad— ha sido efectivo en evitar sesgos en los procesos de selección y ha incrementado el número de mujeres que son llamadas a entrevistas.
En el sector de salud hay también mucho espacio para emplear el diseño conductual para promover la igualdad de género. Un área de mucha importancia es el mejoramiento de la calidad de servicios de salud para mujeres sobrevivientes de violencia.  Al respecto, proveedores de salud pueden “empujar” a las mujeres sobrevivientes a seguir un plan de tratamiento a través de la provisión de contrareferencias activas, en las cuales las mujeres son acompañadas a sus citas futuras con otras agencias o esas agencias entren en contacto con las mujeres referenciadas para reforzar la importancia de asistir a las citas.
En el BID estamos trabajando con “empujones” de comportamiento en muchas otras áreas. En El Salvador, el país con la mayor tasa de feminicidio del mundo, estamos desarrollando un proyecto con la policía y los fiscales para prevenir e investigar estos actos de violencia extrema contra las mujeres. En México, estamos llevando a cabo un ejercicio junto a la Subsecretaría de Educación Media Superior para incrementar el interés de mujeres adolescentes por estudiar carreras universitarias científicas. En Paraguay, trabajamos junto al gobierno para para mejorar la calidad de los servicios en Ciudad Mujer, un centro de servicios integrados para el empoderamiento de la mujer.
El diseño conductual es aún una práctica emergente a nivel de políticas públicas en América Latina y el Caribe. Sin embargo, considero que no sólo es factible, sino también efectivo promover la igualdad de género a través de modificaciones inteligentes en la arquitectura de elección. Les quiero dejar entonces con una visión de futuro, lleno de “empujones”, en el que los países de la región sean líderes mundiales en la aplicación exitosa de la ciencia del conocimiento para promover la igualdad de género.



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