¿Soy un terrorista sin saberlo?



Para saber. Aristóteles fue uno de los hombres más sabios de la antigüedad. Fue discípulo y amigo de Platón, otro gran filósofo. Se cuenta que negó una teoría, pero uno le recordó: “Pero Platón lo dijo”.Y respondió Aristóteles: “Soy amigo de Platón, pero más amigo de la verdad”.El octavo mandamiento protege la virtud de la veracidad: “No darás falso testimonio contra tu prójimo, ni mentirás”. El papa Francisco recordó que la gravedad de la mentira está en que deteriora las relaciones e impide el amor.Para pensar. Le preguntaron a Aristóteles: “¿Nunca has mentido?”Al responder que no, lo cuestionaron: “¿No crees que la mentira es útil?”El filósofo contestó: “Sí; para lo único que sirve la mentira es para que no te crean cuando dices la verdad”. Mentir no es natural, aunque uno se acostumbre.Los padres de un hijo de tierna edad pueden atestiguar lo que le costó decir la primera mentira: le tiemblan los labios, con el espanto de ser descubierto, ¡con qué ritmo late su corazón!¿No prueba esto, mejor que un argumento, que mentir es contra la naturaleza?La mentira siempre daña: a otro o a uno mismo. Se parece al arma del búmerang, que al lanzarla hiere a otro, o vuelve al que la ha lanzado y lo hiere.Preguntémonos, ¿soy testigo de la verdad o un mentiroso disfrazado de verdadero?Para vivir. El papa Francisco nos previene contra los chismes que destruyen la unidad, y afirma que una persona chismosa es un terrorista que con su lengua lanza una bomba y se va tranquilo, pero esa bomba destruye la fama de otros.De nuestra confianza en Dios, que es Padre y me ama, nace mi verdad y no querer defraudarlo. Una hermosa manera de vivir.



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