Niños migrantes en México, sin apoyo educativo



El doctor David Rocha, académico de la Universidad Autónoma de Baja California, explica que confirme los municipios a los que llegan las familias migrantes se alejan de las fronteras del norte y sur del país, su presencia se vuelve más invisible, no solo para las autoridades gubernamentales, sino también para las comunidades escolares, donde son excluidos e invisibilizados.
“En diferentes estudios que se han hecho recientemente hemos encontrado la presencia de los jóvenes que vienen con sus padres de Estados Unidos, deportados o que retornan de manera voluntaria, pero son invisibles para el sistema educativo mexicano, sobre todo fuera de la frontera”, señala.
Según cifras de la Encuesta Intercensal 2015 del INEGI , la mayoría de estos niños y adolescentes migrantes de retorno (19%) vive actualmente en Baja California, el 16% en Chihuahua, 10% en Tamaulipas, 8% en Sonora y 7% en el estado de Jalisco.
Otras de las principales entidades en donde se asientan los migrantes de retorno y extranjeros son Michoacán (6%), Guanajuato (4%), Coahuila (3%), Zacatecas (7%) y Nuevo León (2%). En total, estos 10 estados concentran el 78% de esta población.
Aunque la mayoría de ellos migran a México desde los Estados Unidos, en las escuelas mexicanas también hay niños provenientes de Venezuela, Colombia, Guatemala, España, El Salvador, Honduras Cuba, Brasil, China, Canadá, Costa Rica, Macao, Perú, Italia, Corea otros países.
De acuerdo con el académico, en la frontera los migrantes son más visibles porque la dinámica de intercambio entre ciudades fronterizas han acostumbrado a las personas a compartir y convivir de manera constante con los “del otro lado”, pero en los estados del centro o sur del país no es tan común encontrar a estos niños, “entonces el sistema que no está acostumbrado a ellos los invisibiliza, porque es difícil incorporarlos”.
La falta de conocimiento sobre la existencia de estos menores resulta en que las escuelas y profesores no cuentan con capacitación para atenderlos de manera adecuada, detalla.
A las complicaciones para regularizar sus documentos y la dificultad de aprender español, se sumó la frustración que Alberto experimentó porque en la primera secundaria donde lo inscribieron, en Ahuatenco, su profesor de inglés le arrebataba sus cuadernos para usaros como guía para calificar a sus compañeros, pero lo regañaba si llegaba a corregirle frente a otros alumnos algún error de escritura o pronunciación.
Debido a que Alberto no se encontraba cómodo en esa secundaria, sus padres lo cambiaron de escuela, esta vez en Cuentepec, Morelos, una comunidad ubicada a 10 kilómetros de su casa, de donde es originaria su madre.
Los meses que estudió en Cuentepec, donde terminó la secundaria, además de las dificultades para comunicarse en español, el joven se enfrentó a un nuevo reto: sus compañeros hablaban náhuatl, por lo que no podía entender en absoluto lo que decían.
“A veces me hablaban en náhuatl a propósito, para que no entendiera. El español también me costó un poco, porque había palabras que no podía pronunciar, pero me fui acostumbrando”, recuerda Alberto.
Para estudiar la preparatoria, sus padres lo inscribieron en un colegio particular donde intentaron estafarlos aumentando arbitrariamente el costo de las colegiaturas, con la idea de que no necesitaba una beca porque había llegado de Estados Unidos y tenía dinero. Luego de eso, decidieron cambiarlo a una escuela pública.
A pesar de las dificultades que experimentó en el aprendizaje y para relacionarse con sus compañeros, Alberto concluyó el bachillerato hace unos meses. Ahora espera poder entrar a estudiar la licenciatura en física, y mientras se dedica a cuidar a su hermano menor, de dos años, para que su madre pueda hacer trabajo doméstico en Cuernavaca y su padre se dedique a sembrar frutos, maíz y frijol.
Han pasado seis años desde su regreso a México, pero Alberto dice que no ha conseguido hacer amistades en la comunidad donde vive y ha perdido comunicación con sus compañeros de Estados Unidos. A diario, permanece aislado, con algunas excepciones, cuando acude al único café internet de Ahuatenco a pasar algunas horas navegando en la web. Generalmente pasa el tiempo dibujando.



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