Ayer en Michoacán, ratifique que el PRI sigue en terapia intensiva. La opinión de Javier Lozano



Morelia, Michoacán.- Como parte del proceso en miras a renovar la dirigencia del PRI, los suspirantes sostuvieron un encuentro con la militancia del Estado de Michoacán, para hacer un pronunciamiento de su itinerario de propuestas para la transición del comité ejecutivo Nacional; nada innovador, prevaleció esa lingüista de descalificaciones a sus adversarios con un abanico de señalamientos, culpas que solo matizaban la falaz aberración por sostenerse de esa frágil estructura que aún les queda.
El PRI sigue luchando contra el propio PRI; son los mismos fantasmas del pasado lo que están condenando a la sombra de aquel partido omnipotente. Su génesis se caracterizó por el autoritarismo y la imposición de varios presidentes de la república desde la época posrevolucionaria; las votaciones irregulares, el acarreo, el nepotismo y la corrupción a priori han sepultado las aspiraciones en un futuro del partido revolucionario institucional; no podemos soslayar el poderío que constituyo el aparato gubernamental en su etapa de abundancia, ni la oligarquía que se consolido gracias a las políticas que beneficiaban a ciertos sectores en específico
Se terminaron los tiempos de bonanza para la cúpula priista, donde envanecían los mítines gubernamentales abarrotando los escenarios. Antorcha campesina, CTM, y algunas otras organizaciones del llamado corporativismo generaban el éxodo que alimentaba a esa fuerza que perecía indestructible.
El clima que percibimos es parte de una sociedad enfadada, harta, y minimizada por los gobiernos locales en los Estados; estas prácticas gubernamentales eran parte del protocolo local del sistema político tradicional de nuestro país; la personificación de un aparato represor y ominoso, segregaba a los sectores populares más necesitados bajo el yugo de su hegemonía.
El despertar social, constituyo la libertad de pensamiento y acción de una sociedad que estuvo maniatada y cejada bajo la etapa del presidencialismos de los gobiernos del PRI; afortunadamente hoy en día, la gente bajo el impulso de su decisión, y reflexión del pensamiento político en nuestro país, ha comenzado a gestar un amplio sentido de responsabilidad y toma de decisiones.
Los nuevos cuadros tienen que remar contra corriente; hacerlo significa comenzar una nueva etapa: sin estigmas ni prejuicios. Estas heridas son profundas, y tardaran un periodo largo en sanar. El comité ejecutivo nacional hace un llamado a cerrar filas con el tricolor; están convencidos que nuevamente recuperaran el poder; es una quimera, el PRI tuvo en sus manos la oportunidad de reivindicar el camino empedrado con Enrique Peña Nieto y el resultado fue catastrófico.
Ayer ratifique lo evidente, el PRI sigue perdiendo terreno por el vacío enorme que ha ensombrecido su etapa partidaria. El revolucionario institucional tiene una afección crónica y seguirá en terapia intensiva por el escepticismo que han sembrado, y porque siguen emulando el discurso ambiguo e indigno que han fraguado a lo largo de su vida política.
No han cambiado, siguen conservado los patrones de conducta que solo ensalzan sus figuras. Nunca abrazaron la promisoria base de proyectos que fortalecieran las bases de la democracia, sino el anacronismo reaccionario banal, continuista y simplista de hacer política.
Aunque parezca inaudito, el PRI no meterá ni las manos en las elecciones del 2021; en Michoacán están prácticamente en la sombre del tablero político.
Es muy prematuro, pero es más que evidente que ni entre ellos hay congruencia para construir una base que mueva los hilos del partido. Si el 2021 parece irreal e incierto, el 2024 será el retrato de aquel terremoto que tuvieron en las elecciones para renovar el congreso y la carrera por la silla presidencial.
Nos vemos pronto.
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