Lo que viven niños con madres y padres en prisiones mexicanas



Actualmente 436 niños de entre 0 y 6 años viven dentro de centros penitenciarios del país, junto con sus madres, aunque, de acuerdo con la asociación civil Reinserta, solo 37 de las 360 prisiones mexicanas cuentan con áreas de maternidad y de educación temprana.
El resto de los centros penitenciarios del país no cuenta con condiciones aptas para menores de tres años que vivan con sus madres, por lo que deben ser separados al momento de nacimiento, vulnerando los derechos de las mujeres, como los de sus hijos, de acuerdo con el Estudio de Maternidad y Paternidad en Prisión.
Estos niños, que han nacido y crecido “en un ambiente adverso, donde se encuentran bajo las restricciones y normas que viven sus madres”, sufren a largo plazo de “estrés tóxico” que les provoca desórdenes emocionales, dificultades en el aprendizaje, baja confianza y, en etapas como la adolescencia, consumo de sustancia y adopción de estilos de vida riesgosos.
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Los niños que viven con sus madres en prisión también pueden presentar consecuencias de estrés como manejo ineficiente del medio, ansiedad y depresión.
David, un niño de 5 años que nació y vive en prisión con su madre, es uno de los menores de edad que experimenta dichas consecuencias.
Su madre se encuentra privada de libertad por el delito de homicidio y, como no tuvo con quién dejar a David, lo tiene con ella dentro del centro penitenciario.
Los padres de David se conocieron en prisión y se casaron antes de que naciera; sin embargo, cuando él tenía dos años, su padre salió del centro y poco después dejó de buscarlo a él y a su madre, también dejó de brindarles apoyo económico.
Un año después su madre inició una nueva relación con un hombre que estaba privado de libertad, a quien conoció a través de cartas y quiso involucrarse en la crianza del niño.
En la prisión donde vive con su madre, David acude al Centro de Desarrollo Integral (CENDI), al que comenzó a asistir desde los 6 meses. Allí acuden otras niñas y niños que nacieron en prisión, con quienes se desenvuelve de manera cariñosa.
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Ahora que David está por cumplir seis años, edad en la que debe abandonar el centro, ha empezado a tener miedo de dejar de ver a su mamá y no poder verla todos los días. Ante esta situación, su madre le ha explicado que en poco tiempo tendrá que salir, porque el centro no es un espacio adecuado para que viva.
Las niñas y niños que se encuentran con sus madres en prisión viven con carencias en la cobertura de servicios básicos: solo 61% reportó tener el esquema de vacunación completo, 54.7% ser beneficiario de campañas de salud, 51.4% recibir atención pediátrica y 32.4% contar con atención psicológica.
Asimismo, se reportó que solo el 32.1% tuvo acceso a medicinas específicas para su edad, el 23% tuvo atención psicológica y el 22.9% se benefició de servicios de nutrición.
Además, solo el 76% de estos menores de edad están legalmente registrados (331) mientras el 24% no (105).
En cuanto a los espacios para niñas y niños en prisión, solo en el 65.4% de centros penitenciarios cuentan con áreas lúdicas, 64.2% para que jueguen al aire libre y en 48.6% hay dormitorios específicos para mujeres madres.
Solo el 42.1% cuentan con un CENDI, y solo en el 9.3% de prisiones existen comedores para niños.
Dentro de las prisiones, los niños viven situaciones de violencia como escuchar lenguaje no adecuado (71.1%), revisiones en cateos (45.1)%, están en contacto con drogas (19.5%) o han presenciado motines (16%).
Incluso llegan a presenciar homicidios (2.5%) o conductas delictivas (2.4%); el 4.7% dijo haber sufrido maltrato por personal de seguridad y custodia, el 0.9% por parte del personal técnico/administrativo y otro 0.9% fue víctima de abuso o maltrato sexual.
Para Reinserta, las consecuencias del estrés tóxico de los niños con madres en prisión no termina una vez que sus hijos salen de prisión, pues afuera también se encuentran expuestos a situaciones de vulnerabilidad como la pobreza, inestabilidad social, económica y emocional, además de vivir bajo el estigma de ser hijos de un/a delincuente.
Maternidad en prisión
De las mil 028 mujeres entrevistadas por Reinserta, un 80% reportó ser madre y tener a sus hijos, y, según la Ley Nacional de Ejecución Penal, tienen derecho a estar en centros penitenciarios con instalaciones y artículos necesarios para tener una estancia digna y segura con ellos, pues deben gozar del derecho a la maternidad, aunque solo existen centros de maternidad y de educación temprana en el 10% de las prisiones.
Entre las mujeres encuestadas, el 90% dijo no haber recibido opciones por parte de las autoridades de medidas alternativas a la prisión, por ser madres.
Según el diagnóstico realizado por Reinserta, el 29% de las mujeres señalaron que tuvieron al menos un embarazo después de ingresar a prisión, y de ellas solo un 53% recibió atención prenatal.
El 96.4% dijo no haber tenido el deseo de abortar mientras estaba en prisión, el 2.3% que sí y que el centro las apoyó para realizar el procedimiento, el 0.8% quiso hacerlo pero no tuvo los medios necesarios y el 0.5% lo hizo con sus propios medios.
De estas mujeres, el 24.1% dijo haber sido encarcelada por acusaciones falsas en su contra, siendo la primera causa de su privación de libertad.
La segunda causa fue haber sostenido una relación familiar o sentimental con el autor del delito (16.1%), sospecha por las circunstancias o relación con la víctima (10.8%), acompañar a los autores del delito (7.7%) y el haber sido partícipe de un hecho delictivo sin saber que era una actividad ilícita (4%).
Los delitos por los que la mayoría se encuentran privadas de libertad son: secuestro (25.2%), robo (23%) y delitos contra la salud (6.7%).
Paternidad en prisión
Con relación al ejercicio de la paternidad de personas privadas de la libertad, de acuerdo con Reinserta, la Ley Nacional de Ejecución Penal “carece de perspectiva de género y es discriminatoria”, pues no establece el derecho ni las condiciones para que se ejerza, pues no contempla a hombres como posibles cuidadores de sus hijos.
El diagnóstico encontró que los delitos más cometidos por hombres fueron el robo (31.1%), el homicidio (20.5%) y violación (12%).
En el 14.3% de los casos, dijeron haber sido detenidos en presencia de sus hijas o hijos, el 62.8% que estos se encontraban con su madre al momento del aseguramiento y el 13.2% dijo que estaban en “otra” situación.
Al indagar sobre la situación de sus hijos después de la detención del padre, se conoció que en el 84.5% de los casos se quedaron con un familiar, el 5.5% especificó que en ese momento aún no tenían hijos y el 3% que en el momento no tenía contacto con ellos o se encontraba separado de la familia.
Solo el 2% de los padres dijo que tienen a sus hijas e hijos en prisión, mientras el 98% dijo que no.
Entre los hombres que tienen a sus hijos dentro de centros penitenciarios, el 8% de los niños no está registrado. Solo el 41% de los menores de edad puede salir del centro de reclusión a visitas.
De acuerdo con Reinserta, las disposiciones legales que se han formulado en aras de proteger a los niños que viven en centros de reinserción, sigue existiendo una constante violación a derechos humanos de ellos, así como sus padres y madres.
Los niños que viven en estas condiciones, así como aquellos que están fuera de prisiones “padecen abandono social, estigmatización, falta de oportunidades, discriminación y la complejidad de tener a un padre o madre privados de libertad”.
Por ello recomendó al gobierno mexicano accionar los mecanismos necesarios para garantizar que las mujeres y hombres privados de libertad puedan ejercer su derecho a la maternidad o paternidad dentro de prisión.
Asimismo, pidió que se habiliten espacios libres de violencia para niñas y niños dentro de los centros, así como centros de convivencia familiar.
También recomendó el desarrollo de las estrategias necesarias para garantizar la gobernabilidad de los centros de reclusión y garantizar la satisfacción de las necesidades fundamentales de las niñas y niños que viven con sus padres y madres dentro de prisión para su bienestar integral.
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