Liderazgos políticos en tiempos de Coronavirus



La pandemia del Coronavirus deja en evidencia no tan sólo la relevancia de los líderes políticos mundiales en la conducción de sus respectivos países, sino que también ha permitido observar de primera fuente las características personales y creencias de quienes están a cargo de la toma de decisión. Son los periodos de crisis, en los que la información que se posee es acotada y se requieren decisiones rápidas y concretas, los mejores escenarios que nos da el contexto internacional para conocer cómo responden los líderes ante lo desconocido.
El mundo nos está presentando, de una manera brutal, las reacciones de quienes en su conjunto están a cargo de la vida de millones de personas. Hemos podido observar distintos tipos de liderazgo. A riesgo de ser reduccionista, mencionaré tres, los líderes abiertamente irresponsables, los equilibrados y los improvisadores.
Los líderes abiertamente irresponsables son quienes, dando cuenta de sus egocentrismos, han puesto en riesgo a la población entregando información sin sustento científico, o restándole gravedad a la pandemia. Aquí claramente tenemos el caso emblemático de Trump y Bolsonaro.
Al inicio de la crisis, Trump mostraba una postura triunfalista, jactándose de haber adoptado las medidas más agresivas posibles que se habían tomado en el mundo para enfrentar el Covid-19 y señalando que estaban haciendo un excelente trabajo y que el virus “pasaría”. Un mes después, las muertes producto del coronavirus en Estados Unidos han superado las de Italia, siendo el primer país que bate el récord de más de 2,000 muertes en un día. Durante la crisis global, Trump ha dejado clara su postura respecto a la cooperación internacional.
Hace algunas semanas, representantes del gobierno alemán declararon su molestia por la supuesta solicitud que Trump habría hecho a una compañía médica alemana para tener los derechos exclusivos para producir vacunas en contra del Covid-19. Asimismo, 3M la mayor empresa productora de máscaras N95, declaró que el gobierno de Estados Unidos pidió que se terminara la exportación de este producto a Canadá y Latinoamérica, pudiendo afectar gravemente la situación en países que dependen de aquel insumo.
Por su parte, Bolsonaro en Brasil escandaliza al mundo con sus declaraciones irresponsables en las que compara el Covid-19 con un “resfriadito”. En una conferencia de prensa, el mandatario indicó que los brasileños tenían que ser estudiados porque no se contagiaban de nada, incluso si saltan a las alcantarillas. Según él, en Brasil había personas infectadas hace semanas que ya tenían los anticuerpos contra el virus. Posteriormente, Bolsonaro declaró sin medias tintas su oposición a cerrar escuelas y tomar medidas más estrictas para evitar la propagación del virus. Tal es el desamparo de la población, que en sectores vulnerables el crimen organizado tomó las riendas de la “protección” de personas, imponiendo distanciamiento social.
El segundo grupo es el de los líderes que han sabido manejar la crisis equilibrando el foco entre la tarea y las personas. Aquí el caso más claro ha sido el de Jacinda Ardern en Nueva Zelanda, quien el 23 de marzo anunció una estricta cuarentena de un mes en todo el país. En esa ocasión, Ardern dejó claro cómo tomó su decisión indicando que podrían haber esperado y planear cada detalle de la cuarentena, pero que esto implicaba exponer a las personas y que prefirió no hacerlo.
Tal vez una de las cosas más interesantes de la manera en que Ardern ha enfrentado la crisis es su capacidad empática y foco en las personas. Al final de su discurso en el que informaba de la cuarentena, Ardern no tan sólo puso un tono humano a la crisis, sino que también dejó claro la relevancia del actuar colectivo. “Si tienen dudas acerca de lo que pueden o no pueden hacer, apliquen un principio simple, actúen como si tuvieran Covid-19, cada movimiento que hagan puede poner en riesgo a otros. Esto es cómo debemos pensar, colectivamente. Nos estamos poniendo como prioridad y eso es algo que como nación sabemos hacer muy bien. Nueva Zelanda, tengan calma, sean amables, quédense en casa, podemos romper la cadena”, señaló. Las palabras y gestos de los líderes en tiempos de crisis son aún más importantes que en otras ocasiones y esto Ardern parece saberlo muy bien.
El 6 de abril, Ardern en un gesto de conexión con las familias de su país, se dirigió a los niños y niñas para señalarles que “el conejo de pascua y el ratón de los dientes son considerados trabajadores esenciales” pero que también tenían que entender que ambos podrían estar muy ocupados durante este tiempo con sus propias familias.
Dentro de este grupo también está Angela Merkel, que claramente con un tono distinto al de Ardern, salió de la acostumbrada sobriedad de su discurso para asignarle la gravedad necesaria a la situación, aclarar lo que venía y poner en la mesa la relevancia de la solidaridad. En su discurso, indicó que había que tomarse el virus en serio y que desde la Segunda Guerra Mundial, Alemania no había afrontado un desafío que dependiera tanto de la solidaridad colectiva. Luego, dándole un enfoque personal, aludió a su pasado señalando que para alguien como ella, para quien la libertad de movimiento había sido un derecho que se había ganado con dificultad, la restricción que se estaba imponiendo solo se justificaba por absoluta necesidad.
También hizo un llamado a no acaparar cosas de los supermercados. Ese mismo día, se la vio haciendo sus compras en una tienda en Berlín, en una foto que dio vuelta al mundo, Merkel aparecía con un carro de supermercado llevando unas pocas cosas, entre ellas algo de comida, papel higiénico y vino. De acuerdo a un artículo del New York times, las fotos se hicieron virales como un signo dirigido a dar seguridad en una situación de crisis global.
El tercer grupo de líderes mundiales han sido los lentos en la toma de decisión, los improvisadores e incluso negligentes, aquellos que han aparecido llegando tarde a todo. Aquí se puede mencionar el caso de Sebastián Piñera, Manuel López Obrador y Boris Johnson. Las decisiones de este último se han modificado desde el comienzo de la crisis, situación que abordó The Guardian en una cronología.
El 3 de marzo, Johnson se jactaba de seguir dándole la mano a las personas e hizo un llamado a continuar con las vidas normalmente. El 23 de marzo informó que el Reino Unido entraría en cuarentena. Johnson, el mismo que se dirigía a la ciudadanía diciendo que “muchas familias iban a perder a su gente querida antes de lo esperado” tuvo que ser ingresado a cuidados intensivos por síntomas persistentes de Covid-19.
El presidente Piñera, por su parte, también parece ir usando la táctica del ensayo y error. Sus respuestas a la crisis han sido lentas y en ocasiones parecen ser producto de la presión ejercida por la ciudadanía o por evitar la humillación de ir detrás de los alcaldes en la toma de decisión. Cada decisión que ha tomado Piñera durante la crisis viene con un retraso de un par de días o semanas, lo que en el caso de una crisis sanitaria de este tipo puede traer consecuencias fatales para la población.
Piñera demoró el cierre de fronteras y no fue hasta que los alcaldes decretaron la cancelación de clases que mandó a suspenderlas en todo el país. La cuarentena instalada en ciertos sectores de la capital fue tardía y su ejecución ha sido torpe. Piñera no tan sólo tiene graves problemas para manejar las comunicaciones en general, sino que tampoco ha sido capaz de elegir dentro de sus asesores a personas que puedan hacer frente a la crisis de mejor manera, al menos comunicacionalmente. La ministra Karla Rubilar, que tuvo algunos aciertos comunicacionales antes de ser nombrada como vocera, ha jugado un rol absolutamente menor durante la crisis sanitaria.
Dos ministerios que deberían ser centrales para el manejo de la crisis, como lo son el de Educación y el de la Mujer, están funcionando con el equipo de reserva luego de que sus líderes decidieran abandonar el barco en medio de la crisis social. De los nuevos ministros, no se sabe claramente cuáles son sus capacidades para el cargo, ni cuáles son sus propuestas. El Ministro de salud, Jaime Mañalich, que se ha destacado por su falta de empatía y manejo soberbio de la crisis, tampoco es la mejor carta para dar tranquilidad a una ciudadanía que hace meses está pidiendo una conducción humana de la política en Chile.
Un elemento relevante respecto de Piñera es que, no obstante, ha llevado la crisis a punta de tropiezos, ha dado señales claras de su visión de la política y de sus preferencias para conducir el país. El hecho que una de sus primeras disposiciones haya sido decretar estado de catástrofe para permitir la salida de las Fuerzas Armadas aún sin dar a conocer ninguna otra medida para enfrentar la crisis, es un signo político importante. La decisión de no molestar en demasía ni a la banca, ni a las Isapres, ni a los privados en general, en un contexto donde bien se podrían tomar medidas para hacerlo, también da cuenta de algo; que el modelo no se toca.
El paseo y sesión de fotos que tuvo el Presidente hace unos días en lo que ha sido el bastión de la protesta social, también habla de su visión y personalidad. En ese sentido, uno de los errores más grandes que hemos cometido ha sido pensar que Piñera no entiende, o que comete errores sin darse cuenta, las llamadas “piñericosas”. Pensar que las conductas del presidente son producto de una especie de infantilismo es problemático por dos razones; porque le quita responsabilidad a sus acciones y porque no permite analizar la contingencia política estratégicamente. El Presidente sí entendió el estallido social y sí entiende las peticiones de la ciudadanía, entendió ambas cosas, pero decidió ignorarlas.
Piñera sí sabía que tomarse fotos en el centro de la protesta molestaría y sería visto como una provocación, y justamente por eso lo hizo. ¿Quién dijo que el Mandatario no podía caminar tranquilo por su propio país como otros líderes mundiales? ¿quién dijo que el estallido social lo había botado? No es atrevido decir que Piñera tiene la convicción que hace las cosas bien, que el estallido social fue una roca en el camino, pero que saldrá fortalecido. Ahora, con el manejo de la pandemia, Piñera se ha visto bastante más presente que en el estallido social y con un semblante bastante más triunfante.
La crisis global que ha traído el coronavirus ha dejado más claro que nunca que no da lo mismo quien gobierne. Los líderes políticos en tiempos de crisis no están tan sólo para dirigir el país en pos de una meta específica, también deben hacerse cargo del lado humano de una tragedia de la que aún no sabemos cómo terminará. Los líderes políticos mundiales nos han mostrado un abanico de posibles conductas, desde las más egoístas a las más sensibles, los resultados de su conducción los veremos a corto y largo plazo y quedarán para ser juzgados por la historia.    

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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