La situación de México es una de las más curiosas en el mundo y también para la Organización Mundial de la Salud (OMS) y que es objeto de estudio por diferentes motivos. Está claro que de manera oficial ni siquiera integra los 20 países con más contagios y se encuentra 16° en cantidad de fallecidos, pero dentro del país se revelan proyecciones poco alentadores y muy preocupantes.El primer caso se registró en el país el 28 de marzo y, sin confirmarlo como una situación de riesgo, pasaron los días hasta el 9 de marzo, el presidente Andrés Manuel López Obrador, asegura: “Nosotros, afortunadamente no tenemos problemas mayores con el coronavirus”. Dos días después se declara la pandemia por el COVID-19.Desde ese entonces, el país presentó serias dificultades a la hora de realizar testeos por la poca infraestructura y surge el Modelo de Vigilancia Centinela. Esto se trata de una aproximación estadística que contemplando lo imposible de testear a 127 millones de personas.
Con este enfoque es que para el 9 de abril, a pesar de existir 3.181 casos confirmados, se estimaron que a nivel nacional el número es de 26.519, y para los primeros días de mayo, las cifras superan los 26.000 casos y 2.500 muertes, con otra gran crisis sanitaria. Antes de la pandemia, México contaba únicamente con 2,053 respiradores, un número por demás precario si se considera que en el país residen más de 15 millones de personas por encima de los 60 años, esto llevó a una inversión inesperada, que será un golpe dura en la economía.La baja de la productividad, la necesidad de negociar con Estados Unidos y la caída del petróleo, llevan al país a un riesgo que, según Fondo Monetario Internacional, terminará con una caída del PBI en un 6,6%, siendo la peor contracción desde 1932.
