Pandemia y planificación urbana: necesitamos veredas más anchas



La crisis de Covid-19 está poniendo a prueba el sistema sanitario. Los casi 90,000 infectados y el gran numero de fallecidos registrados hasta ahora han hecho que la ciudad de Santiago se encuentre desde hace dos semanas en cuarentena total, mientras que otras ciudades, según el grado de avance de la pandemia, tengan cuarentenas parciales o totales. Para el caso de la capital, solo se puede salir de la casa con salvoconducto para casos justificados, como comprar alimentos o asistir a una hora médica, y guardar una distancia física con otras personas en espacios públicos y privados.
Los escenarios pos pandemia son aún inciertos. La mayoría de los países, incluido Chile, una vez pasado el peak y cuando las condiciones sanitarias lo permitan, se preparan para un retorno progresivo de las personas a sus trabajos o lugares de estudio sin que la pandemia haya acabado completamente. La necesidad de guardar distancia física con otras personas muy probablemente vaya a permanecer, lo que abre una interrogante sobre aspectos claves de la ciudad como, por ejemplo, el transporte público o el uso de espacios públicos como plazas, parques y veredas.
Debido a lo anterior, ciudades como Paris, Londres, Bogotá, Buenos Aires o Rancagua, han invertido fuertemente en la creación de ciclovías de emergencia que permiten, por un lado, a las personas desplazarse eficientemente guardando la distancia física y, por otro, ayudan a descongestionar los sistemas de transporte. En la misma línea, muchas ciudades han transformado total o parcialmente algunas calles antes destinadas al tráfico vehicular, en espacios caminables, buscando con ello que las personas puedan mantener la necesaria distancia física para evitar la propagación del Covid-19. Cabe recordar que la caminata es el más popular y democrático de los modos de transporte, que puede ser practicado por casi todas las personas, con independencia de su nivel socio económico o edad.
Pero, ¿permiten las veredas de las ciudades chilenas la distancia física entre las personas que caminan en ellas?
La revisión de la Ordenanza General de Construcciones y Urbanismo (OGUC), el cuerpo normativo que regula cómo se planifican y construyen las ciudades chilenas, tiene limitaciones importantes. En efecto, mientras establece un ancho mínimo de siete metros para las calles (independientemente de si están en un barrio residencial o uno comercial), el ancho mínimo de las veredas es de solo 1.2 metros. En la práctica eso significa que dos personas caminando en dirección opuesta no puedan mantener la distancia física necesaria de dos metros durante una pandemia. Pero las veredas no solo sirven para caminar: sirven también para que las personas se encuentren e interactúen, para el encuentro casual entre vecinos. Lamentablemente, en Chile las veredas en general están sub dimensionadas. Más aún, en muchas calles – en especial en barrios de menores ingresos– las veredas ni siquiera existen o no están pavimentadas. En el intertanto, los 3.5 metros asignados a cada pista de autos les permiten circular cómodamente y a gran velocidad. Esto contrasta con países como, por ejemplo, Alemania, donde el ancho mínimo de veredas de 2.5 metros, permite que dos sillas de ruedas transiten en direcciones opuestas.
Lo anterior muestra la necesidad imperiosa de realizar cambios en la normativa urbana actual, que hagan más segura e inclusiva las caminatas de las personas. Estos cambios debiesen repartir el espacio de la calle de manera más justa y eficiente, priorizando los modos que no contaminan y facilitan un distanciamiento de las personas y, a la vez, permiten el florecimiento de los barrios y las comunidades. En este contexto, resulta particularmente importante incrementar el ancho mínimo de nuestras veredas, ya que no solo ayudan a generar el distanciamiento físico necesario en caso de pandemia, sino permiten que adultos mayores, personas en situación de discapacidad y grupos de personas, puedan caminar de manera cómoda por la ciudad.
Los meses que se avecinan presentan una oportunidad muy interesante para las ciudades chilenas, y especialmente para las calles. De ser tradicionalmente pensadas como infraestructuras para la circulación de autos (principalmente), debemos considerarlas como un espacio público que debe garantizar el desplazamiento y uso recreativo por parte de muchos usuarios, especialmente de los más numerosos y vulnerados, los peatones. Para cuando esto pase y nos encontremos de nuevo, nos sintamos seguros e incluidos.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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