El caso de la rotura de silobolsas en la Argentina, explicado



Sin un claro origen que ponga ubicación al invento, la silobolsa es una capa de polietileno que se utiliza para cubrir los granos o el heno, buscando así protegerlo de las diferentes inclemencias meteorológicas. 
Si bien esta técnica ya se aplicaba en los establecimientos ganaderos de Europa, el aporte argentino refiere a que la cobertura plástica en cuestión se convirtió en un bolsón cerrado, algo que posibilitó un aislamiento más completo, así como un aumento en los tiempos máximos de almacenamiento. 
El almacenaje hermético de granos es una técnica muy antigua y en nuestro país se usó al construir celdas subterráneas herméticas ante la imposibilidad de exportar durante la Segunda Guerra Mundial.
Según recopila Chequeado, el surgimiento de esta innovación tuvo mucho que ver con la crisis económica y social ocurrida en el 2001, al tiempo que se transitaba una etapa de intensificación agrícola con la aprobación unos pocos años antes, en 1996, de la soja transgénica resistente al glifosato.
De igual manera, el INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria) toma como referencia las las proyecciones de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés) desde donde se advierte que la población mundial pasará de 6.900 a más de 9.200 millones de habitantes, en 2050. 

Así, en los próximos 40 años, la demanda de agroalimentos crecerá un 70%. El desafío está planteado y la Argentina tiene una oportunidad única en la que deberá aumentar la eficiencia productiva y aplicar las tecnologías disponibles.
Para Ricardo Bartosik (técnico del INTA Balcarce), este incremento de habitantes en el mundo demandará granos especiales con segregación e identidad preservada, con mayores requisitos de calidad, sanidad e inocuidad, mayor demanda de certificaciones e implementación de buenas prácticas y trazabilidad.
Es por ello que Bartosik se refirió a la silobolsa como el “hito tecnológico del campo argentino” disponible para el mundo a fin de solucionar, en gran medida, los problemas de seguridad alimentaria.
En países como Argentina, Brasil, Sudáfrica y Rusia en los que las grandes extensiones de territorio con grandes volúmenes de producción, esta tecnología representa una solución para la problemática en la logística de la poscosecha.
Matías Longoni informa que cada una de estas bolsas cuesta unos US$ 200 y además se estima, según la Revista Márgenes Agropecuarios, un costo adicional de unos US$ 8 por tonelada por la confección de estos “chorizos”. 
Este costo, contemplando el precio de lo que se almacena allí, por caso la soja que ahora cotiza a unos US$ 350 por tonelada, la mercadería almacenada tiene un valor cercano a los US$ 70.000, se presenta como accesible. 



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