¿Hoja en blanco, gris o negra?



Apenas a dos semanas del plebiscito han sorprendido encuestas serias que revelan que entre un 20 y 25 por ciento de los ciudadanos aún no tendría decidido cómo votar. Es una enormidad, considerando que la intención de ir a votar rodea al 70 por ciento. Impacta también seguir escuchando a personas de alta educación confundidas en cuestiones básicas sobre los alcances del plebiscito, los efectos de su voto y resultados en cada cédula, así como los límites o restricciones para la Convención en la elaboración de una nueva Constitución, etc.
De la confusión a la indecisión
En mi opinión, tanto las confusiones como la indecisión se deben a una pésima comunicación, salpicada de conceptos ambiguos, información incompleta, errores, tergiversaciones y mentiras –intencionadas o no–, que han existido en el debate y en la propaganda del plebiscito.
Por ejemplo, conceptos ambiguos como la “hoja en blanco”, de variada interpretación, enredaron el debate. Afirmaciones falsas, como la supuesta suspensión de la solución de necesidades concretas y urgentes de la ciudadanía por dos años mientras se elabore una nueva Constitución; tan falsa como la inversa, de que una nueva Constitución los resolverá todos y de inmediato. También ha habido llamados a votar con “cálculo” o con “chanfle y carambola”, votando de manera contradictoria y contraintuitiva al sentido común de lo que dice el voto: Apruebe para defender la Constitución de 1980, o Rechace para Reformar, o Anule la segunda cédula para evitar un fraude, etc. Muchos votantes de derecha están mareados. También la franja de propaganda en TV ha sido un desastre mayúsculo: hiperfragmentada, inconexa, confusa, indigerible. Un puzle grande, enredoso y hecho con piezas de pésima calidad.
La hoja en blanco
Veamos esta vez el concepto de “hoja en blanco” que, en síntesis, es solo una metáfora o un símbolo para decir que se trata de elaborar una nueva Constitución, no de reformar la existente. No es un concepto jurídico. Es una afirmación política o teórica: “Partamos de cero” y pongámonos de acuerdo con una nueva Constitución que elaboremos y nos interprete a todos o a la gran mayoría, sin dar ventaja previa a ningún sector. No es ignorar la historia, ni pensar en el vacío, ni desconocer la tradición constitucional de Chile.
La actual Constitución es un factor que desde hace años nos divide como país y que con frecuencia genera conflictos en la aprobación de las leyes, y en los fallos de la Corte Suprema y el Tribunal Constitucional.
La actual Constitución de 1980 en sus 40 años de vida ha sido modificada más de 42 veces, con más de 250 modificaciones a su texto original. O sea, es una rueda más pinchada, parchada y recauchada que camión de los 80. Nuestra Constitución de 1833, que duró 97 años, fue modificada solo 9 veces, y la de 1925, que duró 50 años, fue modificada solo 10 veces.
Para completar la metáfora, llamaré a la Constitución de 1980 vigente como la “hoja negra”, para contrastarla con la “hoja en blanco”.
Nuevas Constituciones elaboradas sobre una “hoja en blanco” han sido, por ejemplo, las constituciones chilenas de 1828, 1833, 1925 y 1980, que son las que nos han gobernado durante los últimos 195 años de vida republicana. Cada una de ellas derogó y sustituyó respectivamente a la anterior. Las de 1828 y de 1833 las redactaron Convenciones Constitucionales, mixta en el segundo caso. La de 1925 también consideró para su elaboración una Asamblea Constitucional pero que no se pudo realizar, y la elaboraron unas Comisiones. Entonces no estamos inventando la rueda, lo hemos hecho igual varias veces y ha resultado bien.
Hasta donde sé, el primero que mencionó la “hoja en blanco” fue el ex Presidente Lagos en una entrevista a El Mercurio en 2013: “Lo que no se entiende es que Chile cambió… La sociedad chilena es otra. El ciclo político que funcionó durante 25 años ha terminado. Por dos razones. Por esta Constitución, que no da el ancho, y porque los sistemas políticos en general están cuestionados…” (…) “Lo que quiero decir con esto es que la Constitución también tiene muchos elementos que es necesario modificar a la luz de esta nueva realidad” (…) “¿Qué quiere decir hacer una nueva Constitución? Que usted parte de cero. Una hoja en blanco. Entonces usted sabe que tiene que llegar a un acuerdo… En cambio, cuando usted dice “reformemos”, usted sabe que si fracasamos, se queda con lo que hay. ¿Se da cuenta de la diferencia? ¿No cree que es más democrático, ahora, 25 años después, comenzar con una hoja en blanco?” (Esto lo decía Lagos en 2013, apenas 8 años después de haber promulgado sus modificaciones constitucionales de 2005, que algunos llaman la Constitución de Lagos).
Luego, entre otros que mencionaron la “hoja en blanco”, estuvo un grupo de 262 profesores de Derecho y Ciencia Política, que apoyó el “Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución” de noviembre de 2019. Señalaron que “las constituciones recogen acuerdos ampliamente compartidos. Por eso es razonable que sean adoptados por mayorías reforzadas (…) Ciertamente, mientras más alto el quórum, más difícil será alcanzar un acuerdo y más necesario será forjar compromisos entre partes que tienen concepciones políticas distintas. El quórum de 2/3 acordado busca que la nueva Constitución sea el producto de grandes acuerdos. En la Constitución de 1980 el quórum de 2/3 (para poder modificar la actual Constitución) otorga un poder de veto al sector político que la redactó, impidiendo que las mayorías democráticas la reformen. En contraste, en la constituyente el quórum de 2/3 hace que la Constitución sea el producto de la voluntad de las grandes mayorías porque se parte de una hoja en blanco que no da ventaja a ningún sector en particular”.
El juego entre la “hoja en blanco” y la “hoja negra”
¿Como juegan entre sí la “hoja en blanco” y la “hoja negra”?
Si en una materia específica en la Convención no se alcanza el acuerdo de 2/3 para escribir una norma concreta en la “hoja en blanco” de la nueva Constitución, no regirá supletoriamente la norma escrita sobre la misma materia en la actual “hoja negra” de la Constitución de 1980.
Si la Convención durante sus 9 meses para elaborar la nueva Constitución no llega a acuerdos de 2/3 en aspectos básicos de un texto constitucional sobre “hoja en blanco”, o sea, no completa la hoja, no podrá hacer una propuesta de texto Constitucional para someterla al “plebiscito de salida” en 2022. En tal caso seguirá rigiendo la “hoja negra” de la Constitución de 1980 vigente.
Si sometida a plebiscito en 2022 la propuesta de una nueva Constitución escrita en la “hoja en blanco” por la Convención, se rechaza ese proyecto por mayoría ciudadana, también seguirá rigiendo íntegramente la “hoja negra” de la actual Constitución.
Si se aprueba por mayoría ciudadana en el “plebiscito de salida” de 2022 el texto del proyecto de nueva Constitución escrita sobre “hoja en blanco” que proponga la Convención, se producirá una sustitución íntegra de la vigente “hoja negra” por la nueva Constitución que se escribió en “hoja en blanco”. Es lo que se llama “derogación orgánica” de una Constitución por otra.
Por último, hasta que no se apruebe la nueva Constitución escrita en “hoja en blanco”, seguirá rigiendo plenamente la “hoja negra” de la Constitución de 1980 con el texto que esté vigente.
La verdad es una nueva Constitución sobre una “hoja gris”
Sin embargo, la que se ha llamado “hoja en blanco”, en rigor no lo será realmente y no partirá “desde cero”. Para continuar con la metáfora, ahora diré que la nueva Constitución no la haremos sobre una “hoja en blanco” ni sobre la “hoja negra”, sino que la elaboraremos sobre una “hoja gris”. Veamos.
Desde el punto de vista estrictamente jurídico están regulados los límites, tanto en el actuar y competencias de la Convención como ciertos límites en el contenido de una nueva Constitución. Se establecieron en el artículo 135 de la actual Constitución vigente, mediante la reforma de diciembre de 2019. Por lo tanto, la nueva se escribirá sobre una “hoja gris”.
1) La Convención no podrá intervenir ni ejercer ninguna otra función o atribución de otros órganos, autoridades establecidas en esta Constitución o en las leyes. Queda muy acotada su función, no puede intervenir ni ejercer funciones de ningún otro poder del Estado, ni otorgarse poderes omnímodos, ni asumir funciones de ningún otro órgano del Estado, como ha pretendido alguna organización de izquierda.
2) Mientras no entre en vigencia la Nueva Constitución, la actual Constitución de 1980 seguirá plenamente vigente, sin que pueda la Convención negarle autoridad o modificarla.
3) Mientras la Convención esté en funciones la soberanía reside esencialmente en la Nación y es ejercida por el pueblo a través de los plebiscitos y elecciones periódicas que la Constitución y las leyes determinan y, también, por las autoridades que esta Constitución establece. Le queda prohibido a la Convención atribuirse el ejercicio de la soberanía, ni asumir otras atribuciones que las que le reconoce esta Constitución.
4) El texto de Nueva Constitución que se someta a plebiscito deberá respetar el carácter de República del Estado de Chile, su régimen democrático (separación de poderes, elecciones libres, derechos y libertades fundamentales, etc.), las sentencias judiciales firmes y ejecutoriadas y los tratados internacionales ratificados por Chile y que se encuentren vigentes.
Este punto 4 es muy importante, ya que establece limitaciones de contenido. El contenido de la Constitución a escribir sobre la que llamamos “hoja gris” no puede violar los tratados internacionales ratificados por Chile, que son muchísimos y sobre muy diversas materias, como las Convenciones de Derechos Humanos, sobre Derechos Civiles y Políticos, los Tratados de Libre Comercio, los de OECD y sus tratados incorporados, los sobre criminalidad, drogas, corrupción, inversión extranjera, comercio internacional, etc., etc.
Es decir, hay todo una base amplísima del derecho en los tratados internacionales vigentes aprobados por Chile a los que debe respetar y adaptarse la Constitución y que generan condiciones de borde que siempre deberán respetarse íntegramente por la Convención. Entonces, no se escribe sobre una “hoja en blanco” ni “desde cero”, tampoco sobre la “hoja en negro” vigente. La verdad es que jurídicamente se escribirá sobre una “hoja gris”, que ya tiene ciertos contenidos limitados.
También se elaborará sobre una “hoja gris” porque es innegable que Chile tiene una tradición jurídica e histórico-constitucional que es imposible no considerar al redactar una nueva. En la redacción de cualquier Constitución, ley o reglamento, siempre se tienen en consideración los textos anteriores sobre la misma materia. Chile posee una larga y respetada tradición jurídica constitucional, excelentes especialistas, abundante jurisprudencia y doctrina de Derecho Constitucional y Derecho Público. Mucho de la Constitución de 1980 fue heredado de las Constituciones de 1925 y 1833, y la del año 1925 lo heredó de la de 1833 y esta de la de 1828. No tengo dudas que una Nueva Constitución tendrá en consideración todas las anteriores y su jurisprudencia y doctrina. También considerará lo mejor de las normativas y prácticas constitucionales del mundo.
La esperanza de la “hoja arcoíris” o multicolor
Por último, además de la “hoja gris”, Chile también tiene una historia, identidades y culturas, tradiciones y valores, reputaciones y orgullos que son patrimonio de todas y todos. Esa es una preciosa “hoja arcoíris” o multicolor que es parte de nuestro ADN nacional, que debe ser la base de todo este trabajo.
Esa historia nacional de la hoja arcoíris debe estar permanentemente bajo la pluma y sobre el papel de los redactores de la Nueva Constitución, la que también deberá pertenecer con orgullo a todas y todos los chilenos por mucho tiempo.  Se nos abre una gran oportunidad si sabemos enfrentar bien este desafío como país.
 

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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