Hugo Varela: “Más que un humorista soy un artesano (…) Ahora hice una batería de una bicicleta estática”


Para el argentino Hugo Varela el encierro por coronavirus lo ha llevado por diferentes estados. “Las famosas fase 1, fase 2, fase 3 son cosas que he pasado en estado de ánimo. Tuve distintas etapas. Cada quincena paso una etapa diferente”, cuenta.
De todas formas Varela, quien ha pasado por curiosidad, depresión, etapas de construcción y demases, no ha parado de crear. El primero de agosto realizó su primer show por streaming y mañana 16 de octubre realizará uno más pero que, a sus palabras, se hizo mientras pensaba en su público chileno. El show será realizado a través de la plataforma La Vitrina, donde las entradas tienen un costo de 5 mil pesos.
¿Crees que es necesario el humor en tiempos de crisis?

Mira, hice una gira en 2001, una de las épocas de mayor crisis aquí y al salir del teatro la gente me abrazaba como si yo fuera una especie de pastor protestante, una especie de Mesías. Yo les explicaba que yo solo fabrico mis cosas, mis instrumentos y simplemente salgo a exhibir las cosas que hago, ni siquiera me gusta competir. Era tan necesario el humor que pareciera que yo fuese una especie de… ser superior cuando uno es solo un trabajador en lo que hace: fabricador de cosas. Me gusta más la palabra artesano para definir lo mío.
¿Te consideras más artesano que humorista?

Sí, hay un lado mío bastante ancho: me gusta fabricar cosas. Cuando chico construía títeres, marionetas, hasta los pequeños teatrines con pequeñas luces para mis marionetas. Me di el gusto de tener un taller donde no solo fabrico cosas del humor, también hago mis cosas: hago escaleras, remodelé el galpón que tengo para dejarlo como un loft y hay cosas de carpintería, soldadura, todo. Aunque también está este lado del teatro, del mimo, la gracia de expresarme con el cuerpo, así como también me pongo Borges, me encanta el idioma, me encanta el juego de las palabras, me gusta mucho la poesía. Son distintas áreas en las que vas desarrollando y se conectan de alguna forma.
¿Qué se espera para este show?

Hice este show pensando en el público chileno. Yo le tengo un enorme afecto y un enorme agradecimiento. Es una cosa muy rara, a los 19 años mochileé por todo Chile, de Arica hasta Puerto Montt y después cuando comencé con este oficio también encontré en el público chileno un receptor muy cálido, tengo mucho agradecimiento con ellos y traté de elegir cosas que les gusten.
¿Cómo es participar en shows sin público?

Para mí fue muy difícil. En los últimos años me dedicaba mucho a compartir con el público, a jugar con ellos y es lo que más me gustaba, incluso más que cantar, mostrar instrumentos o hacer monólogos. Encontrarme con ese ojo de la cámara y no saber qué pasa del otro lado es muy raro. Incluso puse unos espejos para poder verme mientras estaba actuando y eso me permitía pensar “a ver cómo me ve la gente del otro lado” (risas).
¿Cómo se te ocurren estos instrumentos?

Todo empieza por un punto de partida, que pudiese ser cualquiera. Por ahí puede ser cómo miras un objeto, como el caso de la chata de hospital, que me recordó a la caja de una guitarra y ahí nació la chatarra. A veces me pongo a pensar en los vientos, las flautas, y busco cómo crear un instrumento con mangueras de diferentes largos para tener diferentes armónicos y sacar temas. Otros son locuras: yo digo “quiero mezclar dos instrumentos” y tengo un teclado de acordeón y continúa con la caja de una guitarra, entonces con la mano izquierda toco los acordes de la guitarra, con la derecha los del acordeón… te preguntarás con qué rasgueo la guitarra: tiene un pedal que hace el rasgueo y eso me permite tocar esta especie de engendro. La idea puede surgirle a cualquiera, el punto es si uno se anima a hacerlo y si uno puede invertir para hacerlo. En una de esas estás meses trabajando en algo, de golpe lo llevas al teatro, lo muestras en cinco minutos y al final no tiene mucha gracia (risas).
¿Tienes que aprender a tocar los instrumentos que creas?

Exactamente. Cada instrumento es otro instrumento, es como empezar de cero. Le he faltado el respeto a muchos instrumentos: a los violines con un plumero violín, bandoneones (parecido a un acordeón) he hecho cosas muy irrespetuosas, creé un bandoneón que se abría por al medio y de adentro salía un bandoneón chiquito y después toco el más pequeño. Dejo que reine la locura, pero la locura se asienta siempre.
¿Cual ha sido el instrumento que más te ha costado crear?

Uno de los últimos que hice, que justamente está en este show. Es una bicicleta fija vieja, a la que le agregué todo un mecanismo. Los pedales están conectados a una serie de cadenas y barras que van girando arriba, ahí hay una articulación de palos de batería que van tocando. Hay un tambor, una pandereta que tiene un mecanismo que va y viene y después tiene unos conos de metal que da unos sonidos más agudos. Al pedalear, cada vuelta de pedal es un compás y suena como si fuera una zamba brasileña. La ventaja es que me queda la voz y las manos libres para tocar otra cosa. Es el más complicado, me llevó muchos meses y lo tendré en este show.



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