Perseverancia, como el nombre del Rover de la NASA



La perseverancia es una de las “Habilidades para el siglo XXI”, una de las que nos exigen repensar la educación en un siglo donde los cambios nos sorprenden y la información está al alcance de la mano. Nuestro propio currículo escolar la ha incluido. Sin ir más lejos, se considera que en Matemática los estudiantes deben mostrar una actitud de esfuerzo y perseverancia, y en Lenguaje y Comunicación deben manifestar un estilo de trabajo riguroso, honesto y perseverante para lograr los aprendizajes de la asignatura. Ciencias Naturales e Historia, Geografía y Ciencias Sociales muestran similares declaraciones.
Curiosamente, Perseverancia es el nombre del Rover, especie de auto-robot que se posó en la superficie de Marte hace unos días. Y es interesante que el nombre del rover no fue producto de un sesudo análisis de expertos, sino que fue la elección de Alexander Mather, un niño de 13 años cursando séptimo año básico, cuyo ensayo fue elegido entre otros 28.000 escritos de estudiantes de todos los niveles escolares. Alexander buscó una de las habilidades humanas fundamentales. En sus palabras: “Somos una especie de exploradores y encontraremos muchos contratiempos en el camino a Marte. Sin embargo, podemos perseverar. Nosotros, no como nación, sino como seres humanos, no nos rendiremos. La raza humana siempre perseverará en el futuro”.
De eso se trata la perseverancia, de buscar, de crear, de intentar y de no rendirse. Veamos cómo la define el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española: perseverar es “mantenerse constante en la prosecución de lo comenzado, en una actitud o en una opinión”. En el contexto escolar podríamos decir que la perseverancia es la capacidad para mantenerse comprometido con una actividad escolar no obstante existan dificultades u obstáculos, estableciendo metas y aceptando postergar una gratificación.
Así las cosas, podríamos preguntarnos si es que acaso nuestros niños, niñas y jóvenes perseveran en las actividades escolares. La respuesta sería algo así como una evaluación de la implementación del currículo escolar vigente y me temo que concluiríamos que el currículo no está siendo bien implementado en lo que al cultivo de esta habilidad se refiere.
Detrás de ello pueden haber varias explicaciones. Posiblemente la primera sea que con el acceso que los niños, niñas y jóvenes tienen a la tecnología –con la que tienen todo al alcance de un click–, se hace muy difícil desarrollar la perseverancia. Pero, ojo, es precisamente por ello que se ha identificado la perseverancia como una habilidad clave para el siglo XXI. Hoy en día, es más necesaria que nunca y es fundamental que todos y todas las estudiantes la desarrollen. Si ello es así, entonces tenemos ante nosotros un problema, porque los estudiantes deben aprender a desarrollarla en condiciones muy adversas, y no se trata de incluirla como una materia más: la perseverancia no se estudia, no se enseña para una prueba.
¿Cómo hacerlo entonces? ¿De qué manera lograremos que los estudiantes desarrollen esta habilidad? No hay más alternativa que ofrecer a los estudiantes actividades escolares que les interesen y que requieran de la perseverancia para resolverlas. De esta manera, perseverando en lo que les interesa, salvando dificultades, sin esperar una recompensa fácil, aprenderán lo que es perseverar y lo importante que es esta habilidad para lograr los propósitos que ellos se tracen.
Ciertamente, la perseverancia no es la única habilidad que establece nuestro currículo para enfrentar de buena forma el siglo XXI. Es por ello que es cada vez más urgente que como país implementemos estas habilidades en las aulas y que perseveremos en ello. Tenemos que aprender a proponer nuevas actividades, que promuevan dichas habilidades, porque desarrollarlas no se reduce a “pasar y aprender materia”.
 

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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